El lanzamiento de 181 misiles balísticos desde Irán contra Israel marcó este martes una de las jornadas más tensas del último año entre los ciudadanos israelíes. Las alarmas antiaéreas sonaron repetidamente temprano a la noche en todo el centro del país y en amplias partes del sur, lo que se sumó a las sirenas que suenan habitualmente en el norte por los disparos lanzados por Hezbolá en la frontera con el Líbano.
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“Bajamos al refugio y decidimos quedarnos para no estar subiendo por las escaleras a cada rato con nuestra bebé”, comentó Mijal, de 33 años, quien vive en un edificio en Tel Aviv con su esposo, Gai, y la hija de ambos, que aún no ha cumplido un año.
“Tuvimos que levantarla de su cama porque ella se duerme temprano, no es sencillo bajar los dos pisos rápido”, le relató la mujer a este diario.
Esta pareja de israelíes no tiene una habitación blindada en su apartamento, sino un refugio general para todos los habitantes del edificio en la planta baja.
En la ciudad aledaña Ramat Gan, Gadi y Stella vivieron la jornada con más tranquilidad. Dado que viven en un edificio nuevo, las piezas están blindadas, lo cual evidentemente lo facilita todo. Para minimizar la angustia de sus hijos, de 3 y 5 años, la habitación de los niños es precisamente el refugio blindado al que ellos, los padres, corren cuando suena la alarma.
Lo que más los alteró fue oír los estruendos de fondo, las explosiones
“En general, nunca se despiertan, pero esta vez no fue así”. Gadi contó que al oír las alarmas y más aún varias muy seguidas, los niños “se asustaron bastante. Pero lo que más los alteró fue oír los estruendos de fondo, las explosiones, aunque no supiéramos si eran las interceptaciones de los misiles en camino o impactos en tierra”.
La población israelí vive estas situaciones con una combinación de nerviosismo y al mismo tiempo confianza, dado que su exitoso sistema de defensa antiaérea logra interceptar un alto porcentaje de los misiles en camino.
Pero, tal cual recalca repetidamente el Comando de Defensa civil, no es algo hermético, por lo cual se exhorta con insistencia a la población a respetar las instrucciones, entrar a espacios protegidos apenas hay alarma y proceder de acuerdo a todas las indicaciones. “Eso salva vidas, está comprobado”, dijo el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel Daniel Hagari.
El disparo de cohetes y misiles que hacen sonar las alarmas nada tiene de nuevo en Israel. Desde la Franja de Gaza hacia territorio del sur de Israel, comenzó ya a inicios del 2001 y continuó, con altibajos e intervalos, hasta hace muy poco. El 8 de octubre empezaron los disparos de cohetes desde Líbano al norte de Israel y más de 65.000 habitantes de la Galilea fueron evacuados de sus casas por el peligro.
Pero 181 misiles balísticos es otra cosa.
A media tarde, súbitamente, el Comando de Defensa Civil anunció que ajustaba las instrucciones de seguridad, agregando a todo el centro del país y grandes partes del sur al norte ya limitado, señalando que no puede haber aglomeraciones de más de 300 personas a la intemperie ni de más de 30 en interiores. Además, solo se puede acudir a trabajar o a estudiar únicamente si hay certeza de que las personas pueden llegar a tiempo a los resguardos. Eso incluye a Jerusalén y Tel Aviv.
En las calles, la dinámica que se da entre la gente es propia de situaciones de emergencia. Al escucharse las primeras alarmas antiaéreas, las personas que viajan en carro procuran manejar por el lado derecho del carril con el fin de poder estacionar rápido. A los israelíes se les enseña que, en caso de bombardeo, lo mejor es alejarse del vehículo y tirarse al suelo con las manos en la cabeza. La otra opción, si se está fuera de casa, es dirigirse directamente a uno de los tantos refugios que hay dispuestos en todo el territorio israelí.
Estas emergencias también suelen provocar pánico y estrés entre la ciudadanía. Una vez se apagaron las alarmas, la carretera que conduce de Holon a Tel Aviv tenía un enorme embotellamiento de tránsito.
Un poco más adelante quedó claro que la razón del estancamiento era un accidente que había involucrado a tres automóviles, probablemente causado por el nerviosismo que sienten las personas al escuchar la alarma cuando se está en carretera.
De fondo, siempre están las preguntas complejas como “hasta cuándo podemos vivir así”. Respuestas aún no hay.
JANA BERIS - EL TIEMPO - JERUSALÉN