Es muy común escuchar frases como ‘estoy que me parto del hambre’ o ‘estoy que me corto del filo’, esto cuando las horas de las comidas básicas se corren por algún que otro incidente, ya sea personal o laboral, y se pasan por alto.
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Una investigación comprobó que la sensación de estar hambriento se asocia con sentimientos de ira e irritabilidad, así como con unos índices más bajos de placer.
La clínica española ‘MAN Medical Institute’ menciona que la sensación de hambre es un impulso fisiológico y neuronal que provoca una respuesta emocional y cognitiva.
Por lo anterior, es común que cuando las personas tienen hambre y llevan largos periodos de tiempo sin comer, presenten enojo, estrés, ansiedad y otras emociones, esto como respuesta de una alteración en las emociones y las hormonas.
Varias investigaciones han demostrado que el causante de la sensación de hambre es el azúcar en el cuerpo, especialmente la glucosa que circula por la sangre, pues cuando se alteran al no alimentarse de la forma correcta y a la hora habitualmente indicada, los niveles de esta sustancia disminuye, desencadenando una serie de respuestas hormonales y una alteración en las emociones.
Es bien sabido que la glucosa es la principal fuente de energía para las células del cuerpo; por ejemplo, el buen funcionamiento del cerebro depende principalmente de los correctos niveles de esta sustancia.
Médicos especialistas hablaron con ‘CNN Mundo’ y explicaron que si el cerebro no recibe suficiente glucosa, el cuerpo lo percibe de diversas formas, entre ellas presentando debilidad, irritación, mareos y dificultad de concentración.
Liliya Kazantseva, investigadora científica del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga dice que la falta de glucosa hace que el cuerpo envíe señales de que necesita alimentarse para restablecer los niveles de azúcar en la sangre, que sirve como una autovía para que los distintos nutrientes lleguen a su destino: las células esparcidas por todo el cuerpo.
Otras hormonas que se ven afectadas por ‘aguantar hambre’
Además, tener bajos niveles de glucosa en la sangre, hace que otras hormonas como la grelina, producida y liberada a la circulación desde las células del estómago, se liberen aumentando el apetito y enviando estímulos para que el organismo reciba energía a través de la ingesta de comida.
Además, la grelina aumenta la producción de la hormona asociada con el estrés: el cortisol, generado por las glándulas suprarrenales.
ALEJANDRA HERNÁNDEZ TORRES
REDACCIÓN ALCANCE DIGITAL
EL TIEMPO