Yesica Paola Ocampo Cardozo solo tenía 26 años cuando su esposo la atacó a plena luz del día y, con el odio más indescriptible, le quitó hasta el último suspiro de vida mientras ella repetía el nombre de su hijo y su mamá, Paola Maribel Cardozo Rodríguez. Todo ocurrió en el barrio San Carlos, de la localidad de Tunjuelito.
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De “su niña”, como le dice con su voz de llanto, cuenta que estudió su primaria en el colegio León de Greiff y que en el bachillerato decidió llevarla a un internado para salvarla de una muerte segura en manos de sus amigas que, en esa época, frecuentaban chiquitecas, en donde abusaban de las niñas hasta dejarlas embarazadas. “Supe de casos de violación y además como mi hija era tan bonita casi me la matan las propias compañeras. Una vez la metieron a un baño y la golpearon contra el inodoro, otra vez en una bomba de gasolina, la salvó un amigo. Yo busqué una fundación y me la llevé. Allá terminó su bachillerato”.
Paola siempre la cuidaba porque no quería que repitiera su historia y terminara en manos de un maltratador. “El papá de mis hijos era muy agresivo, pero Dios me lo quitó del camino y ellos no vieron tanta violencia. Era un hombre malo”, recordó.

Yesica buscó auyda del distrito pero nadie la escuchó.
Buscó ayuda del Distrito y del Estado, pero nadie la oyó; entonces un vecino le dio el teléfono de un internado que quedaba en una finca en Mesitas del Colegio. Era la única forma de alejarla de la calle. Pensaba que se iba a poder ir, pero allá estuvo dos años. “Al comienzo se me arrodillaba y me decía: mamá yo ya aprendí, ya me sé la Biblia, pero yo, aunque me hacía falta, me resistía porque sabía que corría más peligro en el barrio. Eso fue en el 2013”.
Pero, al cabo de dos años, su paso por ese lugar terminó, pues no logró que le pagaran un sueldo por sus funciones y así regresó a la casa de su mamá, en Tunjuelito. “Sin saberlo, cometió el peor error de su vida: conocer a Esterlin Johan Vásquez Hernández. El hombre que la asesinó”.
Eran apenas unos jóvenes cuando se conocieron. Lo llevó a la casa de su mamá y le dijo que era un joven decente y buen mozo que estudiaba cocina. Pocos días después comenzó a asomar su primer defecto, su alcoholismo. “Le dije: hija, ese es un problema muy grave. Pero no me escuchó”.
En esa época de rebeldía, Yesica se escapó de su casa y se fue a vivir con su pareja al Chocó. Eso fue en el 2015. “Aquí llegó meses después, embarazada, sin haber cumplido los 18 años, con marido a bordo y sin trabajo”. Anteponiendo su amor de madre a la rabia, les abrió las puertas de su hogar para que vivieran en una habitación. El bebé nació en febrero siguiente, el mismo mes en el que su mamá cumplió los 18 años de edad. Hasta ese momento el padre de familia era tranquilo, pero no conseguía trabajos estables.
Por esa razón viajó a España, en donde tenía familia, para ver si prosperaba, pero al cabo de tres meses volvió al país sin un peso. Esterlin, de nuevo en Colombia, se dedicó a tomar con sus amigos . “Nunca fue un hombre disciplinado. Empezó a dejar a mi hija sola”. Así pasaron cuatro años.
La ira
Tenía que esconderse en mi cuarto o en el de la abuela. Fue una pesadilla. Una vez estaba con mi mamá y la amenazó con un cuchillo
Pronto el alcohol causó estragos en el ánimo de Esterlin y con este, la violencia intrafamiliar. La primera vez fue una tía de la joven quien lo vio golpeándola en la cocina. “La estaba ahorcando contra la pared. Mi hermana la gritó y lo detuvo”. Su pequeño hijo vio todo.
Hace unos cuatro años ocurrió una segunda alerta. Ambos jóvenes salieron a festejar por su lado, pero cuando Esterlin llegó y no la encontró sacó toda la ropa de su pareja del armario y con un cuchillo la destrozó. A eso de las 11:30 de la noche, cuando Yesica llegó a su casa, fue recibida a golpes. “Por ese incidente yo lo denuncié en la Comisaría de Familia. Ese día la persiguió con un cuchillo y yo me tuve que meter y me tumbó la puerta de la casa. Le dije que si no podía estar con mi hija, hiciera vida en otro lado. Me tocó llamar al papá para que lo calmara, pero igual él creció viéndolo maltratar a su mamá”.
Es un círculo vicioso, la crónica de una muerte anunciada. Pero, en la misma Comisaría de Familia, Yesica, quien, aun así, lo quería, le pidió a su mamá que desistiera en el proceso para no mancharle su hoja de vida, pues dentro de sus planes estaba el de volver a España. “Yo resulté como la mala del paseo. Quedé como una mentirosa”.
De ahí en adelante, cada vez que Esterlin se iba a tomar llegaba a pegarle a la joven mujer. “Tenía que esconderse en mi cuarto o en el de la abuela. Fue una pesadilla. Una vez estaba con mi mamá y la amenazó con un cuchillo. Les tocó encerrarse”. Y en otra ocasión hasta su cuñada la cogió a golpes. Era una familia con la violencia en su ADN.
En el 2020 hubo otro ataque. “La tiró en la cama y la cogió a puños”. Ante tantos problemas, la pareja decidió independizarse en un apartamento, pero la joven fue víctima de los mismos maltratos, en silencio. “Al año siguiente, mi niña llegó con el trasteo y con su carita inflamada de tantos golpes que había recibido, con la nariz fracturada y marcas en su cuello”. Incluso, cuando salían de vacaciones tenían que mandarle fotos a Esterlin del niño porque su obsesión era desbordada.
Yesica era manipulada por su pareja, quien ponía como excusa a su hijo: “Atiéndalo”, “La quiere ver”, “Está enfermo”, “Llévelo al colegio” y en el lapso de tiempo que ella tenía que visitarlo siempre era ultrajada física y verbalmente. También le decía al niño que la casa de su abuela materna era fea y que no debía estar allá.
El ataque

Yesica Paola Ocampo Cardozo solo tenía 26 años
Un día, sentada en el sofá de su mamá, Yesica dijo la frase final: “No más, hasta aquí llegué”. Paola dice que ese día la vio resuelta. La joven comenzó el año deseosa con un cambio, quería conseguir un trabajo e irse a vivir sola con su hijo. Incluso, conoció a un joven, con quien se ilusionó, pero cometió el error de recibir un teléfono celular que le prestó Esterlin, convenciéndola de que era para que consiguiera trabajo. “Conectó el WhatsApp a su computador y así leyó todas sus conversaciones”. Eso fue poco antes del feminicidio. “Esterlin se enloqueció”. El jueves 2 de febrero, Yesica fue por su hijo al colegio, pero le tocó escaparse con ayuda de los profesores porque la estaba esperando afuera del recinto para atacarla.
Al día siguiente, ambos pactaron una cita en el Bienestar Familiar para resolver la situación. “Ella me dijo: mamita, yo tengo medida de protección. Voy a llevar todos los papeles de su denuncia para que hagan seguimiento y luego me voy a firmar contrato porque ya tengo trabajo”.
Ese día estaba más bonita que de costumbre. Seguro porque ya había decidido, a los 26 años, no seguir sufriendo. Se despidió de su mamá y esa fue la última vez que Paola la vio con vida. “A los 20 minutos me llamó la mamá de Esterlin a decirme que él había matado a mi hija”. La siguiente escena fue en el hospital El Tunal. “Cuando me bajé del carro la mamá del asesino me gritaba que yo era la culpable por no cuidar a mi hija”.
Luego vio a Yesica encima de una camilla llena de sangre. “Le había metido 12 puñaladas. Las heridas eran de 12 centímetros de profundidad. Los médicos me preguntaron que si el atacante era un carnicero”.
Esterlin la atacó en la calle y delante de todos la mató sin clemencia en frente de un montallantas. Un motociclista le tiró un casco, otro ciudadano intentó detenerlo con una varilla, pero era tal la ira que también salieron heridos. “Un señor, a quien le tuvieron que curar una cortada, me dijo que nunca había visto tanta crueldad”. La ambulancia tardó en llegar. Nadie pudo salvar la vida de la joven. “Me la cortó por todos lados”, recuerda su madre.
En la audiencia, a Esterlin le encontraron los pasajes con los que pretendía fugarse a España. Todo lo tenía fríamente calculado. “Lo grave es que mientras yo enterraba a mi hija, la familia del asesino fue al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y ellos le entregaron a mi nieto, a la hermana del asesino, a la misma que golpeó a mi hija. Cuando reclamé me dijeron que el niño era feliz allá. Yo les respondí: no entienden que a mi hija la asesinaron”.
Esterlin no aceptó los cargos. “Hoy solo pido que me devuelvan a mi nieto, que el asesino pague por todo. Mi hija solo quería volver a vivir porque estaba muerta en vida con ese hombre”.
Los llamados no escuchados:
Nadie se explica por qué la denuncia de la madre de Yesica no prosperó.
La víctima, a pesar de tener medida de protección, nunca fue acompañada por las autoridades.
La familia de la víctima no se explica por qué le dieron la custodia del hijo de Yesica a los familiares del asesino de su hija.
¿Dónde denunciar en Tunjuelito?
- Casa de Igualdad de Oportunidades: Está en la diagonal 45B sur n.° 52A - 82. Lunes a viernes de 8 a. m. a 5:30 p. m. Teléfono: 359 9514 - Ext. 6001
- Casa de Justicia: Está en la calle 51 sur número 7-35
- Comisaría de familia - 1: Está en la calle 50 sur n.° 35 - 70. Lunes a viernes de 7 a. m. a 4 p. m. Teléfono: 380 8331. Ext. 67582 - 67581 - 67582 - 67583 - 67584.
- Hospital Tunjuelito: Está en la calle 52 sur n.° 14 - 16. Abierto las 24 horas.
- Hospital sede El Carmen: Está en la calle 48B sur n.° 28 - 80.
Abierto las 24 horas. Teléfono: 307 8181
- CAMI Venecia: Está en la diagonal 47A sur n.° 53A-15.
Abierto las 24 horas. Teléfono: 230 3153.
- CAPS Abraham Lincoln: Está en la carrera 12 n.° 53- 90 sur. Abierto las 24 horas. Teléfono: 307 8181.
- CAPS San Benito: Está en la calle 58 sur n.° 19B - 25. Abierto las 24 horas. Teléfono: 307 8181.
- Unidad de Servicios Isla del Sol: Calle 57 sur n.° 67 - 27. Abierto las 24 horas. Teléfono: 711 6519.
*Especial Nos Queremos Vivas
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ.
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