'Me acepté como soy cuando entendí que la historia que nos contaron sobre África no es real': Edna Liliana Valencia

hace 2 semanas 48

Ser la primera presentadora negra con su pelo natural afro en las pantallas se convierte en un logro, cuando niñas pequeñas con su mismo aspecto, creen que hay un espacio para ellas en la televisión e incluso el mundo. Eso es lo que ha regalado Edna Liliana Valencia, una escritora y periodista que también se ha dado al trabajo de entender la sociedad, el racismo y de deconstruir el statu quo que se tiene sobre la raza en Colombia.

En conversación con EL TIEMPO, la experta cuenta cómo ve el racismo en Colombia, lo que ha vivido para escribir un 'mapa' de esta problemática en el mundo, cómo las microviolencias terminan por perjudicar a la comunidad afro, entre otros temas que dejan ver que aún hay mucho por trabajar en la materia. 

Su última gran entrega es La diáspora pérdida, un libro que reúne voces afro y cómo se vive el racismo en varios países del mundo. Por ejemplo, en las páginas del texto está la perspectiva de Yolanda Arroyo de Puerto Rico, Juliana Borges de Brasil, Alberto Abreu de Cuba y más relatos en los que se mezcla la reportería con poesía. 

"No es un libro que únicamente habla del racismo en Estados Unidos, en Brasil o en Colombia, sino también de lo bello que ha dejado la herencia africana en esta diáspora que todavía vibra, que todavía aporta a la construcción de cada uno de estos países", dice la escritora. 

Valencia también participó en la película Encanto, como consultora de Disney Animation Studios en temas de representación afro, es experta en estudios afrolatinoamericanos, certificada por la universidad de Harvard. Es recordada por muchos por su paso, de más de 15 años en medios de comunicación nacionales e internacionales. Fue la primera periodista afro en el canal nacional Noticias RCN en donde, por 4 años más, destacó con sus informes sobre las poblaciones diversas del país y recibió cuatro premios como creadora de la primera fuente de noticias enfocada en temas de diversidad.

Edna Liliana Valencia

Libro de Edna Liliana Valencia, 'La diáspora perdida' Foto:Cortesía

¿Cómo ve a Colombia en temas de racismo actualmente?

Si bien pienso que hemos evolucionado, también siento que el racismo, sin que se haya recrudecido, se ha hecho muy evidente, especialmente en el lapso que lleva la Vicepresidenta Francia Márquez como parte del alto Gobierno. 

El hecho de que ella se encuentre ahí ha generado una ola de comentarios racistas en las redes sociales, de cubrimiento racista por parte de medios de comunicación, de expresiones racistas dentro de la política. Esto no es nuevo, el racismo en Colombia siempre ha sido terrible. Este es un ejemplo de cómo la gente encontró una excusa para soltar el racismo guardan en sus mentes.

Lastimosamente no es la forma de pensar de un par de personas. La mayor parte de la población colombiana todavía tiene ese tipo de conceptos, en los que se refieren a nosotros como esa 'indiamenta'. 

¿Y en qué sí hemos evolucionado?

Solamente el hecho de que haya editoriales importantes que quieran publicar libros como el mío, muestra una tendencia a la reflexión y a la creación de nuevos conocimientos. 

Aunque mi libro La diáspora perdida fue el que se lanzó ahorita en la FILBO, mi primer libro, que es El racismo y yo, platea antirracismo, soluciones y reflexiones. Ambas obras están pensadas para que las personas sepan cuáles son los preceptos que tenemos en nuestra sociedad, cuáles se expresan en nuestras formas de actuar y hablar, y cuáles siguen redundando en una forma racista.

¿Cómo cree que se replican las ideas racistas en nuestro país?

En la educación colombiana siguen existiendo muchísimos conceptos que vienen del racismo. Que te digan en el jardín infantil —aunque parezca una bobada— que hay que colorear con el color “piel”, deja por fuera la posibilidad de que la población con piel más oscura se represente.

Esos pequeños detalles van afectando el autoconcepto, la identidad de las personas racializadas. Otro tema es el de las muñecas. Estas tradicionalmente eran blancas y rubias —la Barbie, por ejemplo—. Esto no es una casualidad, antes se pensaba que las mujeres rubias eran “las más bonitas”. Esto es una imposición de la belleza eurocentrada, que desde la primera infancia le dice a las niñas blancas que son lindas y a las niñas negras que no lo son. 

Esto lleva a que personas digan: “No, es que mi cabello es ondulado, pero quiero que sea liso”, “es que mi cabello es crespo y quiero que sea rubio”. Y nos van modificando, nos van amoldando nuestra forma de ver la realidad a una realidad, a una forma en que la blanquitud siempre está en un lugar de superioridad. 

Entonces ahí es muy fácil luego pensar que hay que “mejorar la raza”. Entonces, que yo como mujer negra debo casarme con un hombre blanco para que mis hijos salgan más claritos, no salgan con el pelo “tan malo”. 

Edna Liliana Valencia

Edna Liliana Valencia Foto:Cortesía

El cabello tiene mucha relevancia en la identidad Afro, ¿por qué?

Mi cabello es natural afro, y todo lo que tiene que ver con la estética —especialmente el tema del cabello— ha sido una de mis herramientas de comunicación más importantes. Lo ha sido como periodista, como escritora, como poeta, como artista y como empresaria.

Las mujeres estamos sometidas, de forma mucho más agresiva y violenta, a unos estándares de belleza. Pero, en el caso de las mujeres negras, esto no es solo misoginia: también es racismo. Cuando me dicen que mi pelo afro es “malo”, “sucio” o “desaliñado”, eso es una manifestación profundamente racista.

Lo que se está haciendo es estereotipar un rasgo específico de mi fenotipo étnico. Esto también pasa de forma más sutil, por ejemplo, si tienes ondas en tu cabello y vas a una entrevista de trabajo, muchas veces decides planchártelo porque te han hecho pensar que así te ves más formal, más profesional.

Este cabello yo no lo escogí el día en que nací, sin embargo, lo elegí el día en que renuncié a transformarlo con químicos. Porque eso es como mutilar una parte de tu cuerpo. Son químicos que pueden quemar la piel, que causan quemaduras de segundo grado. Esos productos pueden provocar incluso miomatosis uterina, cáncer de útero, cáncer cervical... un montón de enfermedades que vienen del racismo al que somos sometidas, porque se nos dice que debemos “mejorar” nuestra estética y raza.

¿Alguna vez esto le afectó a usted?

Me acepté como soy cuando entendí que la historia que nos contaron sobre África no es real. África no es un país. Es un continente. Tiene 55 países, muy diversos entre sí, y es la cuna de la humanidad. Esa conciencia empezó a cambiar mi manera de entenderme como afrodescendiente. Ya no solo como descendiente de personas esclavizadas, sino también como descendiente de reyes y reinas. Entonces empecé a mirar mi cabello con otros ojos.

Edna Liliana Valencia

Edna Liliana Valencia con su libro 'La diáspora perdida' Foto:JuanDa Camacho

Cuando hice la transición capilar —porque lo intenté tres veces hasta que finalmente lo logré— volvió a mí un poder, una identidad, un amor propio que antes no sentía. En mi primer libro, ese proceso está acompañado de muchos poemas. Y en el segundo, que se llama La diáspora perdida, comparto mis viajes por el continente africano y cómo en cada país se vive el tema del cabello. Por ejemplo, cómo se aborda en Panamá, en República Dominicana, en Brasil, en Estados Unidos.

¿Esto lleva a otras implicaciones diferentes a la estética?

Claro, una niña a la que desde pequeña le han estado quemando la cabeza con esos productos, de grande puede preferir casarse con un hombre blanco para que sus hijos “tengan el pelo bueno”. Y no estoy en contra de las relaciones interraciales —cada quien es libre de amar como quiera—, pero si la razón por la cual te casas con un hombre blanco es para mejorar la raza de tus hijos. Eso está mal.

Las niñas que vienen del Chocó, por ejemplo, que llegan a Bogotá a estudiar con una beca que consiguieron, apenas tienen la oportunidad, se enfrentan a chicos mestizos o blancos bogotanos que las ven desde una mirada exotizante: “Ay, mire esta negrita, vamos a ver”. Y todos esos conceptos se juntan y terminan afectando profundamente las posibilidades de desarrollo de estas mujeres negras.

Algo tan sencillo como amar nuestro cabello —o no— tiene consecuencias profundas. Así que, más allá de cómo cada quien decida peinarse, para mí la oportunidad de hablar de la estética afro nos lleva a conversaciones muy profundas sobre el racismo en Colombia, y sobre cómo seguimos afectando nuestra salud, nuestra identidad.

Y al otro lado, está la exotización de la raza. ¿Es igual de grave?

Es una forma de racismo, sin lugar a dudas. Lo que pasa es que muchas veces el racismo se disfraza, se transforma, muta… Por ejemplo, cuando te dicen: “Tú tienes una belleza muy exótica.” ¿A qué se refieren? Mi belleza es belleza, punto. No por tener el cabello afro resulta que soy exótica. Sencillamente, soy hermosa. Y ya.

Esa frase de “Ay, déjame tocar tu cabello, a ver qué se siente”, como si uno fuera una rareza, una atracción de circo. Pero mi cabello es parte de mi cuerpo y nadie tiene por qué tocarlo. Yo nací y crecí en Bogotá, y muchas veces era la única niña negra en mi entorno, la única adolescente negra. Me pasó varias veces que me decían cosas como: “Ay, venga, negra, deme un beso, a ver qué se siente. Nunca he besado a una negra.” ¿Y qué se va a sentir? Lo mismo que con cualquier mujer. 

También pasa con los disfraces. En Halloween, por ejemplo, hay gente que se disfraza de negros. Se pintan la cara de negro, se ponen pelucas afro, se pintan los labios de rojo, las palmas de las manos de blanco. Y dicen que es “un homenaje” a la raza negra. ¿Quién se disfraza de otro ser humano? Si fuéramos considerados parte de la humanidad, eso no pasaría. Somos una población que ha sido esclavizada, estigmatizada, vulnerada. Es una falta de respeto total disfrazarse de nosotros, porque hemos sufrido demasiado: siglos de esclavización y discriminación.

Te pongo un ejemplo: ¿Tú te disfrazarías de mujer víctima de violencia? ¿Te pondrías un ojo morado, una cicatriz en la cara, lágrimas? No, ¿cierto? Porque eso sería una falta de respeto. ¿Entonces por qué sí está bien disfrazarse de negro, de colonizador, o hacer que un niño se vista de Cristóbal Colón y una niña de indígena? Como si no fuera una historia dolorosa de nuestro país.

María Jimena Delgado Díaz

Periodista de Cultura

IG @mariajimena_delgadod

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