Cuando el presidente Volodymyr Zelensky de Ucrania partió recientemente a Estados Unidos en una misión diplomática con mucho en juego, tenía un objetivo por encima de todos los demás: reavivar un sentido de urgencia respecto a la suerte de Kiev mientras la guerra con Rusia se encamina hacia lo que promete ser otro invierno brutal.
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Pero después de una semana vertiginosa culminada por una reunión con el ex presidente Donald J. Trump el 27 de septiembre en Nueva York, Zelensky regresó a Kiev con “más preguntas que respuestas sobre el futuro cercano” del esfuerzo bélico de Ucrania, dijo Mikhail Minakov, director del programa de investigación sobre Ucrania en el Instituto Kennan, en Washington.
Lo único que parecía claro era que las perspectivas de Ucrania estaban ahora firmemente inmersas en la vorágine de la campaña presidencial estadounidense. A pesar de haber trabajado diligentemente para evitar verse envuelto en política partidista —mencionando la importancia de la solidaridad entre partidos en casi todas sus declaraciones públicas— Zelensky se encontró atrapado en la mirada hostil de Trump y sus partidarios.
Los republicanos pidieron una investigación de su viaje a una fábrica de municiones en Pensilvania; Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes de EU, dijo que Kiev debería despedir a su embajador estadounidense por organizar la visita; y Trump pronunció discursos denostando a Zelensky, tergiversando hechos sobre la guerra y haciendo eco a argumentos del Kremlin.
“Ucrania ha desaparecido”, dijo Trump, el candidato presidencial republicano, en un evento de campaña en Carolina del Norte. “Ya no es Ucrania"
“Cualquier acuerdo, incluso el peor, habría sido mejor que el que tenemos ahora”, afirmó.
La reunión de Trump y Zelensky, que duró aproximadamente una hora, fue un esfuerzo por mantener las relaciones bipartidistas. Pero hizo poco por aliviar las preocupaciones en Ucrania de que una presidencia de Trump podría conducir a un cambio dramático en la política estadounidense.
La vicepresidenta Kamala Harris, candidata demócrata a la Casa Blanca, reafirmó su apoyo a Ucrania después de una reunión con Zelensky el 26 de septiembre.
En una indirecta a Trump, dijo que quienes “obligarían a Ucrania a renunciar a grandes porciones de su territorio soberano” están cumpliendo las órdenes del Kremlin al impulsar una política de “rendición”.
La preocupación por Trump eclipsó la frustración de Ucrania con la Administración Biden, que Kiev cree ha sido demasiado cautelosa en su apoyo.
Durante su viaje, Zelensky recibió promesas de ayuda militar que debería ayudar a Ucrania a pelear durante el invierno, independientemente de quién gane las elecciones de noviembre. El compromiso del Presidente Joseph R. Biden Jr. de aportar 8 mil millones de dólares en armas —incluyendo bombas planeadoras, misiles de defensa aérea y una batería Patriot adicional— es un impulso que se necesita desesperadamente.
Oleksandr, un alto comandante de la 68ava Brigada Jaeger que pidió que sólo se utilizara su nombre de acuerdo con el protocolo militar, dijo que independientemente de lo que decidan los políticos en Washington, él no dejará de luchar.
“Incluso si no recibimos suministros, puedo decir con confianza que, en el caso de mí y mis subordinados, el 99 por ciento seguiremos peleando”, afirmó.