La teoría más difundida sobre el origen de O. K. es la que dice que durante la guerra de Secesión de los EE. UU. (1861-1865), cuando la tropa regresaba al cuartel sin bajas, se escribía “0 killed” (‘cero muertos’). Esta información terminó abreviándose en O. K., pronunciada en inglés okay, y adquirió el sentido genérico de ‘todo bien’. Durante este siglo y medio la expresión se universalizó como ninguna. El sonido en español es “okey”, y la forma de escribirlo en documentos, OK. Las recomendaciones de académicos que intentaban cambiar este anglicismo por expresiones españolas como visto bueno, correcto, de acuerdo, aprobado, sí o por el chulito de verificación (?) han sido inútiles. Por eso, la Fundación del Español Urgente, Fundéu, bastante más audaz que la RAE, recomienda escribir “okey”, como forma española del inglés okay, y utilizar OK, como símbolo de aprobación en encuestas, exámenes y auditorías. Existe también la forma oki, propia de la comunicación coloquial, en mensajes por wasap o en papelitos de enamorados.
Diyey
La expresión lanzadiscos se usaba hace medio siglo para referirse a quien programaba música. Era frecuente en emisoras colombianas, para profesionales como Jaime Arturo Guerra Madrigal o Hernán Restrepo Duque, entre otros. Ese vocablo fue reemplazado por la locución inglesa disc jockey, que más adelante se redujo a DJ. El Diccionario panhispánico de dudas incluye las formas disyóquey, singular, y disyoqueis, plural, como adaptaciones españolas de disc jockey. Hoy está de moda referirse a este oficio como DJ, pronunciado en inglés, lo que origina la forma española diyey, recomendada por Fundéu. Ahí tienen, pues, otra nueva palabra que hace fila para entrar al Diccionario de la lengua española: diyey.
Barbacoa
Cuando Colón y sus muchachos llegaron a América en 1492, fueron recibidos por los taínos, que habitaban la isla La Española, donde hoy se asientan Haití y República Dominicana. Una de las palabras que aprendieron fue barbacoa, como se denominaba la parrilla donde se dejaban los alimentos para que no fueran alcanzados por los animales. Esta palabra taína fue incorporada al español y al portugués como nombre de la parrilla en la que se asaban los alimentos. Los anglohablantes la tomaron del español, y siglos después redujeron barbacoa al símbolo BBQ, que como bumerán regresó al mundo hispanohablante donde se instaló cómodamente. Hoy los conjuntos habitacionales ofrecen viviendas con BBQ y zonas comunes de recreación con BBQ, lo que resulta ser un gancho de venta en negocios de finca raíz. Hay quienes escriben “barbiquiú”, pronunciación habitual de BBQ, adelantándose a lo que quizá dentro de algunos años haga la RAE para españolizar esta voz. Esta escritura que parece hoy demasiado exótica es similar a la de palabras como oenegé (de la sigla ONG) o a otras adaptaciones fonéticas del inglés como okey (de O. K.) y diyey (de DJ).
Para quienes se extrañan con estas novedades, conviene recordar que el léxico español está formado por palabras adaptadas de otros idiomas, como aquelarre (del íbero), camisa (del galo), alumno (del latín), democracia (del griego), bigote (del germano), ojalá (del árabe), ají (del taíno), tomate (del nahua), tote (del chibcha), papa (del quechua), marimba (del bantú), espagueti (del italiano), carnet (del francés), estándar (del inglés), iglú (del esquimal), gurú (del sánscrito)..., por dar apenas algunos ejemplos.
FERNANDO ÁVILA
Experto en lingüística y ortografía
fernandoavila1952@hotmail.com