Tiene 39 años, es politólogo, cartagenero y cuando muchos pensábamos que lo suyo era el sector público —porque fue alcalde encargado de su ciudad y director de la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional—, hoy tiene una de las responsabilidades más importantes en el sector privado en América Latina: es uno de los vicepresidentes más jóvenes de la multinacional Coca-Cola.
Su historia es la de alguien que ha transitado con éxito entre dos mundos. Su nombres es Sergio Londoño Zurek y estas son las claves de lo que ha hecho y de lo que le falta por lograr.
Sergio Londoño es uno de los vicepresidentes más jóvenes de la multinacional. Foto:Redes sociales
Hablemos de tus orígenes. ¿Cómo influyó tu infancia en Cartagena en esa visión de liderazgo y de servicio público que siempre te hemos visto?
Cartagena es una parte esencial de quien soy. Esa ciudad, con todo su peso histórico, su diversidad, sus tradiciones, su gente, me formó. Pero también me enfrentó desde muy pequeño a los contrastes: riqueza y pobreza, privilegios y carencias. Vivir en una ciudad así te obliga a abrir los ojos desde temprano. Entendí que yo venía de un lugar privilegiado y que ese privilegio no podía vivirse desde la indiferencia. Desde el colegio y desde mi familia nos involucramos en actividades sociales, recorrimos barrios, conversamos con comunidades. Aprendí que uno no puede quedarse de brazos cruzados cuando hay tanto por hacer. Esa idea me ha acompañado toda la vida: si uno tiene herramientas, debe ponerlas al servicio del bienestar colectivo.
Y entraste al sector público. Fuiste asesor del presidente Juan Manuel Santos. ¿Qué te dejó esa experiencia?
Fue una etapa profundamente formadora. Estar en un gobierno te exige dar lo mejor de ti, te pone a prueba todos los días. Con el presidente Santos aprendí el valor del rumbo, de tener un puerto de llegada claro. Él repetía mucho una frase adaptada de Séneca: “a quien conoce el puerto de destino, todos los vientos le son favorables”. Esa idea me marcó. Saber hacia dónde vas, tener claridad de propósito, te permite tomar decisiones con más serenidad, incluso en medio de la tormenta. Y, además, trabajar con él me enseñó a tomar distancia emocional para liderar con cabeza fría.
Luego vinieron retos mayores: fuiste director de la Agencia Presidencial de Cooperación. ¿Cómo fue esa etapa?
Intensa, transformadora. En APC asumí el reto de buscar fondos para el posconflicto, pero lo hicimos con una visión distinta. No queríamos seguir dependiendo solo de la ayuda oficial al desarrollo, así que tocamos puertas nuevas: países que nunca antes habían donado a Colombia, fundaciones filantrópicas, empresas del sector privado. Logramos, por ejemplo, traer recursos de Emiratos Árabes Unidos y de la fundación de Howard Buffett. Era una manera distinta de decirle al mundo que Colombia estaba lista para alianzas innovadoras.
Sergio Londoño es uno de los vicepresidentes más jóvenes de la multinacional. Foto:Redes sociales
Y estando en ese gobierno, te nombran alcalde encargado de Cartagena, que es una ciudad bien difícil de gobernar…
Imagínate. Cartagena atravesó una crisis institucional durísima. Yo llevaba poco tiempo en APC cuando me llamaron para asumir la alcaldía encargada. Pensé que sería por quince días y terminé casi un año, ja, ja. Fue un momento de mucha incertidumbre, de mucho dolor para la ciudad. Había desconfianza, había fatiga ciudadana, pero también una esperanza profunda de cambio. Nuestro foco fue uno solo: devolverle estabilidad y sentido de dirección a Cartagena. Y te digo, fue quizás uno de los retos más grandes y más gratificantes de mi vida.
Ahora que hablas de lo público, te quiero preguntar por algo que me da vueltas constantemente en la cabeza: ¿los jóvenes más preparados se están alejando del servicio público y solo quieren estar en el sector privado?
Es un tema que me inquieta profundamente. Hay una especie de desencanto generalizado; una idea de que lo público es sinónimo de desgaste, de ataques, de frustraciones. Y sí, lo público es exigente, a veces ingrato, te somete al escrutinio constante. Pero también es el espacio donde se toman las decisiones más importantes para el rumbo del país. Si los jóvenes talentosos, formados, comprometidos, le dan la espalda al Estado, ¿quién lo va a liderar? Creo que debemos recuperar el valor del servicio. No solo como una opción, sino como un deber. Entiendo que muchos opten por el sector privado, donde hay más estabilidad y mejores condiciones económicas, pero también creo que necesitamos una generación que no le tema al barro, que quiera meterse en los territorios, en las instituciones, a transformar realidades desde adentro.
Bueno, pero tú hiciste, justamente, esa transición del sector público al privado. ¿Cómo viviste ese cambio?
Fue un cambio muy reflexionado. Yo sentía que había entregado mucho desde lo público y que necesitaba un espacio para repensarme. Llegó la pandemia, con todo lo que implicó, y decidí hacer una pausa. Me dediqué a mi familia, a estudiar, a revisar mi propósito. Fue en ese momento cuando encontré una convocatoria de Coca-Cola en LinkedIn. Me llamó la atención porque era una empresa global, con impacto local, con una agenda de sostenibilidad muy ambiciosa. Empecé a conversar con quien sería mi jefa, y conectamos muy bien. Entré a la compañía en mayo de 2021 y desde entonces ha sido un viaje fascinante. Coca-Cola no es solo una marca poderosa; es una organización que está presente en cada rincón del continente. Lo que aprendí en lo público —la escucha, la empatía, el trabajo con comunidades— me ha servido muchísimo en lo privado.
¿De qué te sientes más orgulloso desde que estás en Coca-Cola?
Podría mencionar muchos logros, pero hay uno que me toca especialmente. En México, en una comunidad llamada Santa Inés, vimos cómo un grupo de mujeres transformó su realidad a través de su comida tradicional. Con el apoyo de la Fundación Coca-Cola, montaron tortillerías, instalaron sistemas de agua potable y crearon una red productiva que les dio autonomía económica. Ver eso, ver cómo una empresa puede ser catalizadora de desarrollo real, es profundamente inspirador. Me emociona ser parte de una compañía que entiende que su rol va más allá de vender bebidas. Que su propósito es refrescar al mundo y marcar la diferencia.
Dime una cosa, ¿cuál ha sido tu mayor desafío personal?
La disciplina. Tener metas es importante, pero lo que te lleva realmente a lograrlas es la disciplina cotidiana. A los 21 años tenía un problema de sobrepeso que me afectaba la salud y la autoestima. Decidí cambiar, y lo hice a punta de constancia. Me levantaba todos los días con un propósito claro y lo cumplía. Lo mismo me pasó con el servicio público: no vengo de una familia con tradición política ni con contactos. Pero me propuse llegar y lo logré, trabajando con seriedad y foco. Creo profundamente en eso: en la capacidad de soñarse las cosas, de proyectarse, pero también de caminar con paciencia, paso a paso, hacia ese destino.
Sergio Londoño es uno de los vicepresidentes más jóvenes de la multinacional. Foto:Redes sociales
¿Tienes referentes que hayan influido en tu forma de liderar?
Muchos. Churchill, por ejemplo. Su capacidad de liderar en medio de la tormenta, su inteligencia estratégica, su sentido del deber. También me apasiona un momento clave en la historia de Estados Unidos: la transición de la Confederación a la Constitución, con los debates entre Hamilton, Madison, Adams… Ahí se estaba definiendo el tipo de nación que querían ser, y lo hicieron a punta de diálogo, de acuerdos, de visión compartida. Soy un amante de la historia. Creo que estudiar el pasado nos da claves para liderar en el presente. Te ayuda a entender procesos, a anticipar escenarios, a no repetir errores.
¿Ves comprometida a la juventud latinoamericana con los retos de hoy?
Veo a una juventud con ganas, con talento, con sensibilidad social. Pero también la siento abrumada por tanta información, por tantas voces que compiten al mismo tiempo. Y eso puede generar confusión o parálisis. Por eso insisto tanto en tener claro el puerto de destino. Saber quién eres, qué quieres, a dónde vas. Y además, recuperar el valor del diálogo. Estamos en una época en la que se premia el grito, el tuit incendiario. Pero lo que realmente transforma es la capacidad de construir puentes. Si los jóvenes entienden eso, si logran tender puentes en lugar de romperlos, vamos a tener una sociedad mucho mejor.
Si un joven se te acerca en este momento y te dice: “Sergio, quiero ser líder como tú, te admiro, ¿qué consejo me darías?”, ¿tú qué le dirías?
Primero, le daría un abrazo, porque me emociona mucho ver jóvenes con ese deseo. Luego le diría: ponle nombre a tu sueño. Define un puerto. Cree en él con todas tus fuerzas. Y ten la disciplina para llegar hasta allá. Pero nunca olvides que un liderazgo en soledad es un liderazgo que no llega lejos. Rodéate de gente buena, escucha, aprende de otros. Liderar es servir. Es resolver problemas colectivos, no inflar egos personales. Y sobre todo: construye puentes. Siempre.
¿Volverías al sector público? ¿Te ves aspirando a algún cargo en el futuro?
Me enseñaron a nunca decir “nunca”. Je, je. Hoy estoy feliz en Coca-Cola, muy agradecido con todo lo que he podido vivir en el sector privado. Pero siempre estaré disponible para contribuir desde donde pueda ser más útil. Si eso implica volver a lo público en algún momento, lo haré con gusto. Lo que sí tengo claro es que quiero seguir impulsando a jóvenes a que se involucren, que participen, que construyan. Desde donde estén.
Sergio Londoño es uno de los vicepresidentes más jóvenes de la multinacional. Foto:Redes sociales
Y la última, Sergio: ¿cómo ves a Colombia hoy?
Con esperanza. Con desafíos enormes, sí. Pero con una juventud capaz de trazar un nuevo rumbo. Creo profundamente en las regiones. En una Colombia que se piense desde su diversidad territorial. Bogotá es región, la Costa es región, el Eje Cafetero, los Llanos, el Pacífico… Si entendemos esa diversidad como una fortaleza, si damos poder a los territorios, este país puede ser mucho mejor. El centralismo nos trajo hasta acá. Las regiones nos pueden llevar mucho más lejos.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO