María del Pilar Reales desde muy niña conoció lo que es el miedo. Aprendió a dormir con un ojo abierto y el otro cerrado, estar atenta a cualquier ruido o movimiento que se registrara en la oscuridad del cuarto o rincón de la casa.
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Creció con el miedo de ser sorprendida en cualquier noche por una figura fantasmal que la acechaba en sus sueños, pero que también atormentaba a los adultos que la cuidaban y a los vecinos que la vieron crecer en el barrio San Felipe.
Fue por las calles y esquinas de este populoso sector, del suroccidente de Barranquilla, donde desde muy pequeña escuchó las historias de terror del personaje que marcó su vida.
La niñez de Mapy, como es conocida por sus amigos y alumnos, trascurrió escuchando el eco del llanto de la Llorona, un mito que su abuela y sus vecinas compartían en las mañanas, cuando se reunían en la tienda del barrio.
En medio de murmullos, Mapy escuchaba las historias de un ser espectral que, según decían, vagaba por las noches buscando a sus hijos perdidos, una figura que parecía cobrar vida a través del miedo y la fascinación de las mujeres que la rodeaban.
Mapi recuerda vívidamente cómo, al pasar por la tienda, los comentarios sobre la Llorona eran frecuentes. “Yo la sentí”, decía una vecina, mientras que otra se unía al coro de relatos en los que se detallaba el tipo de llanto “es un grito agudo”, aseguraban las mujeres en medio de sus tertulias matutinas.
“Mi abuela también se metía en el cuento, y a veces me decía que si me portaba mal, la Llorona vendría a buscarme”, cuenta ella. Este entorno de espanto formó la base de una obsesión que la acompañaría a lo largo de su vida.
El mito que inspira
Su interés por el mito de la Llorona se intensificó al llegar a la universidad, donde Mapi se graduó del programa de arte dramático de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico.
En este espacio, la idea de construir un personaje a partir de su experiencia personal y el mito que la rodeaba tomó forma. Con la convicción de que la Llorona era como “una luz blanca”, decidió representarla en el desfile nocturno de la Guacherna, que marca el preludio de los carnavales de Barranquilla.
“Cuando empecé a trabajar en la representación, me di cuenta de que la Llorona no tiene pies. Entonces, para dar la dimensión de altura que necesitaba, decidí usar zancos”, cuenta Mapi. La figura que construyó no solo se basaba en el aspecto visual, sino que también buscaba una conexión con la esencia del personaje.
A través de un trabajo riguroso de cuerpo y movimiento, con el apoyo de profesores en arte dramático, Mapi se propuso capturar la eterealidad de la Llorona. “El objetivo era hacer que mi caminar pareciera como si navegara en el aire”, explica.
Su enfoque artístico comenzó a tomar forma, eso le mereció un Congo de Oro de los carnavales de Barranquilla, la máxima distinción de las fiestas.
Un legado en Proceso
Desde entonces, Mapi ha continuado refinando su representación de la Llorona, cada año agregando nuevos elementos y dimensiones al personaje. La Llorona ha tenido vestidos que evocan los colores de la bandera de Barranquilla y otros con tonos fúnebres.
“Estoy preparando una carroza para no salir en los zancos, que estará cubierta con un vestido iluminado que se deslizará sin que los espectadores vean cómo se mueve”, dice emocionada.
La búsqueda de crear una experiencia que combine lo místico con lo tecnológico es constante. “Quiero incorporar control remoto para que se deslice y que tenga un movimiento fantasmal”, añade con una sonrisa.
Un camino hacia el doctorado
A medida que su carrera avanzaba, Mapi decidió investigar más a fondo el mito que tanto había influido en su vida.
En su búsqueda, se trasladó a Tamalameque, un pueblo ribereño del Cesar donde el folclor local está profundamente arraigado en la historia de la Llorona.
Allí, conversó con maestros e historiadores sobre la figura de la mujer que llora, recogiendo historias que alimentaron su propio conocimiento y enriquecieron su perspectiva.
“Es la historia de una joven que queda embarazada de un forastero que no la ama. En un momento de desesperación, ahoga a su hijo recién nacido y, al darse cuenta de lo que ha hecho, se ahoga también en las aguas. Desde entonces, vaga sin descanso, sin lugar en el cielo ni en el infierno”, explica.
La investigación que Mapi emprendió para su tesis en el doctorado sobre Sociedad y Cultura Caribe en la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla se centró en la conexión entre la figura de la Llorona y las realidades de las mujeres en el Caribe.
A través de su estudio, buscó descubrir qué hay de verdad en el mito y cómo este se entrelaza con la vida de las mujeres de hoy.
“Tenía miedo de que mi tema no fuera aprobado. Sentía que ya se había dicho todo sobre la Llorona, y no quería ser redundante”, confiesa. Sin embargo, al investigar, Mapi encontró autores que le permitieron entender mejor la realidad versus la ficción, y cómo estos conceptos se entrelazan.
Con el apoyo de maestro de las artes escénicas en Latinoamérica como el argentino Jorge Dubatti diseñó una acción performática. En su trabajo de campo, que la llevó a Buenos Aires (Argentina) donde tuvo la oportunidad de hablar con las Madres de la Plaza de Mayo (asociación de mujeres conformadas para buscar justicia por los desaparecidos durante la última dictadura militar) y conocer el dolor y llanto de estas mujeres por la pérdida de sus hijos.
El llanto de las mujeres del norte y del sur de Barranquilla es el mismo, estuve en varios sitios y las cartas parecían hechas por la misma personas
Mapi llevó a cabo un ejercicio performático donde la Llorona entraba en espacios en los que un grupo de mujeres la esperaba. En lugar de causar miedo, Mapi quería que su representación generara empatía. A través de tambores, el llanto de la Llorona se transformó en una expresión más humana.
Las mujeres presentes podían escribir de manera anónima las razones de su llanto, creando un espacio seguro para compartir su dolor. “Era bonito porque las mujeres se contestaban las cartas las unas a las otras”, dice Mapi, recordando cómo estas interacciones crearon un sentido de comunidad y sororidad.
“Me di cuenta que como pueblo Latinoamericano tenemos los mismos dolores. El llanto de las mujeres del norte y del sur de Barranquilla es el mismo, estuve en varios sitios y las cartas parecían hechas por la misma persona”, cuenta.
Las cartas recogidas se convirtieron en una herramienta poderosa para su investigación. Al analizarlas a través de un software llamado Atlastic, Mapi descubrió que las razones del llanto de las mujeres tenían patrones sorprendentes.
“Existían tres categorías que surgieron de este material, lo que lo volvió investigable. Así, mi investigación se transformó, y entendí que no solo estaba representando a la Llorona, sino que estaba resignificando el llanto como una experiencia compartida”.
La Llorona en el Carnaval de Barranquilla y en la vida real
Al final de su proceso de investigación, Mapi se dio cuenta de que había encontrado un equilibrio entre la figura festiva de la Llorona en el carnaval y su representación más íntima y dolorosa en los espacios performáticos.
“Me gusta mucho la Llorona en los carnavales, porque está en un espacio de gozo, que es propio de la esencia del carnaval. Ahí, el patrimonio cultural de lo que representa este personaje sigue vivo”, dice con orgullo.
Sin embargo, también siente una profunda conexión con el otro escenario, el más intimista, donde la Llorona tiene la oportunidad de sanar y permitir que otras mujeres también lo hagan.
“En la noche de Guacherna, cuando salgo, la gente me llama ‘Llorona’. Es un reconocimiento del personaje que sigue vivo en la memoria colectiva”, reflexiona.
“Pero en los espacios más íntimos, es donde realmente se puede explorar el dolor y la experiencia de las mujeres que, como la Llorona, enfrentan sus propias penas y luchas”.
A través de su trabajo, Mapi Reales no solo ha enriquecido su propia vida y carrera, sino que también ha creado un espacio para que otras mujeres compartan sus historias y sus llantos.
En su búsqueda de entender el llanto y la identidad, Mapi ha encontrado un propósito que va más allá de la actuación: ha creado un legado que busca sanar, empoderar y recordar a aquellas que, al igual que la Llorona, han enfrentado el dolor y la pérdida en un mundo que a menudo silencia sus voces.
Con cada paso que da en el carnaval y cada carta que lee, Mapi continúa dando vida a la Llorona, transformando el mito en un vehículo para la sanación y la reflexión en la comunidad.
Leonardo Herrera Delgans –Corresponsal de EL TIEMPO Barranquilla -@leoher70