Desde siempre, el maestro Fernando Botero fue un hombre contundente, tenía una claridad mental envidiable sobre los pasos que quería seguir y un espíritu bondadoso guiado más por el corazón que por la razón. Por eso, la respuesta que les dio a sus hijos no los tomó por sorpresa. Él sabía que la única forma de que un artista no muriera era que su legado se mantuviera vigente, público y circulante. Años antes de su fallecimiento, Fernando, Lina y Juan Carlos le hicieron esa pregunta difícil de responder: “Papá, cuando ya no estés, ¿qué te gustaría que hiciéramos?”.
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Fernando Botero Zea, el hijo mayor del artista plástico colombiano más grande de todos los tiempos, recuerda la sencillez de la mirada de su padre al contestarles: “Mi respuesta es muy fácil: exposiciones, exposiciones, exposiciones (...) Es lo que quería, que hiciéramos exposiciones de todo tipo y en todas partes, tal como lo hizo él. Es una lección muy importante y creo que mis hermanos y yo tenemos tatuada la palabra exposiciones. A eso estamos dedicados”.
Desde julio pasado, ocho esculturas de gran tamaño con el particular estilo del artista colombiano adornan las principales plazas de Roma, considerada como cuna del arte de la humanidad. Fue la materialización de una de las tantas invitaciones que se quedaron en el tintero con la muerte del maestro Botero, ocurrida en Mónaco hace un año, a sus 91. Este lunes 16 de septiembre se inaugura otra exposición en la capital italiana, en el Palazzo Bonaparte, con dibujos de acuarelas y esculturas en formato mediano y pequeño; y entre mayo y julio de 2025 está confirmada otra muestra del paisa en Basel (Suiza) -donde se realiza la feria de arte más prestigiosa del mundo, Art Basel-, de doce esculturas monumentales en la plaza central. También, para el año entrante, el legado del pintor y escultor llegará a Bakú, en Azerbaiyán, a Singapur (en diciembre) y luego habría una gira muy ambiciosa por China (por Guangzhou, Hong Kong y Shanghai).
Para evocar a su padre, Fernando Botero Zea –que se encuentra radicado en Ciudad de México desde hace más de dos décadas- recordó algunas anécdotas familiares y abordó la gran responsabilidad que tiene como heredero y administrador, junto a sus hermanos, del legado artístico del maestro Botero.
Su papá nunca dejo de pintar. ¿Eso significa que hay una parte de su obra que permanece inédita?
Si. Yo creo que lo que viene después del 2020 se conoce muy poco o no se conoce, porque básicamente durante la pandemia la actividad de los museos se restringió de una manera radical, mientras él estuvo trabajando muchísimo y esa obra no se ha expuesto o se ha expuesto de manera muy marginal. En los últimos años de su vida, por limitaciones de salud, no hubo muchas exposiciones, pero esa obra refleja muy bien su talante y su energía, de hecho, hay una obra inconclusa en la cual estaba trabajando apenas tres días antes de morir. Eso significa que esos días fueron los únicos tres días que realmente no trabajo. Él siempre decía que su sueño era morir como Picasso, con un pincel en la mano, y no se cumplió exactamente, pero casi.
¿Es decir que en las exposiciones venideras el público podrá conocerlas?
Desde luego. En las exposiciones proyectadas la idea es mostrar esa obra de los últimos años, que es realmente hermosa porque refleja una maestría de la técnica y un trazo muy seguro a pesar de la edad y también todas las convicciones de un artista en plena madurez. Son obras espectaculares, estoy seguro de que serán muy apreciadas por las personas que las visiten en su momento.
Además de artista emblemático, su papá fue un gran filántropo y se empeñó en acercar el arte a la gente. Eso también es parte de importante de su legado.
Eso es absolutamente cierto. Me impresionó que en el testamento que dejo, que es muy breve, solamente tres párrafos, dice: ‘Pido a mis hijos no olvidar a los niños que tienen hambre en Colombia’. Cuando lo leí me impactó mucho que esa fuera su preocupación fundamental. Y ahí nos hemos enterado, mis hermanos y yo cuando ya fuimos a los bancos y empezamos a entender todos sus asuntos a nivel financiero, que él apoyaba una cantidad de causas filantrópicas en Colombia: comedores populares, para niños pobres, ancianitos, todo de una forma completamente anónima. Nosotros no sabíamos eso. Son una cantidad de causas muy bonitas en Chocó, en Antioquia, en muchos departamentos, así que mis hermanos y yo hemos decidido continuar haciendo los aportes, respetando su voluntad y de alguna manera siendo su ejemplo.
Bonito. El maestro nunca se olvidó de dónde vino, de que tuvo una infancia muy difícil.
Nunca se olvidó que vivió en la pobreza, que su infancia fue muy dura desde la perspectiva económica, jamás olvidó su origen como colombiano. A él muchas veces le ofrecieron ser ciudadano de otros países europeos y él siempre agradeció pero declinó la oferta, porque nunca quiso tener un pasaporte diferente al colombiano, decía que su origen era algo sagrado y que él se sentía profundamente orgulloso de eso, de su naturaleza como ciudadano colombiano.
¿Qué es lo que más extraña de su papá?
Las conversaciones. Yo iba a visitarlo con mucha frecuencia, tuvimos una relación cercana; desde que yo era adolescente y él vivía en Francia y yo en Colombia, lo iba a visitar mucho a París. En esta última etapa, que vivía en Montecarlo (en Mónaco), teníamos conversaciones con su señora, Sophia (Vari), y con María Inés mi esposa, los cuatro, cenando o almorzando, hablando de temas políticos, de negocios, de economía y naturalmente de arte. Extraño mucho esos momentos mágicos, pero guardo los recuerdos con mucho amor y gratitud.
¿Cuál fue el mejor consejo que le dio su papá?
Me acuerdo de una conversación que tuve con él, en París. De pronto me dijo de la nada: ‘El mejor resumen de la felicidad lo dio Freud, cuando dijo que era amor y trabajo. Fernando, mientras estés fuerte en los dos, no vas a tener problemas en la vida’. El amor fue algo muy importante en la vida de mi papá, tuvo una relación de pareja extraordinaria con Sophia Vari, de casi 50 años, entonces eso fue un cimiento para su trabajo. Esa charla nunca lo voy a olvidar, por la sencillez y por la claridad de lo que me dijo.
¿Qué les decía su papá sobre no haber seguido los pasos suyos en el arte?
Yo creo que él se dio cuenta desde que éramos chiquitos de que no teníamos talento para ser artistas. Él nos contaba que cuando era niño, en el colegio, se dio cuenta de su facilidad para dibujar, era realmente asombroso; de hecho, tenemos unos cuadernos de biología de cuando tenía 7 u 8 años donde dibuja reptiles y sapos con una maestría increíble para esa edad. Así que creo que él notó rápidamente que podíamos tener otro tipo de talentos, pero de ninguna manera el talento plástico.
¿Es complejo manejar este legado artístico de su papá?
Es muchísimo trabajo, pero no me quejo ni un instante porque es fascinante la relación con los coleccionistas, con los galeristas, con los museos, con los curadores, con los críticos, con los historiadores, con las personas que desean profundizar su conocimiento en la obra del maestro Botero...y también está el manejo del inventario, la organización de exposiciones, los derechos de autor, el manejo de la marca, es decir, es una cantidad de trabajo enorme, y mis hermanos y yo estamos dedicados a eso, pero es un trabajo para honrar la memoria de nuestro padre.
Imagino que entre eso deben lidiar con imitaciones y obras falsas, robos de marca...
Sí, hay muchísimos problemas de obras falsas en el mercado, de personas e incluso de organizaciones criminales que reproducen de manera no autorizada obras del maestro Botero, hay violaciones constantes de los derechos de autor, y eso es parte del trabajo que hacemos, tratar de proteger la obra de papá de la mejor manera posible. Y es difícil porque gran parte de esas obras falsas las producen en China, en Vietnam en países del Oriente que carecen de mecanismos efectivos para limitar ese tipo de actividad ilícita.
¿Qué le dice la gente cuando sabe que usted es hijo del maestro Botero?
A mí me ha impresionado mucho lo ampliamente conocido que es. En un viaje que hice a Marruecos, llegué a un pueblo muy pobre y lejano y en una tienda había un calendario con las pinturas del maestro Botero. Cuando las personas ven mi nombre, me dicen: ‘Oiga, usted no será algo, por casualidad o tiene algo que ver con el gran artista Fernando Botero’. Cuando les digo que sí, siempre hay una emoción, una sonrisa, me impacta lo ampliamente conocido que es, y también el placer que les causó a millones de personas con su arte.
Después de la muerte del maestro, ha habido como mucha gente joven recogiendo ese legado, incluso dicen que es el 'heredero' del estilo de Botero. ¿Cómo ven ustedes eso?
Yo lo aprecio con una enorme simpatía, es emocionante que haya muchísimos artistas jóvenes que quieran buscar seguir sus pasos. Él siempre decía que el mejor consejo que le podía dar a un joven artista era que estudiara a profundidad la historia del arte y lamentaba que muchos estudiantes de arte la despreciaban o minimizaban. Él decía que en la historia del arte era el cimiento, la base a partir de la cual debía darse la nueva creación. Otra cosa que me ha parecido extraordinaria es el interés académico que hemos apreciado de muchos estudiantes que están haciendo su doctorado en Historia del Arte y que han escogido al maestro Botero como su objeto de estudio, cada rato recibo solicitudes de entrevistas o comentarios que me llegan por email o por Instagram de personas que han dedicado sus estudios a Botero. Creo que la vida del maestro Botero y su obra están muy presentes.