El Centro de Barranquilla se está convirtiendo en un escenario de ruinas olvidadas, donde cada rincón es una amenaza latente. El pasado domingo, en la calle 36, un nuevo desplome puso en evidencia el peligro que acecha.
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Luis Donado, un vendedor ambulante, estuvo a un suspiro de perder la vida cuando el plafón de un viejo edificio colapsó sobre él.
Aunque logró esquivar la tragedia, sufrió heridas graves que lo mantienen hospitalizado. No todos han tenido la misma suerte.
Solo este septiembre, dos derrumbes han sacudido el Centro Histórico de la ciudad, una zona que alguna vez fue el alma comercial de Barranquilla.
El caso más trágico ocurrió el 5 de septiembre, cuando Daiver José Moreno Valdés, de 38 años, fue sepultado bajo los escombros de otra vieja estructura en la calle 35.
Su cuerpo fue rescatado por el Cuerpo de Bomberos, pero su vida ya había sido arrebatada por el deterioro implacable de un inmueble que, como muchos otros en la zona, fue abandonado a su suerte.
La situación es desesperada. Edificios levantados hace más de medio siglo permanecen de pie solo por inercia, sus fachadas agrietadas y estructuras corroídas por el tiempo.
Muchos de estos inmuebles, reconocidos como patrimonio arquitectónico, ahora son trampas mortales para vendedores y peatones.
Mientras los primeros pisos aún son ocupados por locales comerciales, los niveles superiores languidecen en el olvido, dejando caer escombros que se convierten en proyectiles de tragedia.
"Estamos en un peligro inminente", advierte Juan Carlos Suárez, directivo de Asovendedores. Suárez, con la voz cargada de angustia, implora la intervención de las autoridades. "Le pedimos a la Alcaldía que actúe, que se hagan mantenimientos urgentes antes de que haya más muertos".
La realidad es alarmante. Edificios con pedazos de concreto colgando de alambres, propietarios ausentes y vendedores como Donado, que dependen de la solidaridad de sus colegas mientras se recuperan de sus heridas. "Nadie ha venido a ver cómo está. Está solo, esperando la ayuda de otros vendedores", añade Suárez.
Mientras tanto, los cierres preventivos se han convertido en la única barrera entre la vida y el colapso, a la espera de que las autoridades tomen cartas en el asunto.
LEONARDO HERRERA DELGANS -Periodista de EL TIEMPO -@leoher70