En los últimos meses de su mandato, el expresidente estadounidense Joe Biden advirtió en repetidas ocasiones sobre la creciente amenaza para las democracias liberales en todo el mundo y para el marco liderado por Estados Unidos que ha sustentado la seguridad mundial, el comercio y la cooperación internacional desde la década de 1940. Las acciones de Donald Trump durante las primeras semanas de su segunda presidencia, en particular su decisión de imponer nuevos y elevados aranceles sobre aliados claves de Estados Unidos como Canadá y México, muestran que las advertencias de Biden no eran infundadas.
El orden internacional liberal jugó un papel decisivo en la reconstrucción de un mundo devastado por la Segunda Guerra Mundial. Como fuerza occidental impulsora detrás de la derrota de las potencias del Eje, Estados Unidos naturalmente encabezó la reconstrucción de la posguerra.
El presidente estadounidense Joe Biden. Foto:Bloomberg
Lo más notable es que Estados Unidos no solo diseñó las reglas del nuevo orden mundial, sino que también acordó cumplirlas. Bajo el liderazgo de Estados Unidos, se establecieron instituciones como las Naciones Unidas y sus organismos asociados, la Otán y la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (precursora de la Unión Europea), sentando las bases para décadas de estabilidad y cooperación global.
En los últimos años, el orden de posguerra se ha visto sometido a una presión sin precedentes, víctima de su propio éxito. Después de la muerte de Mao Zedong en 1976, China se reincorporó a la economía mundial y prosperó, capitalizando la liberalización comercial promovida por Estados Unidos y Europa. Irónicamente, el ascenso de China fue posible gracias al mismo sistema liderado por Estados Unidos contra el que ahora se opone. ¿Alguien podría imaginar un orden liderado por China que permitiera a un rival ascender a un estatus casi igualitario?
A finales del siglo XX y principios de la década de 2000, el PIB de China se duplicaba aproximadamente cada década. Durante un tiempo, pareció que el rápido crecimiento económico conduciría a la liberalización política. Pero el Partido Comunista de China (PCC) demostró no estar dispuesto, o no poder, implementar reformas significativas. Para mantener su control sobre el poder, el PCC bajo la presidencia de Xi Jinping volvió al autoritarismo, ahora con un giro de alta tecnología. China también comenzó a mostrar sus músculos geopolíticos, desestabilizando la región de Asia-Pacífico a través de una agresiva expansión marítima y frecuentes amenazas a Taiwán.
Mientras tanto, tras la agitación económica y política postsoviética de la década de 1990, Rusia se transformó en un Estado policial bajo el presidente Vladimir Putin, impulsado por el nacionalismo revanchista. Desafiando el derecho internacional, invadió Georgia en 2008, se apoderó de Crimea en 2014 y lanzó una invasión a gran escala de Ucrania en 2022.
Vladimir Putin, presidente de Rusia. Foto:EFE
Hoy en día, Rusia representa una amenaza no solo para sus vecinos inmediatos, sino también para Europa occidental, que, disfrutando de décadas de relativa paz, se volvió complaciente y permitió que sus defensas militares se atrofiaran. A pesar de las elevadas ambiciones políticas de la UE, sigue dependiendo de Estados Unidos para su seguridad.
Pero si bien Estados Unidos fue durante décadas el líder indiscutible y confiable de las democracias occidentales, el auge del nacionalismo populista ha remodelado su sistema político, culminando con la toma del poder del Partido Republicano por Trump. Aunque él ha prometido “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, la realidad es que nunca dejó de ser grande. Sigue siendo la principal potencia militar y económica del mundo, y es el hogar de sus empresas más exitosas.
En este contexto, los aranceles anunciados por Trump representan un sorprendente revés de décadas de política económica exitosa. Habiendo aprendido de sus errores proteccionistas en la década de 1930, Estados Unidos ha pasado las últimas décadas defendiendo el libre comercio y cosechando enormes beneficios. Pero la campaña arancelaria podría preparar el escenario para una guerra comercial global destructiva.
Lamentablemente, el regreso de Trump ha convertido a antiguos críticos en aduladores.
Entre ellos se encuentran Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, y políticos como el vicepresidente J. D. Vance y funcionarios extranjeros como Peter Mandelson, el embajador entrante del Reino Unido en Estados Unidos, quien recientemente calificó sus críticas pasadas a Trump de “imprudentes y equivocadas”.
A pesar de este cambio colectivo, es difícil imaginar a muchos ciudadanos de democracias liberales confiando en un autoproclamado líder del mundo libre que apoya la democracia solo cuando sirve a sus intereses personales. Difícilmente se puede confiar en que una figura así defienda a Ucrania contra la agresión rusa, haga frente a la creciente asertividad de China, reafirme el compromiso de larga data de Estados Unidos con la paz entre Israel y los palestinos, o disuada a Irán de desarrollar armas nucleares.
Desde la Segunda Guerra Mundial, el mundo no había estado tan inseguro sobre el liderazgo de Estados Unidos. Quizás lo más preocupante sea la creciente sensación de que ese país ha dado la espalda a sus responsabilidades globales en favor de un orden internacional en el que, citando a Tucídides, “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Foto:EFE
Como muchos, espero que Trump abandone el camino destructivo y vengativo en el que se encuentra. También espero que el Reino Unido, la UE y otras democracias liberales reconozcan la urgente necesidad de dejar de depender de las garantías de seguridad de Estados Unidos y asuman la responsabilidad de su propia defensa.
Análisis de Chris Patten, último gobernador británico de Hong Kong y ex comisario de Asuntos Exteriores de la Unión Europea.
© Project Syndicate. Londres.
Este artículo fue editado por razones de espacio.