Amputaciones. Desfiguración. Daño cerebral. Sus lesiones les cambian la vida. Ruba Abu Jibba perdió un ojo durante los bombardeos mientras su familia huía de los tanques israelíes en la Franja de Gaza, dijo.
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Los proyectiles caían rápidamente cuando ocurrió. Al día siguiente recuperó el sentido y encontró cerca a sus hermanos sin vida, dijo. Pasaron días antes de que un joven la llevó a un hospital en un carro tirado por un burro.
Ella y algunos otros residentes de Gaza gravemente heridos sobrevivieron a una guerra que ha matado a decenas de miles de personas. Consiguieron recibir tratamiento médico en Qatar, donde los fotografiamos y entrevistamos.
Están vivos —incluso si algunos no están seguros de querer seguir estándolo.
La familia de Mahmoud Ajjour huyó de su casa después de que comenzaron a caer proyectiles israelíes, dijo su madre, Noor Ajjour. El avance fue lento y el niño regresó para instar a todos a seguir adelante.
Cuando una explosión le arrancó una mano y destrozó la otra, sus súplicas cambiaron.
Voy a morir
Pidió que lo dejaran atrás, diciendo: “Voy a morir”.
En Qatar, Mahmoud, de 9 años, utiliza sus pies para todo.
“Mi mayor deseo ahora es conseguir prótesis”, dijo.
Abdullah al-Haj, un fotógrafo, perdió ambas piernas en un ataque aéreo mientras tomaba fotografías de dos pescadores que emergían del mar con su botín. Al principio, cuando comenzó la guerra entre Israel y Hamas, se negó a coger su cámara.
“No me gustan las imágenes de destrucción”, dijo. “Normalmente tomo fotografías de la belleza y el amor en Gaza”.
El hijo de 14 años de Fatima Abu Shaar acababa de preparar su primera comida, un momento de celebración en una época en la que la celebración era escasa. “Sabe muy bien”, recuerda haberle dicho.
Entonces la cocina tembló con explosiones. “Se me cercenó el brazo ante mis ojos en el fregadero”, dijo.
Su hija Tala, de 8 años, perdió un pie y está esperando una prótesis. “Lo que más me asusta ahora es el futuro de mi hija”, dijo Abu Shaar.
La guerra en Gaza inició después de que Hamas atacó a Israel, matando a unas mil 200 personas. El Ejército israelí dice que ha tomado medidas para limitar el daño a civiles mientras intenta derrotar a los militantes, pero su campaña ha cobrado un precio impresionante entre los palestinos.
De las decenas de miles de muertos en el bombardeo y la invasión israelíes, los funcionarios de salud de Gaza estiman que unos 15 mil eran niños. Muchos residentes de Gaza han sufrido heridas horribles, pero pocos han podido salir para recibir tratamiento. Cuando algunos se reunieron con nosotros en Qatar, se lamentaron de aquellos que dejaron atrás, tanto vivos como muertos.
En algún momento de los últimos 13 meses de guerra, la mayoría de los 2 millones de residentes de Gaza se han visto obligados a huir de sus hogares —a menudo más de una vez. Muchos se marcharon con sólo unas cuantas pertenencias y la esperanza de que otro lugar sería más seguro.
A menudo, no es así.
Islam al-Ghoulah, una psicóloga, se mudó con su familia de su casa en la ciudad de Gaza a una tienda de campaña en Khan Younis. Luego, incapaces de soportar las duras condiciones invernales, rentaron un departamento en Deir al-Balah.
“Tan pronto como llegamos, aviones de combate israelíes bombardearon una mezquita junto a nosotros”, dijo Al-Ghoulah.
Los residentes de Gaza que entrevistamos hablaron de un mundo en el que las explosiones pueden dejar paisajes y cuerpos irreconocibles en una fracción de segundo.
“Vi mi pierna como arena —estaba allí, pero el hueso estaba destrozado”, dijo Nusaiba Kleib, de 9 años. Iba huyendo con su familia, dijo, cuando cayó un misil. Le amputaron la pierna.
Los grupos de ayuda dicen que los combates han cobrado un precio brutal en los niños de Gaza. Se cree que unos 19 mil han quedado huérfanos, dice la ONU. Con sólo 2 años, Melisya Joudeh no sólo perdió a su madre y a su padre en un ataque aéreo, sino también a su hermano, sus tíos, cinco primos, su abuela y dos tías.
“Ella es ahora el único miembro sobreviviendo de nuestra familia y yo soy su única tutora”, dijo su tía, Yasmin Joudeh. Metralla impactó la columna de Melisya y ya no puede caminar.
Haya al-Barai, de 15 años, también perdió a ambos padres. Ella también está parapléjica y al principio se le creyó muerta. “Pregunté por qué estaba envuelta en una mortaja”, dijo.
Antes de la guerra, era difícil conseguir atención médica en Gaza, que ha enfrentado un sitio por parte de sus vecinos Israel y Egipto desde que Hamas tomó el control en el 2007. Los pacientes que pudieron partieron para recibir tratamiento fuera del territorio.
Después de que comenzó la guerra, cuando la necesidad de atención se volvió más urgente, cruzar la frontera se volvió casi imposible. Miles de residentes desesperados —muchos heridos, otros con cáncer y otras enfermedades graves— sólo podían esperar tener la oportunidad de llegar a lugares como Qatar y Jordania, que han acogido a pacientes.
Wafa Abu Semaan, de 27 años, había estado tratando de sortear el sistema médico de Gaza incluso antes de resultar herida en un ataque que mató a su marido. Tenía cáncer de tiroides. Y estaba embarazada.
“Cuando desperté, me dijeron que el bebé todavía estaba en mi útero”, dijo. “No lo podía creer”. Los médicos la trasladaron a Egipto, donde dio a luz a un hijo y le colocaron una prótesis en la pierna.
Nesma Abu Jiyab, de 18 años, perdió una pierna, pero tuvo dificultades para encontrar atención médica en Gaza. “Lo más difícil fue cuando mi padre estaba limpiando la herida con vinagre”, dijo.
En octubre, Israel reportó que más de 4 mil personas habían abandonado Gaza para recibir tratamiento médico. Pero en junio, la ONU dijo que más de 10 mil residentes de Gaza necesitaban urgentemente atención disponible sólo en otros lugares. Los funcionarios de salud en Gaza han estimado el número total de heridos en más de 100 mil.
Con gran parte de su tierra natal en ruinas, los relativamente pocos que lograron salir, como los que se encuentran en Qatar, no saben cuándo podrán regresar o si podrán hacerlo. Para algunos, incluso después del tratamiento, los obstáculos médicos siguen siendo enormes.
Sanad al-Arabi perdió un brazo y en la otra mano sólo tiene un pulgar. “Mi mayor temor es el futuro de Sanad: si podrá valerse por sí mismo”, dijo su abuela, Marwa al-Arabi.
Amina Ghanam recuerda que el suelo temblaba mientras su padre estaba sentado cosiendo con sus hijos. Entonces un tanque aplastó su remolque. Presionada contra él entre los escombros, Amina sintió el aliento de su padre en la cara. “Luego cesó”, dijo.
Amina, de 13 años, abandonó Gaza en enero. “Siempre me siento culpable por dejarlos atrás a él y a mi hermana Asia”, dijo. “Temo que quizás todavía estaba viva y la dejé”.
“Somos niños y mi mente no puede comprender que me haya pasado todo esto”.
Ruba Abu Jibba
“Vi mi pierna como arena —estaba allí, pero el hueso estaba destrozado”.
Nusaiba Kleib
“Llegué al punto en que hablaba con los cadáveres”.
Abdullah al-Haj, hablando de su estancia
en un hospital sitiado
“Siempre me siento culpable por dejarlos atrás a él y a mi hermana Asia. Temo que quizás todavía estaba viva y la dejé”.
Dice Amina Ghanam (izq.) de su padre
“Mi mayor temor es el futuro de Sanad: si podrá valerse por sí mismo”.
Marwa al-Arabi, abuela de Sanad