Mari Leivis Sánchez, plata en los Juegos Olímpicos, es oro como madre cabeza de familia: perfil

hace 3 horas 11

Han pasado casi seis meses desde que Mari Leivis Sánchez ganó la medalla de plata en los 71 kilos de las pesas en los Juegos Olímpicos de París-2024, y gracias a este triunfo la vida le ha cambiado del cielo a la tierra.

No era una atleta reconocida. Llegó a París como el ‘as bajo manga’ de la delegación y al final respondió. Hoy, Mari es otra y ha vuelto a la normalidad tras la hazaña en territorio francés. Está al frente de la casa. Cuida de su hijo, Ismaid Elías Yánez Sánchez, de solo cinco años, y está preocupada por la decisión del gobierno del Presidente, Gustavo Petro, de rebajar el presupuesto para el deporte en un 65 por ciento para el 2025.

Mari Leivis Sánchez y su llamado al Gobierno del Presidente Gustavo Petro

“Es muy triste. Los deportistas somos los que más damos resultados en cada competencia. Llevamos la bandera y ahora bajan el dinero, el apoyo. Esto afecta a todas las federaciones”, le contó a EL TIEMPO.

Entiende que esa reducción de dinero jugará en contra de su preparación con miras a comenzar otro ciclo olímpico, el que finaliza en Los Ángeles 2028, justas en la que quiere ir por el oro.

“Nos vemos afectados por los viajes, las concentraciones, pero el Gobierno tiene que apoyarnos”, declaró la pesista antioqueña.

No es muy afín con los medios, con la gente. Es una persona tímida, introvertida y lo asegura. “Soy muy penosa, no me gusta casi hablar”, pero accedió a contarle su vida a EL TIEMPO.

La dura historia de Mari Leivis Sánchez, plata en los Olímpicos de París

Mari Leivis Sánchez Periñán nació el 8 de octubre de 1991 en Turbo, Antioquia. Sus padres son Erlinda Periñán Paternina y Yoniset Sánchez, y en ese municipio ha vivido casi toda su vida al lado de sus hermanos: Osmeyder, Osneyder Osmer y Darly Isabel. Se graduó de bachillerato en el colegio Marco Fidel Suárez, en Medellín; pasó a la Facultad de Contaduría, luego se decidió por la preparación física, carreras que quedaron en el aire porque pudo más el deporte.

Las pesas no fueron su primer amor; al contrario, no le gustaba ir al coliseo a levantar. Recuerda que comenzó en la lucha cuando tenía 13 años. Giovanni (no se acuerda del apellido) era el entrenador, pero ella no tenía mucho apoyo porque para esa disciplina no había dinero ni instalaciones para su práctica. Giovanni le recomendó que se cambiara, que hiciera pesas, pero en primera instancia a la medallista olímpica no le sonó la idea. Raquel Salomé le dijo que siguiera. Era una persona que iba por los colegios de Turbo mirando deportistas y se fijó en la figura de Mari como una opción grande para las pesas.

Así fue el momento.

Así fue el momento. Foto:Captura: Juegos Olímpicos París 2024

“No me gustaban las pesas, pero me tocó. Comencé a levantar y poco a poco le fui cogiendo cariño”, dijo.

La medallista de París asegura que era buena estudiante, pero era muy indisciplinada. Su mamá fue varias veces a la rectoría, pues el comportamiento de su hija no era el mejor. No quería quedarse en el salón. Le gustaba jugar bajo la lluvia, correr. 

Por esos años la situación de orden de Turbo había cambiado. Ya no se escuchaba que se presentaran robos, asesinatos; al contrario, a ella le tocó vivir una época mucho más tranquila.

“Había pandillas, pero desplazamiento por la violencia no. Tuve compañeros en esos malos pasos, pero no eran amigos. No viví la drogadicción, nosotros jugábamos a correr en el barrio Juan 23 en una infancia normal e inolvidable”, relató.

Yoniset trabajaba en Banacol, una empresa bananera, mientras que Erlinda era enfermera y trabajó en el hospital de Turbo, pero con los años se dedicó al cuidado de los niños en casa.

Con el tiempo, Mari Leivis Sánchez Periñán se ‘enamoró’ de las pesas. Su rendimiento era de los mejores y fue seleccionada para una competencia en Cisneros, Antioquia.

Tras el torneo fue invitada a unirse a un club de la capital antioqueña. Era una persona que siempre pensó en viajar, conocer. Habló con sus padres y le dieron el sí.

Llegó a Medellín, todo era nuevo y no extrañó nada. Con el tiempo sí, le dio nostalgia, le hacían falta sus padres, hermanos y amigos, pero no podía echarse para atrás, había que levantar la cabeza y no mirar para atrás.

“Lo más duro de dejar la casa fue alejarme de mi mamá. Comencé a entrenar más fuerte. Me enamoré de un muchacho, perdí la cabeza, me tocó salirme del deporte para estudiar y terminé el bachillerato”, contó.

"Hacía ensaladas, arepas. La verdad, cocino muy rico: arroz con coco, carne en bistec, pero los fríjoles es lo que mejor hago".

La relación acabó y a Mari Leivis la volvió añicos. A su mamá le tocó montarse en un bus e ir por ella a Medellín. Cuenta que fue un proceso duro y difícil, pero salió adelante.

Tiempo después regresó a la capital de Antioquia, pero no le dieron la oportunidad de entrenar, no la recibieron en el club, había pocos cupos y ya estaban asignados. Mari Levis viajó a Bogotá. La idea era cuidar a su abuela, Bernui Paternina, que falleció después tras trasladarse a Cartagena.

Mari Leivis Sánchez trabajó en un restaurante en Bogotá

Mari se quedó en Bogotá. Ayudada por su hermano, Osmeider, consiguió un trabajo en un restaurante cerca del aeropuerto El Dorado. Le tocaba cocinar, pero para ella no era problema, pues advierte que es una de las cosas que mejor hace.

“Hacía ensaladas, arepas. La verdad, cocino muy rico: arroz con coco, carne en bistec, pero los fríjoles es lo que mejor hago. Con ese dinero me mantuve, pero decidí volver a Antioquia”, recuerda.

Darly Isabel, su hermana, era pesista, todavía compite por las Fuerzas Armadas, habló con la gente del Meta y Mari Leivis comenzó a defender los colores de ese departamento. Vivió en Tuluá, Valle del Cauca, el DT era Aymer Oroco. Estuvo entre el 2012 y 2013, pero hizo ese sacrificio porque quería seguir en el deporte.

Con el Meta estuvo hasta el 2016, año en el que su vida tomó un nuevo rumbo. Mari Leivis fue a parar a Maturín, Venezuela. Otra vez el amor la hizo cambiar de forma drástica. Se fue a buscar un mejor futuro, pero poco duró esa ilusión. Viajó con su novio, Edward Vásquez, pesista de ese país, pero las cosas no salieron como ella esperaba. Mari quería tener la nacionalidad venezolana; sin embargo, comenzó a escasear la alimentación, no se podía salir a la calle y decidió devolverse.

Fue duro conseguir para los pasajes, pues a los atletas no les pagaban. Como pudo, Edward logró un dinero y le pagó el transporte. Mari regresó y él se quedó. A los pocos meses, Edward volvió a Colombia. Fue a buscarla a Turbo, pero ya había poco de la relación. Sánchez se fue para Medellín. Él vive en Turbo.

“Me tocó parar porque en un examen me di cuenta que estaba embarazada. Me dio duro".

“No quería el deporte después de eso, quería estudiar. Mi tía Nubia me ayudó para regresar a Medellín y fue cuando comencé la contaduría. El DT Juan Ruiz me insistió para que volviera. Yo le decía que era perder el tiempo, pero me insistió tanto que hablé con mi tía y a ella no le gustó la idea, porque quería que estudiara”, relató la pesista de 33 años.

Mari Levis volvió al coliseo para entrenar con la Liga de Antioquia. Le dieron unos meses, si los resultados eran buenos, se quedaba. Dejó los estudios y se metió de cabeza a las pesas.

Ruiz fue un gran apoyo. La llevó por el camino correcto, el del triunfo, quizás, sin querer queriendo, estaba preparando a una medallista olímpica. En 2020 todo cambió. Llegó a la dirección técnica la expesista Mónica Picón, quien estuvo al lado de Luis Carlos Santamaría y Mari se mantuvo con ellos. Cuando era una de las pilares del equipo recibió una noticia que, en su momento, la dejó desconsolada.

“Me tocó parar porque en un examen me di cuenta que estaba embarazada. Me dio duro. Estaba tan metida en la competencia y llegué a pensar que era el fin del deporte para mí. Claro, nada contra el bebé, pero ya estaba muy entusiasmada con lo que hacía”, dijo.

“Ya tenía los planes trazados con los entrenadores y fue un duro golpe. Lloré, pensaba que no iba a tener apoyo, pero mi familia me ayudó. Me concentré en cuidarme, en que al niño no le hiciera falta nada y en estar bien”, reflexionó.

Mari Leivis Sánchez

Mari Leivis Sánchez Foto:Tomada de Claro Sports

Pasó el tiempo y nació Ismaid Elías. Desde el comienzo no ha vivido con el papá del bebé, Luis Fernando, pero sí le dio el apellido. Ismaid ha sido el motor de Mari Leivis. Una vez nació, tan pronto pudo, volvió a los entrenamientos. Mari aseguró que no le dio duro, pero lo mejor fue que la recuperación tras el embarazo no fue traumática.

“Él fue un impulso para esa medalla y lo hago todo por él. Vivimos los dos. Soy cabeza de familia. Mi tía Patricia me ayuda con el niño cuando no estoy. El papá me colabora, no lo puedo negar. Llevo la responsabilidad de su crianza y ha sido mi todo, me impulsa y por él hago lo que hago”, dijo Mari Leivis.

Hoy recuerda lo que pasó ese 9 de agosto de 2024, cuando en el Arena Paris Sud 6 dio la sorpresa. Sánchez no tenía claro por lo que estaba luchando. Antes de los Juegos Olímpicos el cuerpo técnico la veía peleando un bronce y Mari siempre subió a la plataforma con el objetivo de conseguir esa meta, pero las circunstancias de la competencia la llevaron a ir por la plata.

Nunca, durante el ejercicio, se dio cuenta. Pensaba que estaba luchando por el tercer lugar, por eso Luis Arrieta, el DT, cuando salió al último intento, le repetía y le repetía: “Mari, faltó solo uno, solo uno”.

Ella agarró la palanqueta y cuando vio la luz verde de ejercicio válido la soltó, se llevó las manos a su cara y lloró, pues ya había logrado su objetivo: ganar la medalla. Se bajó de la tarima, abrazó a Arrieta, entró al camerino, lloró y habló con su familia. Confiesa que no era favorita y que eso fue quitarse presión.

“No pensaba en la medalla, lo que quería era no embarrarla, cumplir con mi rutina y me encontré la presea”, confesó.

Y es verdad. Era séptima en el escalafón de la categoría. Sin embargo, su idea de no “hacer el oso”, pues era la última representante colombiana de las pesas en competir, la llevó más lejos, a subir a un podio.

Allá, en París, calzó unas medias con la imagen de Luffy, el protagonista del famoso anime One Piece. “Me identifico con él, porque siempre lucha por una meta y eso me pasó”, sentenció Mari con la medalla de plata en sus manos.

Lisandro Rengifo

Redactor de EL TIEMPO

@lisandroabel

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