En una gala celebrada en junio después de las elecciones más reñidas en Sudáfrica desde el fin del apartheid, una cantante recordó a los políticos reunidos su trabajo. “Quiero implorarles que piensen en la gente de este país y en por qué han sido electos”, dijo Thandiswa Mazwai.
Muchos de los escuchas eran miembros del Congreso Nacional Africano, el partido con mucho tiempo en el poder y que acababa de sufrir dolorosas derrotas, una reprimenda de los electores frustrados por la corrupción y la mala administración. Mazwai entonces entonó canciones cuyas letras hablaban de “tontos como líderes” y “ladrones” que “deberían abandonar el Parlamento”.
Es poco probable que reprender a su público le cueste futuros trabajos a Mazwai —es demasiado popular. A sus 48 años, ha cantado para los sudafricanos durante 30 años, el tiempo que tiene el País de ser una democracia multirracial.
Mazwai se ha convertido en la voz de una generación nacida durante el violento ocaso del apartheid: el primer grupo de sudafricanos negros que disfrutaron de las libertades de una Sudáfrica democrática, pero que también enfrentaron sus decepciones.
“No tomo a la ligera mi trabajo”, dijo a los políticos esa noche. “Mi vocación es cantar la alegría del pueblo y cantar la tristeza del pueblo”.
Nacida en 1976, un año en que un levantamiento de escolares y la brutal respuesta policiaca indignó a Sudáfrica, la vida de Mazwai ha estado marcada por la zozobra política.
Su trayectoria como cantante comenzó en 1994, cuando Sudáfrica celebró sus primeras elecciones democráticas. Tres de sus cuatro álbumes como solista se lanzaron en años electorales, lo que ella describió como “fortuito”.
La energía era “la adecuada para poner mi voz en ello”, dijo sobre su álbum más reciente, “Sankofa”, lanzado antes de las elecciones. El título proviene del idioma twi de Ghana y significa “regresar y recoger lo que quedó atrás”.
La música de Mazwai a menudo añora un pasado idílico, inafectado por el racismo y el colonialismo, pero mantiene la urgencia del presente.
No siempre ha sido una crítica de los líderes sudafricanos. Su carrera despegó durante la euforia de la Presidencia de Nelson Mandela, de 1994 a 1999, y cantó para él en varias ocasiones.
Formó parte de un grupo pionero de músicos que crearon el sonido de la nueva democracia: la música dance rebelde, conocida como kwaito, que tomaba del hip-hop, el R&B y el pop africano. Con la banda Bongo Maffin, Mazwai llevó el kwaito al resto del mundo.
El grupo, fundado en 1996, se convirtió en celebridad. La relación de Mazwai con un compañero de banda y el hijo que tuvieron juntos acaparó los titulares. Las jóvenes copiaron su estilo de moda africana contemporánea, como usar un turbante con un traje formal o pintar puntos tribales en su rostro.
En su primer álbum solista, en el 2004, “Zabalaza”, que significa rebelión o revolución en el idioma xhosa, Mazwai abarcó el jazz, el funk y el soul. La revolución ya no era contra el régimen del apartheid, sino contra la pandemia de VIH, la pobreza extrema y el desempleo —todos mal manejados por el partido gobernante.
“Creo que el papel del artista es utilizar sus dones intencionalmente para liberar a la gente del sufrimiento”, dijo.
La ira y el sufrimiento de sus álbumes siempre están templados por el amor, y en “Sankofa” Mazwai ofrece un bálsamo tranquilizador. Canta “Kulungile”: Todo va a estar bien.
“No tomo a la ligera mi trabajo. Mi vocación es cantar la alegría del pueblo y cantar la tristeza del pueblo”.