Hace seis años, el Presidente Vladimir V. Putin de Rusia decidió castigar a Corea del Norte por desarrollar armas nucleares. Miles de hombres norcoreanos —obreros utilizados por empresas rusas— fueron enviados a casa.
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Ahora se está dando la bienvenida de vuelta a los norcoreanos, esta vez como soldados.
Las agencias de inteligencia estadounidenses, ucranianas y surcoreanas han dicho que miles de ellos han llegado en las últimas semanas para ayudar en el esfuerzo bélico ruso en Ucrania, profundizando una alianza militar resucitada por Putin y el líder norcoreano, Kim Jong-un, a principios de este año.
La llegada de los soldados pone de relieve cómo los complejos intereses económicos y políticos de Rusia en el escenario mundial han sido integrados al estrecho cálculo de la guerra en Ucrania. Que Putin acoja a Corea del Norte, paria para gran parte del mundo, también muestra cómo la guerra ha borrado las últimas áreas de cooperación de Rusia con Occidente, arrojando cuestiones como el control de armas y la no proliferación nuclear a un territorio peligroso e incierto.
“Si Rusia se había posicionado anteriormente como un socio útil para Occidente en el trato con naciones problemáticas, ahora se ha convertido en un problema gigante en sí”, dijo Alexander Gabuev, experto en las relaciones de Rusia con Asia en el Centro Carnegie Rusia Eurasia, un grupo de investigación con sede en Berlín.
Una alianza militar de la era de la Guerra Fría entre Rusia y Corea del Norte terminó oficialmente con la caída de la Unión Soviética. Después de que Corea del Norte se proclamó potencia nuclear en el 2012, contener su arsenal se convirtió en un raro objetivo compartido entre Rusia, China y Occidente. En el 2017, Rusia se unió al resto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para imponer sanciones económicas a Corea del Norte, aislando efectivamente a Pyongyang de la economía global.
Rusia redujo gradualmente el uso de trabajadores norcoreanos, una importante fuente de divisas para Pyongyang. El comercio entre las dos naciones cayó de un máximo de 220 millones de dólares en el 2005 a 3.8 millones de dólares en el 2022, reportó la agencia de estadística rusa y los medios estatales.
Pero una vez que el conflicto en Ucrania se convirtió en una guerra de desgaste, Rusia empezó a quedarse sin municiones y soldados. En Corea del Norte, Putin encontró una de las pocas naciones dispuestas y capaces de ayudar.
En verano del año pasado, los soldados ucranianos comenzaron a encontrar proyectiles con caracteres norcoreanos en los campos de batalla. Los funcionarios de defensa de Corea del Sur han dicho que desde agosto del 2023, Corea del Norte ha enviado más de 13 mil contenedores de proyectiles de artillería, cohetes antitanque y misiles balísticos de corto alcance KN-23 a Rusia. También envió técnicos y oficiales para ayudar a operar esas armas.
En junio, Putin realizó su primera visita a Pyongyang en casi un cuarto de siglo. Los dos países resucitaron oficialmente su tratado militar de la época de la Guerra Fría en medio de grandiosas celebraciones públicas.
Abandonando sus preocupaciones anteriores, Putin estuvo a punto durante el viaje de dar a Kim su premio más codiciado: la aceptación de Corea del Norte como potencia nuclear. “Pyongyang tiene derecho a tomar medidas razonables para fortalecer su propia capacidad de defensa, garantizar la seguridad nacional y proteger la soberanía”, dijo Putin.
Las primeras unidades de soldados norcoreanos llegaron a Rusia el mes pasado en barcos de la Armada rusa, dijo la agencia de inteligencia de Corea del Sur. A finales de octubre, había 3 mil soldados norcoreanos en suelo ruso, reportó.
El Gobierno ruso ha negado la presencia de soldados norcoreanos, pero con cientos de miles de rusos muertos y heridos, Moscú está luchando por atraer suficientes combatientes nuevos.