La moda era el podcast, todos fueron, pocos sobreviven. Ahora son los streamers. El streaming nace en Twicht, ahí video-jugadores, además de jugar, actuaban, cantaban, bailaban, conversaban y se divertían. Luego, fue en todas las redes. Este es el periodismo de estos días.
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Dice el amigo Alejandro que los streamers es radio y tele mal hecha y sin jefes. ¿Será?
Son anti-tv. Aunque siguen siendo cabezas parlantes con poca dinámica audiovisual, son anti-tv porque los streamers se asumen humanos, falibles, emocionales, controvertibles, personas, se comportan como todos: eso crea cercanía. Los streamers evidencian la farsa de seriedad de los lectores de noticias y de los periodistas: acartonados, solemnes, soberbios, aburridos, sin emoción.
Por eso, a los presentadores se les puede reemplazar por un virtual sin problema: lo que hacen es leer el telepronter. A los reporteros que leen su celular para decir lo que dicen sus fuentes, también se les puede reemplazar por personajes de IA. A los streamers no, cada uno es singular y tiene su tono, modo y estilo.
Celebridades. Sin importar el canal (Youtube, Instagram, Tik Tok, Twicht), para poder ser streamer hay que tener singularidad, un estilo único en el lenguaje, el humor, el comentar. Una celebridad y espontaneidad que se construye desde el investigar la actualidad y conocer las necesidades y expectativas de los públicos.
Mirada coolture. Comprenden y narran la política, la farándula, el deporte, la economía desde referentes pop; repertorio de series, películas y músicas; criterios de lo eufórico y activista. Mientras los periodistas “serios” siguen insistiendo que la vida es eso de los políticos, el delito y la muerte, los streamers saben que es otra cosa: bienestar, fiesta, viaje, goces y expresiones.
Soberanía cultural. Se parecen y son de su territorio cultural. En este momento son furor en Argentina que tiene hasta un presidente streamer. Ejercen una libertad de expresión del decir algo irónico del mundo y decirlo con desparpajo y humor.
Las audiencias son las jefes. Si hay jefes: todos los seguidores. No se les puede ofender en su moral e ideología. Y hay que escucharlos e interactuar en vivo. “Inventar” una experiencia colaborativa para crear un sentido de comunidad y complacerlos para que no se vayan.
El algoritmo es la censura. Si hay control de contenidos por parte de los algoritmos que están programados para ser de derecha: defender a dios, la familia, el control sexual, la propiedad. Si quieres ser disidente, fuera, cancelado.
Temporalidad. Se rompe con las medias horas o una hora, esos horarios escolares, ahora se puede ir de largo y durar mientras haya donde jugar a opinar y controvertir el tedio cotidiano.
Periodismo. Informan en vivo, entrevistan, hacen eventos, documentan, opinan, debaten, rompen la solemnidad periodística; tienen capacidad de improvisar y responder a los comentarios; y hacen humor con la información. Un periodismo para estos tiempos. Más que periodismo: creación de contenidos. Si quiere ver el viejo periodismo: vea Caracol Radio en Canal Uno.