Francisco Ramírez es un joven mexicano que ganó gran popularidad hace algunos años en redes sociales, cuando era apenas un adolescente, gracias a su carismática manera de vender empanadas en las playas de Acapulco.
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Muchos lo recuerdan por los videos virales en los que se acercaba a los turistas con ingeniosas estrategias de venta, utilizando diversos idiomas y una notable habilidad para persuadir, lo que lo llevó a destacarse en internet.
A pesar de la simpatía que despertaba, su historia de vida tiene un trasfondo más doloroso. La situación de que un menor de edad tuviera que dedicarse a vender en las calles ya generaba inquietud, pero Francisco reveló detalles aún más crueles de su vida en el pódcast 'Detrás del personaje', donde habló públicamente de las dificultades que enfrentó desde joven.
Francisco Ramírez, conocido como Paco de las empanadas, compartió en una emotiva declaración cómo, desde los 12 años, asumió responsabilidades que hoy considera inapropiadas para su edad.
“Me salía a las 5 de la tarde y volvía a las 10 de la noche de vender empanadas. Te lo puedo decir ahora de 23 años, perdí a mi hija, pero de haberla tenido jamás le hubiera permitido salir sola a esa edad tantas horas. A tomar la responsabilidad económica de la familia y el timón que yo tomé en ese entonces”, comentó el emprendedor de 23 años, visiblemente conmovido por su experiencia.
Su historia comienza hace 18 años, cuando sus padres iniciaron el proceso de separación. Según narra, sus progenitores comenzaron a distanciarse cuando él tenía cinco años, culminando en un divorcio definitivo cinco años después.
Durante ese tiempo, su padre estuvo ausente de su vida diaria, aunque asumía el sustento económico de la familia. Francisco también recuerda episodios de agresión por parte de su padre. Su madre, por su parte, se fue a vivir con su nueva pareja, dejando a Francisco y sus hermanos bajo la custodia de su abuela.
A pesar de estas circunstancias, Paco mantuvo un buen rendimiento académico mientras vivía con su abuela. Sin embargo, todo cambió cuando, unos meses antes de terminar el sexto grado, su madre le informó durante una visita que se quedaría con ella en Toluca de forma permanente.
“Mi mamá y su pareja no estaban pasando un buen momento económico y tuvieron la idea de empezar un negocio familiar, donde todos íbamos a jalar (trabajar) y a vender empanadas. Como niño te crees todo porque eres inocente. No tienes ni la calle ni el colmillo, ni la malicia de saber qué está pasando”, relató Paco, al recordar cómo inició su vida de vendedor.
Una vez que comenzó el ciclo escolar del año siguiente, Francisco Ramírez y sus hermanos enfrentaron un nuevo obstáculo: su padrastro decidió prohibirles continuar con su educación, justificando su decisión con el argumento de que "la escuela es para pendejos".
Ante esta situación, la abuela de los niños intervino, ofreciendo pagar los estudios de sus nietos para evitar que abandonaran la escuela.
Pese a la negativa de su padrastro, Ramírez logró ingresar a una secundaria privada, donde mantuvo su buen rendimiento académico, como lo había hecho anteriormente. Sin embargo, su tiempo en la escuela fue breve, pues solo duró seis meses.
“Un día llegué con mi boleta con puros 10 y en geografía con un 6. Honestamente, no me esforcé, no le puse atención como a las demás materias; no era lo mío”, explicó. Ese día, su padrastro reaccionó con hostilidad: “Dijo la pareja de mi mamá: ‘no vuelves a regresar a la escuela, yo no voy a permitir que tu abuela siga gastando dinero para que seas un pendejo desobligado’”.
A partir de ese momento, la situación en su hogar empeoró. La contribución de Ramírez al negocio familiar dejó de ser vista como un apoyo voluntario y pasó a ser una obligación estricta. Además, su padrastro comenzó a aumentar las exigencias y a volverse más hostil, endureciendo las agresiones hacia él.
Durante ese primer año, la mamá de Francisco Ramírez quedó embarazada, pero su embarazo se complicó al ser diagnosticada con problemas en su matriz. Esto llevó a la familia a mudarse a Acapulco, donde la mujer podría recibir tratamiento natural. Esta mudanza marcó un punto de quiebre en la relación entre los menores y su padrastro.
El padrastro, quien sufría de alcoholismo, aprovechó la vulnerabilidad de la madre para permanecer en la casa sin aportar económicamente. Ante esta situación, Paco y su hermana se vieron obligados a sostener el negocio familiar.
Ambos se encargaban de cocinar el producto y luego venderlo a los turistas de Acapulco. Francisco, además, debía levantarse todos los días a las 4 de la mañana, bajo la amenaza de recibir insultos y golpes si no cumplía con ese horario.
“Nunca se me va a olvidar una vez que llegué y me habían quedado 10 empanadas. Llegué, toqué y toqué y no me abrían. Me abrió la puerta —y yo todavía pedía perdón por no vender todo—, y con la fuerza de un cabrón de 40 años me metió un trancazo y me caí", recordó Paco, con la voz entrecortada por el llanto.
"Bajó mi mamá y yo tenía la esperanza de que iba a meter las manos por mí. Bajó, vio que me estaban pegando y se volvió a subir”, continuó, relatando uno de los momentos más duros de su vida.
Tras el golpe, Paco explicó que su padrastro lo obligó a continuar trabajando. “Cuando me levanté, me dijo ‘ponte a hacer las empanadas y aguas con que te quedes dormido’”, añadió, dejando ver la intensidad de la violencia a la que estuvo sometido.
Paco también aprovechó para aclarar las críticas que recibió en redes sociales, donde algunos lo juzgaron por molestarse cuando solo le pedían fotos o lo grababan sin comprar su producto. Explicó que en esos momentos, nadie conocía su situación personal ni la desesperación que sentía por no vender todas las empanadas.
Hoy en día, la vida de Francisco Ramírez ha cambiado. Está casado, vive en Puebla y tiene su propio negocio de empanadas. Además, comentó que hace un año retomó la relación con su padre biológico, y aclaró que no guarda rencor hacia su madre, a quien también ve como víctima de su padrastro.
“Siempre guardo un respeto y amor por mi mamá. Yo espero que un día mi mamá pueda recapacitar, porque nunca es tarde, de todo ese proceso y va a decir: ‘íjole, mi hijo estuvo conmigo’. Tristemente no se ha dado ese momento”, concluyó Ramírez.
Juan Pablo Sanabria.
La Nación Costa Rica / GDA.
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*Este contenido fue hecho con la asistencia de la inteligencia artificial, basado en información de La Nación Costa Rica (GDA). Contó con la revisión del periodista y un editor.