Tal como sucede usualmente por esta época, ayer Davos volvió a ser la meca del capitalismo, al menos durante la presente semana. Una vez más, cerca de 3.000 participantes empezaron a arribar al Centro de Congresos de la población más elevada de Europa –a 1.560 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de los Alpes suizos– con el fin asistir a la inauguración del evento en el que se discuten los temas más relevantes en la agenda global.
Y así sucederá hasta el viernes, cuando concluirá el último de los cerca de 300 paneles de discusión oficiales, sin contar aquellos que suceden de manera paralela en hoteles y diversas instalaciones. Más de un millar de ejecutivos de alto nivel –cuyas firmas pagaron cientos de miles de dólares por tener derecho a un puñado de cupos– están presentes, junto a académicos, científicos, jefes de entidades multilaterales, activistas y, por supuesto, líderes políticos.
Según los organizadores, este año el Foro Económico Mundial recibe la visita de 60 jefes de Estado y de Gobierno, aparte de docenas de ministros, provenientes de todos los confines de la Tierra. El cálculo es que hay delegados de 125 nacionalidades distintas, si bien buena parte de los asistentes representan a Europa y América del Norte.
Aunque a primera vista la escena parece la misma, Davos es a la vez igual y distinta. Las calles con la nieve apilada al lado, el tráfico infernal o las instalaciones de algunas de las marcas más conocidas a lo largo de la calle Promenade, se combinan con los pabellones de diferentes banderas, como ocurrre siempre.
Pero esta vez tuvo lugar hubo una particularidad en el arranque. La razón fue lo sucedido a 6.763 kilómetros al occidente de la localidad helvética, en la ciudad de Washington. Y es que justo a la hora en la que en la cual en otros años sucedía la ceremonia inaugural del Foro, Donald Trump prestaba juramento como el Presidente número 47 de los Estados Unidos.
Debido a ello, la determinación fue la de seguir adelante, pero solo con la agenda cultural, que consistió en un concierto, dejando para hoy los mensajes más sustantivos. En opinión de los organizadores era claro que muchos estarían pendientes de las pantallas para escuchar las palabras del nuevo inquilino de la Casa Blanca y registrar las primeras reacciones a sus palabras.
Y esa manera sutil de ceder el espacio fue mucho más allá de no competir por la atención del auditorio. Es mejor que pasen unas horas antes de pronunciarse frente a lo expresado por alguien cuyas posturas van en contravía de algunos de los principios sobre los cuales Davos ha construido su espacio: globalización, libre comercio, multilateralismo, cooperación internacional y acciones en favor del medio ambiente y el crecimiento sostenible.
No quiere decir que Trump ignore el evento, pues tiene programada una teleconferencia el jueves en la que hablará en directo desde la oficina oval. Sin embargo, es evidente que al otro lado del Atlántico soplan vientos distintos ante los cuales varios han decidido cambiar de rumbo.
Un par de ejemplos así lo confirman. Meta, la casa matriz de Facebook, decidió adoptar otros estándares a la hora de filtrar el contenido que publica, los cuales coinciden con la postura de defender la libre expresión, así incluya falsedades. En un ámbito distinto, una serie de bancos norteamericanos abandonaron una coalición que buscaba limitar el financiamiento de proyectos contaminantes.
Amenazas y oportunidades
No obstante, la idea del Foro Económico es involucrarse también en el examen de las tendencias que afectan a la humanidad y no solo en los asuntos de la coyuntura. Aparte de lo que pase en el terreno político, la insistencia es que la era de la manufactura como motor de transformaciones está llegando a su fin, para darle paso a la de la inteligencia artificial, de la mano de la revolución tecnológica.
Como siempre que hay un giro en la historia, ese advenimiento está lleno de amenazas y oportunidades. Con respecto a las primeras, basta recordar lo que avances como la robotización y los algoritmos predictivos pueden significar para millones de puestos de trabajo, en la medida en que una máquina pueda desempeñar con mayor eficiencia labores que hoy le corresponden a una persona.
Visto desde un ángulo positivo, lo que se aproxima equivale a un nuevo renacimiento que impulsará la productividad y la calidad de vida de la mayoría. Pero ese futuro de promesas solo se concretará si se reconocen una serie de desafíos.
Debido a ello, la propuesta temática que trae Davos para la edición de 2025 se divide en cinco puntos. El primero es el de volver a imaginar el crecimiento, para que este deje atrás las cifras mediocres de los últimos años. Si bien la economía digital ya representa el 15 por ciento de la producción global, hay una serie de vulnerabilidades estructurales –como los elevados niveles de deuda pública– que solo se superarían si la velocidad del progreso fuera mayor.
Un segundo aspecto es el de la reconformación de la industria, que no será aquella de operarios con oficios repetitivos. Avances como la computación cuántica o la automatización plantean otros paradigmas que demandan cajas de herramientas distintas a las conocidas. Para citar un caso, el auge de la inteligencia artificial exigirá multiplicar las fuentes de electricidad que se requieren para centros de datos que demandan más energía que una ciudad intermedia.
Junto a los aparatos, también hay que pensar en la gente. Por eso, el tercer segmento al cual se le dedicará mucha atención es de invertir en las personas, tanto para reentrenarlas como para darles otras capacidades. Basta recordar que cerca del 40 por ciento de la fuerza laboral del planeta se verá afectada de aquí al final de la década por los desarrollos tecnológicos que están en marcha. Al mismo tiempo, hay cuellos en la oferta de profesionales, pues faltan programadores o analistas de datos, para solo mencionar un par de disciplinas.
Reconstruir la confianza
Como cuarto acápite, surge otra vez la insistencia en salvaguardar la Tierra. Que haya Presidentes a los que les preocupe menos el calentamiento global no quiere decir que este sea un invento, pues las pruebas están a la vista. Mucho se ha hecho en lo que corresponde a fuentes alternativas de energía, pero a este paso será imposible contener el alza en las temperaturas, con todos los peligros que conlleva y en eso se quiere recalcar.
Por último, la lista concluye con un llamado a reconstruir la confianza, tanto al interior de las sociedades como en el ámbito internacional. Elementos como la desigualdad o la polarización impulsada por las redes sociales han dado lugar a brechas más profundas que dificultan el entendimiento y el propio funcionamiento de las instituciones democráticas.
Los elementos descritos muestran que la agenda de cosas por hacer es amplia y diversa, por lo cual contar con múltiples puntos de vista enriquecerá el debate. Aun así, sería ilusorio pensar que durante los días que vienen en Davos se van a encontrar las soluciones a cada pendiente.
Sin embargo, es importante que el debate tenga lugar y más si en este intervienen líderes políticos y empresariales con peso específico en su respectiva nación. Tan solo ese esfuerzo de diálogo colectivo –en el cual la voz de América Latina es tímida– justifica la validez de una cita anual que muchos cuestionan, pero que trata de encontrar soluciones colectivas a partir del entendimiento mutuo. Y eso, en estos tiempos, no es poca cosa.
En retirada
Esta vez no habrá Casa Colombia, ni mucho menos un yipao que circule como el año pasado con su cargamento de bultos de fique y artesanías por las calles de Davos. Tampoco estará el Presidente de la República, pues Gustavo Petro decidió no hacerse presente en un evento al que había venido en las dos ocasiones anteriores. Y nada, claro, de delegación oficial compuesta por ministros o altos funcionarios, sobre todo después de que Diego Guevara, el titular de la cartera de Hacienda, señaló unos días atrás que la austeridad será la norma en un gobierno cuyos desafíos en el frente fiscal son amplios.
De tal manera que la responsabilidad de lo que se conoce como la “marca país” queda a cargo de otros. Un comunicado expedido ayer por ProColombia, señaló que “el café colombiano (…) será el protagonista de la participación de Colombia en la reunión anual del Foro Económico Mundial”.
Tal como ha venido sucediendo desde 2016, los asistentes podrán degustar la infusión hecha con el grano nacional en un par de estaciones de café –de varias existentes– ubicadas en el centro de congresos de la población suiza. Además, en la presente ocasión, se ofrecerán chocolates hechos con cacao colombiano para que sean debidamente “maridados” con la bebida.
Y para quien desee saber más, la entidad sostiene que los portavasos “contarán con códigos QR que invitarán a los asistentes a explorar más sobre las generalidades de Colombia como destino de negocios e inversión”. Esta será la manera de “mostrar al mundo las maravillas de este producto y su papel en la construcción de un futuro sostenible”, agrega el pronunciamiento.
Atrás quedaron, entonces, las citas bilaterales de alto nivel, los desayunos de promoción de otras épocas y la participación en paneles temáticos. Solo queda esperar que un buen tinto sirva no solo para combatir el frío sino para atraer recursos y proyectos, ahora que el perfil del país de la belleza debe adaptarse a la estrechez de fondos.