No es menos que esperanzador, con lo imperfecto que pueda ser, el proyecto de Ley 261 de 2024, que propone prohibir a los menores de edad tener un perfil de redes sociales en Colombia sin la autorización de sus padres o tutores.
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La iniciativa busca proteger no solo los datos privados de los niños, sino además alejarlos de los riesgos, estudiados y comprobados, que estas plataformas ocasionan en los más pequeños asociados a matoneo, depresión, ansiedad y eventuales hechos de acoso y abuso sexual.
Promulgaría además una escuela de padres y tutores para capacitar a los responsables de la formación de los niños en los peligros de internet y las redes, así como un (inquietante, debo reconocer) ‘toque de queda digital para menores’, que obligaría a los gigantes digitales desactivar entre 10 de la noche y 6 de la mañana los perfiles de redes de menores con autorización.
Este proyecto es un paso en la dirección correcta: comenzar a proteger a nuestros niños de la voracidad comercial de una amplia variedad de plataformas digitales que, pese a los discursos para medios y ONG, han hecho, hacen y harán lo que sea para hacer prevalecer su objetivos financieros o de influencia y poder, así esto afecte a los usuarios. Incluidos nuestros hijos, nietos, sobrinos, etc.
Los efectos negativos, ampliamente estudiados y comprobados que ejercen las redes sociales en la salud mental, emocional y psicológica de los niños (de todos nosotros), no son un tema menor: la concentración y atracción de atención que logran se basa en cuidadosos estudios de psicología y neuroprogramación, con los cuales destacan y promueven aquello que, por cada usuario, más le atrae y puede mantenerlos ‘pegados’ a la plataforma moviendo hacia abajo el muro, el feed de videos, etc.
Y si para ello hay que promover paradigmas, sesgos, diferencias sociales, raciales, de género, ideas deformes de las relaciones, los cuerpos, espejismos, pues lo hacen y harán. Y allí se generan los peores problemas para los usuarios, incluidos los niños. No por nada Australia ordenó esta semana que pasó la prohibición de redes para menores de 16 años, una medida aún más severa que la que en nuestro país apenas se incuba.
Insisto en que es un primer buen paso en la ruta precisa que debemos seguir. Porque no solo debemos proteger a nuestros niños de las redes sociales. También debemos alejarlos de los riesgos de la ludopatía y las apuestas en línea, del vicio de los videos en YouTube o TikTok, de los vapeadores, en fin.
Tenemos una propuesta de ley, imperfecta, sí, de difícil aplicación, tal vez. Pero es una cuña para poner en cintura a corporaciones gigantes que a la fecha hacen lo que se les da la gana. Y nada pasa.
JOSÉ CARLOS GARCÍA R.
Editor Multimedia
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