Con la inminente posesión de Nicolás Maduro, el gobierno del presidente Gustavo Petro se enfrenta a un doble desafío: por un lado, lidiar con el complejo escenario diplomático derivado tras el fraude electoral denunciado por la comunidad internacional y la oposición; y por el otro, manejar una encrucijada en los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (Eln), una negociación que se ha convertido en el pilar central de su política de ‘paz total’, pero que avanza bajo la atenta mirada del régimen venezolano.
Venezuela es garante de los diálogos entre las delegaciones lideradas por Vera Grabe y por alias ‘Pablo Beltrán’, y sede de las conversaciones que se desarrollan con miras a descongelar el proceso. Caracas, además, recibió los dos encuentros previos en los que se trazó la hoja de ruta para ponerle fin a la crisis y dos rondas de la mesa. Es decir, el país vecino juega un papel crucial en los esfuerzos de paz del presidente Petro, aunque al mismo tiempo es la retaguardia estratégica de una guerrilla y el refugio, con el consentimiento del régimen, de varios de sus principales cabecillas.
Esta dualidad convierte a Maduro en un aliado necesario, pero potencialmente riesgoso en cualquier conversación de paz. Es esta situación, además de la postura del Gobierno frente a la posesión de un régimen que ha sido acusado de violar los derechos humanos y manipular el proceso electoral, la que ha generado duros cuestionamientos por exfuncionarios ligados a procesos de negociación, quienes incluso ven el encuentro programado para este mes como otra forma de darle legitimidad a la dictadura.
Nicolás Maduro y Gustavo Petro. Foto:Prensa Presidencia
“La invitación clara y concisa es que el gobierno colombiano no solamente no participe de la posesión del dictador Maduro, sino que deje de llevar a cabo las negociaciones con el Eln en ese país, porque no haría nada distinto a legitimar esa dictadura”, dijo la semana pasada el ex Alto Comisionado para la Paz del Gobierno de Iván Duque, Miguel Ceballos.
La decisión para el Gobierno colombiano no parece sencilla. Para varios analistas, en este caso existe el riesgo real de que las negociaciones se vean afectadas ante un cambio de postura. No hay que olvidar cómo se refirió Maduro a este proceso cuando el presidente Petro habló en agosto sobre los resultados de las elecciones y puso sobre la mesa la idea de establecer una especie de Frente Nacional en ese país.
“Soy el garante de la negociación de paz, Venezuela es garante y jamás voy a dar opiniones de qué debe hacer Colombia para superar la guerra que está terrible (...) Jamás voy a decir: Colombia, su Gobierno, debe hacer esto y sacar en mis redes sociales un consejo (...) y seguiremos ayudando a Colombia en su proceso de paz sin intervenir en los asuntos internos”, dijo el mandatario venezolano horas después, declaración que fue interpretada como una amenaza directa al proceso.
Esta situación pone al gobierno de Gustavo Petro en un dilema difícil de resolver y plantea una pregunta clave: cómo avanzar en los procesos de paz con el Eln, donde Venezuela juega un papel clave, sin caer en la trampa de legitimar a un régimen como el de Maduro, cuyo estatus internacional sigue siendo controvertido.
El 10 de enero el régimen tomaría nuevamente el mando. Foto:EL TIEMPO
A esto hay que sumarle otra pregunta: cómo evitar que las negociaciones de paz con grupos que pueden despertar intereses para Venezuela estén constantemente atados a los vaivenes políticos del país vecino.
Para Manuel Camilo González, profesor de Relaciones Exteriores de la Universidad Javeriana, si bien la legitimidad del régimen de Maduro hoy es inexistente, la naturaleza binacional del conflicto y la implicación de Venezuela en el proceso de negociación obliga al gobierno de Gustavo Petro a pensar muy bien su próxima jugada.
“Considero que este es un asunto de seguridad binacional que desafortunadamente tiene una prueba ácida: la legitimidad de uno de los actores que hace posible que el Eln esté sentado en la negociación. El hecho de que esta guerrilla tenga una cara bifronte, grupo armado ilegal en Colombia y actor cuasi paraestatal en varios estados de Venezuela, hace que el gobierno colombiano deba tomar con pinzas sus siguientes pasos frente a Maduro”, señaló el analista.
En este contexto, frases como las pronunciadas por Maduro en agosto durante una cumbre virtual con jefes de Estado de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), en donde afirmó tener “amigos poderosos” en Colombia que los “protegerán y están dispuestos a todo”, cobran mayor relevancia.
En ese sentido, González, ve dos posibles escenarios para el Gobierno. “No reconocer directamente a Maduro equivale a perder probablemente a la voluntad de mediación de Venezuela en el proceso como una directa retaliación, lo que implicaría que Venezuela siga siendo un refugio y una plataforma para este grupo armado ilegal para sus acciones violentas”, señaló.
Vera Grabe, jefa de la delegación del Gobierno en la mesa con el Eln. Foto:Delegación de paz del Gobierno
Por otro lado, considera que mantener la estrategia del reconocimiento “implícito” mantiene altas las posibilidades de que Caracas siga siendo la sede de los diálogos y favorecería el avance del proceso de negociación. “Por tanto, considero que las ‘consideraciones prácticas’ casi que obligan a Petro a avalar a su mediador, incluso cuando esté enfrentando una crisis de legitimidad en su propio país”, señaló el analista.
Cabe mencionar que este apoyo a la paz de Colombia no es nuevo, ni de voluntad exclusiva de Maduro. De hecho, se remonta a los años 90. Fue en Caracas, en junio de 1991, cuando el gobierno de César Gaviria y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar -que por entonces agrupaba miembros del Eln, las Farc y las disidencias del Epl- dieron inicio a las negociaciones de paz con la mediación del entonces presidente venezolano Carlos Andrés Pérez. Dicha mesa se terminaría trasladando a Tlaxcala tras el primer intento de golpe de Estado de Hugo Chávez.
Más conocido fue el rol de acompañante de ese país en las negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las extintas Farc. La llegada de Hugo Chávez y su estrecha relación con la guerrilla -versión confirmada por excomandantes de ese grupo a la Comisión de la Verdad-, facilitaron los contactos entre las partes.
‘Antonio García’, que está en Venezuela. Y en Cuba, ‘Gabino’ y ‘Pablo Beltrán’. Foto:Archivo particular
Carlos Velandia, excomandante del frente 'Domingo Laín' del Eln y ahora promotor de paz, señaló que se debe tener claro que la guerrilla jamás permitiría que Maduro les dé órdenes y que su presencia allí tiene que ver con interés mutuo.
“Nadie duda de que haya una cercanía política e ideológica, pero eso no debería asustar a nadie. Tampoco se está buscando ocultar ni desde Venezuela ni desde el Eln. Esto antes de perjudicar puede ayudar. Creo que también el presidente Maduro tendría una ascendiente o cierta influencia positiva para promover que el Eln tome la decisión de superar la lucha armada”, dijo.
El analista agregó que Venezuela, sin importar el gobierno, puede y debe ayudar a mediar para resolver el conflicto con el Eln. Además, que dicha cercanía no debe ser vista como un obstáculo. “Venezuela también tiene un problema porque no puede mantener de manera eterna los grupos colombianos en su territorio. Venezuela tiene que hacer algo porque está en riesgo tanto la seguridad nacional como también la situación de orden público dentro del país”, concluyó.
Y aunque la inminente posesión de Maduro en Venezuela mantiene al país político atento a la posible asistencia de un representante del Gobierno de Petro, el foco también estará en el rol que jugará Venezuela en este proceso de negociación a partir del 10 de enero, y en cómo el Gobierno colombiano logrará evitar que estas conversaciones queden atadas a la legitimidad de un régimen cuestionado.
CAMILO A. CASTILLO
Redacción Política
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