Ryan Castro puso a cantar a todo el país al ritmo de la Selección Colombia en la última Copa América; el estribillo de ‘Mami, prenda la radio, encienda la tele…’, fue un verdadero mantra de alegría en esos días de fútbol. Ryan Castro empezó su carrera cantando en los buses en Medellín, fue inmigrante en Curazao, ama estar todas las horas posibles en su estudio de grabación y de parche con sus amigos de toda la vida. Tiene hits como Jordan, con 479 millones de vistas en YouTube, y Mujeriego con 254 millones. Esta es la historia del cantante del ghetto.
Terminaba las clases del colegio y, una vez en la calle, se montaba a los buses a hacer lo que mejor sabía hacer: cantar. Tenía 17 años y un repertorio amplio. Hacía covers y rapeaba sobre lo que pasaba en Pedregal, su barrio en Medellín. Y cantaba canciones de “romantiqueo, para las nenas”, dice recostado en el sofá de la sala de su casa en las montañas de su ciudad, rodeado de sus amigos. Ryan Castro está vestido de negro y lleva en el cuello varias cadenas entre las que sobresale una que dice “Paisas”. Fue –recuerda– con las canciones de amor con las que pegó primero. “Soy un pelado de barrio, pero cantando algo bonito para las mujeres. Un gangsta love ahí raro”.
Portada de la nueva edición de BOCAS Foto:Yohan López / Revista BOCAS
En los buses sentía que todos los días la carrera de artista le “daba luz”. Los pasajeros se portaban distinto con él: le daban más plata, le pedían las redes sociales, se tomaban fotos. Sin embargo, en un punto quiso un cambio y se fue para Curazao, una isla en el Caribe que pertenece al Reino de los Países Bajos y donde estaba su mamá, con la que nunca había vivido antes. Allí permaneció cuatro años barajando entre la música y trabajos comunes hasta que sus canciones, que seguía grabando y difundiendo por redes sociales y plataformas digitales, empezaron a pegar en Medellín. Y regresó.
Una de las primeras canciones que se escucharon con fuerza fue Lejanía, que lanzó en el 2020 con Blessd, otro artista de la ciudad asociado al reguetón. A partir de ahí ha consolidado una carrera versátil reconocida por su voz amplia, su estética y temáticas populares y sus colaboraciones con artistas como Karol G, Feid, Juanes, Mackie, Arcángel, Myke Towers, Fariana, Zion, Jowell & Randy, entre muchos otros. En el 2024, y luego de 2 EP (ReggaetoNEA y Los Piratas), sacó su primer álbum de estudio llamado El cantante del ghetto, que presentó en los Latin American Music Awards. El primer sencillo del álbum fue Ghetto Star, donde narra con su estilo el tránsito de su vida del barrio a consolidarse en el reguetón, y el segundo fue Quema, una colaboración con el mexicano Peso Pluma construida con SOG, el productor con el que hace la mayoría de sus canciones y es uno de sus amigos del barrio.
"Soy un pelado de barrio". Foto:Yohan López / Revista BOCAS
Por casi cinco años, Ryan exploró el reguetón, el trap, el R&B y otros géneros populares en Colombia y en la región como el merengue, la salsa choke, el chucu chucu. En el 2024 lanzó El ritmo que nos une, la canción que acompañó a la Selección de fútbol de Colombia durante la Copa América de ese año –‘Mami, prenda la radio, encienda la tele…’–, y que le hizo ganar popularidad en distintas generaciones. Ahora, con su nuevo álbum Sendé, decidió volver a la isla de Curazao y darle más espacio al reggae, al dancehall y a su historia con este lugar que lo formaron a él y a su sonido. Sin embargo, en estas canciones, por supuesto, el protagonista también es el barrio.
No creció con sus papás, sino con sus tíos y primos, ¿cómo fue?
Yo no crecí con mis papás, pero sí en una familia bien, gente humilde, gente trabajadora. Me dieron educación y un hogar; también aprendí con la música y la calle. Mi barrio era muy peligroso, entonces yo estaba atento. Veía, por ejemplo, que la gente que hablaba de más se metía en problemas, entonces aprendí a ser callado, a ser serio.
¿Cree que la forma en la que creció lo entrenó de alguna manera para estar solo?
Sí, porque cuando decidí ser artista estuve muy solo, porque cuando uno decide algo así, la gente es como “ah, este marica se volvió loco”. Pero me gustó, porque en esa soledad invertía mucho tiempo en escribir, en hacer grafitis, en bailar, en tocar instrumentos… entonces me lo disfrutaba, la verdad.
"Cada show tiene su loquera". Foto:Yohan López / Revista BOCAS
Cuando habla de su música se usa mucho la expresión “sonido del barrio”, ¿qué significa?
Yo digo que la manera en la que hablamos en las canciones es parte de eso; un joven que creció con plata no habla como nosotros. Ese ‘Cantante del ghetto’ significa llevar al hombro el lugar donde empecé, lo que me inspiró. Yo crecí viendo películas de rap, y los artistas de los inicios de reguetón de Puerto Rico, que vivían en los barrios, son mis referentes.
Cuando salió del colegio empezó a cantar en buses, ¿qué cantaba ahí?
Yo para ese tiempo no estaba en el mundo del reguetón, sino que estaba más como en el rap, en el dancehall. Los fines de semana en discotecas cantaba covers de Kafu Banton, Morodo, El Roockie… A veces también cantaba estos covers en los buses, porque como no tenía canciones pegadas…
¿Cómo tomó la decisión de irse para Curazao?
Fue porque allá vive mi madre. Ella lleva más de veinte años allá. Ese fue mi primer acercamiento. Además, quería un cambio. Ya llevaba mucho tiempo cantando en los buses de Medellín, entonces era mi forma de buscar otra oportunidad en la música, en el trabajo.
El nuevo disco de Ryan Castro es Sendé. Foto:Yohan López / Revista BOCAS
¿Cómo era su rutina allá?
Duré en la isla como cuatro años, uno lo viví con mi mamá. Por un tiempo estuve ilegal y no podía conseguir trabajo tan fácil. Eran cosas que yo no sabía, pero cuando llegué me choqué con esa realidad. Ya cuando conseguí los papeles, trabajé en cosas que no tenían que ver con la música para poder ahorrar y grabar. Nunca paré de grabar.
¿En qué trabajó?
En restaurantes, de celador, pintando, poniendo cámaras de seguridad, en Uber. Era muy chimba porque en todos los trabajos que yo estaba, toda la gente sabía que era cantante y a todo el mundo le gustaba. Yo iba al restaurante a trabajar, pero ponía mis temas o cantaba mientras atendía las mesas… Me decían “venga a trabajar mañana, pero no se olvide de la música”.
Hizo todos esos trabajos, pero igual seguía insistiendo en la música, ¿de dónde cree que viene esa determinación?
Sea lo que sea, nunca abandoné la música. Trabajé en muchas cosas, pero nunca paré de grabar. Creo que es porque la música me ayuda a contar mi historia. Obviamente, yo tenía el sueño de salir adelante, de vivir bien, que mi familia viviera bien, pero en ese entonces la música hacía parte de un desahogo personal. Yo contaba mi historia del barrio, lo que sucedía con mi vida personal, si estaba enamorado, si estaba despechado, la música me ayudaba a eso, a no detener todas esas emociones.
"En mi equipo todos somos parceros". Foto:Yohan López / Revista BOCAS
¿Cómo se construyó Sendé?
Este álbum lo construimos en Curazao. Fue decisión del equipo y de los muchachos que me dijeran que hiciéramos algo en la isla, porque yo siempre les hablo de ese lugar y de lo importante que es en mi vida y en mi carrera. ‘Sendé’ significa encendido, pero en Curazao lo utilizan para decir que están bien, en alta, a fuego.
¿Qué escuchó mientras hizo el álbum?, ¿qué sonidos aparecen en él?
Escuchamos reggae, dancehall, afro, que es lo que yo he escuchado siempre. También kizomba, salsa. Además, muchos artistas de allá, incluso uno que está en el álbum que se llama Dongo, otro que se llama Rich Kalashh… También otros de Aruba y de Holanda. En Sendé hay mucho dancehall, reggae, afro, rap, reguetón; aunque no tanto de este último porque el sonido que queríamos traer era diferente, más Caribe.
Suele producir mucho con Coqe y SOG, que son sus amigos del barrio y ahora son productores consolidados, ¿se conectaron a través de la música?
SOG estudiaba en el colegio y Coqe vivía cerca y lo conocí por el mundo del skate. Con Coqe tuve un estudio en el barrio y con SOG empecé a hablar por las redes sociales cuando vivía en Curazao. Nos compartíamos pistas y empezamos a trabajar así. Ahora hemos evolucionado juntos y fue hermandad; uno no tiene esa conexión con todo el mundo. Crear una canción es un momento íntimo y con ellos me siento en confianza de hacer lo que yo quiero, así salga de lo cotidiano: puedo decirles que me siento mal y que quiero hacer una canción triste.
En su equipo también hay otros amigos, ¿por qué es importante estar rodeado de gente que lo conoce?
He visto artistas rodeados por trabajadores, gente que está ahí porque les pagan, entonces se suelen celebrar todo. En mi equipo somos todos parceros entonces hay unos que ni les importa que yo sea artista. Eso me hace sentir bien, como que no todo el tiempo me siento inflado y cantante, sino que parcho con mis parceros tranquilo. A veces sí estoy en otra película y hay que estarlo, porque al final del día soy Ryan Castro también.
¿Qué lo hace sentir en casa?
A pesar de todos los conciertos que tengamos y todo lo que viajemos, me gusta mucho estar en el barrio. Con Curazao también tengo eso. He tenido la oportunidad de ir a Europa, podría ir a cualquier isla del mundo, pero para mí la más chimba es Curazao y lo más chimba es mi barrio y eso me hace sentir en casa.
¿Cómo le va con el movimiento, los viajes, el cambio?
Al principio sí me costaba. Me acuerdo que cuando compré el carro que había querido por años, la Mercedes G Wagon, me fui a viajar de una y soñaba con ese carro todos los días. Se me hacía muy difícil decir “yo me la paso todo el año trabajando para comprar la casa que quiero y nunca estoy en la casa ni viendo televisión”; se me hacía raro ese choque de energía así. Pero ya con el equipo les damos más control a los tiempos y he aprendido a soportar las cosas, a dormir en hoteles, en aeropuertos…
¿Cómo descansa?
A veces ni descanso, tengo la mente pensando en tanta cosa... Últimamente pura melatonina.
Viaja, pero vuelve a Medellín, ¿qué tiene esa ciudad?
Me gusta todo de Medellín. El clima, la comida, las personas. Estoy dispuesto a irme a otro lado, pero me gusta vivir en Medellín; acá tengo todos mis amigos, mi familia y me conecto mucho.
Ha contado que jugó mucho fútbol y que quería ser futbolista, pero ahora le está apostando a crear iniciativas de baloncesto en la ciudad, ¿por qué ese cambio?
Estoy muy engomado con el baloncesto porque en el fútbol ya hago muchos goles y porque me parece como chimba cuando me siento como un nene, cuando quiero hacer algo nuevo. Yo siempre había admirado el baloncesto, pero no sabía jugar, entonces empecé a coger la rutina y me engomé. Me gusta tener otra disciplina diferente. Y lo apoyo porque he conocido a fondo a muchos que se dedican a ese deporte y sus historias conectan con la mía.
¿Cómo sucedió la colaboración con Juanes en la canción El chucu chucu?
Colaborar con Juanes fue bien especial. Yo lo conocí y me invitó a grabar a la casa de él y de entrada me dijo que no le gustaba el reguetón, y yo como “¿entonces por qué me invitó a mí?”, porque al final del día pues yo hago reguetón, y me dijo que le gustaba cuando yo hacía cosas diferentes, que era atrevido, que culturalmente tenía cosas muy colombianas. Entonces, aparte de la canción, con la que nos divertimos mucho haciéndola, lo especial fue el respeto que le dio a mi proyecto.
El chucu chucu, Mujeriego, que es merengue, y la canción de la Selección han sido muy escuchadas en el país, ¿cómo han cambiado estas canciones su público?
La de la Selección fidelizó mucho público joven, pero también consolidó a los mayores, lo mismo que con Mujeriego: me escucharon muchos niños, pero también muchos adultos. Y quiero seguir haciendo canciones así. Me gusta mucho diciembre, la tradición colombiana, las costumbres de nosotros. Todo me gusta mucho y no quiero dejar de hacerlo. Escucho guasca, música parrandera, merengue, vallenatos, de todo.
¿Cómo entrena la voz?
Con chorro (risas). No, mentiras. La verdad, yo escucho música de todos los géneros y cuando estaba niño escuchaba mucha música de Jamaica y me parecía que todos tenían voces particulares, raras. Yo trataba de imitarlos. Y cuando estoy en el estudio me gusta escuchar mi voz en otros tonos, en otros ritmos, y fui estudiando mi garganta y sé hasta dónde llegar, qué hacer, qué no hacer. Me gusta exigirme, experimentar.
"Escribo casi todas mis canciones", dice Ryan. Foto:Yohan López / Revista BOCAS
¿Escribe todas sus canciones?, ¿dónde las escribe?
Escribo casi todas mis canciones, y las que no, igual me gusta participar. Ponerles mi toque. Y las escribo en todas partes, en el avión, en el hotel… Pero me gusta mucho estar en el estudio. Estoy mucho tiempo en el estudio porque es donde trabajamos y donde pasamos el tiempo libre. Mantenemos ahí. Tengamos o no que entregar trabajos, estamos ahí grabando pistas, tirando ideas. Es nuestro parche.
Y ha hecho varias giras con Blessd…
Siempre que nos juntamos nos va superbién. Blessd es un pelado muy trabajador, la gente lo quiere por eso. También se superó, tenemos una historia parecida. Cuando los dos nos juntamos ese es el mensaje que le llevamos a la gente. Él lo logró y yo lo logré. Siempre que nos juntamos es un choque de energía.
¿Por qué dice que no le gusta estructurar mucho los shows y que siempre quiere dejar espacio para improvisar?
Para mí todos los shows son diferentes, los públicos son diferentes, es una fiesta diferente cada vez. Me gusta jugar con lo que esté sucediendo: si siento que estamos en tal país y yo sé que a la gente de allá le gusta esa canción, la meto así no esté en el show. Tengo una base de lo que vamos a hacer, pero me gusta improvisar, estar con la gente, invitar fanáticos, ir a cantar con ellos. Todos los lugares tienen una energía diferente y en cada show sucede algo especial, cantan una canción que uno no se espera, los fanáticos están tatuados; cada show tiene su loquera.
Recomendado: Ricardo Darín y El eternauta
Ricardo Darín es una de las figuras más importantes del cine argentino. Foto:Netflix