Jorge Pérez es un reconocido coleccionista de arte asentado en Estados Unidos desde hace más de 40 años. La historia de cómo conseguía dinero jugando póquer en la universidad para comprar sus primeras obras ha sido replicada en todos los medios de comunicación por los que se ha pasado. A pesar de que ya no juega, ha repartido bien sus cartas. Pérez también es el fundador de la multimillonaria compañía inmobiliaria Related Group, que cuenta con proyectos en Argentina, Brasil, México, Panamá y Estados Unidos.
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Es hijo de padres cubanos, nació en Argentina y se crio en Bogotá. Además de ser un filántropo billonario, que mezcla el arte con el diseño de sus proyectos, Pérez se ha encargado de exponer al mundo a los artistas latinoamericanos. Ha donado colecciones a museos como el Reina Sofía en España, el Museo de Arte de Miami y el Tate Modern de Londres.
Considera que Colombia es su segunda casa y ostenta una colección de más de mil obras de artistas de ese país. “Es la segunda colección latinoamericana más fuerte que tengo después de la cubana”, asegura. Se espera que el grupo de curadores de su firma esté durante la Feria Internacional de Arte de Bogotá (ArtBo), para llevar a sus proyectos inmobiliarios del sur de Florida, Estados Unidos, lo mejor de arte colombiano.
¿De dónde surgió el deseo de coleccionar arte con el dinero que ganaba jugando póquer en la universidad?
Mi madre era una gran aficionada del arte y la literatura. Ella era muy amiga de Marta Traba, que fue una argentina muy inteligente, a la que le gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el mundo de las artes. Ahí fue donde empezó a llegar mi amor por esto. Especialmente por el arte colombiano. Cuando me mudé a Estados Unidos empecé a jugar cartas y cada vez que ganaban un poco me iba a Nueva York a comprar algo para coleccionar.
¿Qué cosas compraba en ese tiempo?
Litografías porque era lo único que podía comprar. Me costaban unos 100 dólares en ese entonces. Todavía conservo las tres primeras litografías que compré. Fueron Miró de España; Marino Marini, de Italia; y Man Ray, un americano. Todavía las tengo en la colección, o sea, nunca he vendido una pieza de arte.
¿Por qué empezó a coleccionar arte latinoamericano?
Porque me hacía sentir mucho más unido a mis raíces. Al principio yo no coleccionaba ningún artista que no fuera latinoamericano. Cree una colección, te diría una de las más fuertes del mundo, en arte contemporáneo y moderno de Latinoamérica. Le entregué esa colección al Museo de Arte de Miami y creo que hoy en día tienen una de las colecciones más importantes de arte latinoamericano. Apenas en los últimos 13 años he estado coleccionando arte contemporáneo de todo el mundo.
Ahora el Museo de Arte de Miami se llama Pérez Art Museum Miami, ¿cómo terminó nombrando ese edificio con su apellido?
El plan era que cinco personas íbamos a donar cinco millones de dólares cada uno para hacer una recaudación. Al final quedé solo y me preguntaron si podría hacer la donación y además obsequiar la colección. Yo pensaba que, en un país donde los latinos vienen teniendo cada vez más influencia, no existía un edificio público con el nombre de un latino. Todos son Guggenheim o Smithsonian o Whitney… Para mí fue muy importante demostrar que los latinos también le vamos a dar a las comunidades donde estamos. Por eso la importancia del nombre en ese gran museo.
Usted ha encontrado la forma de mezclar su pasión por el arte con el negocio inmobiliario, ¿cómo lo hizo?
Una gran parte de los condominios que se venden aquí (Florida, EEUU) son de compradores latinoamericanos. Influye mucho que a todos nuestros edificios, especialmente a los de gran calidad, le pongamos lo que llamo arte de calidad de museo. Tenemos a tres curadoras privadas que se encargan de comprar arte para los edificios. El maestro Botero, Obregón, Beatriz González… Todos los grandes del arte colombiano y latinoamericano aparecen en nuestros edificios. Creo que eso da mucho orgullo a nuestros clientes. Considero que esto nos ha ayudado mucho en el mercadeo de los edificios.
¿Cómo es su trabajo con los curadores?, ¿qué tanto les obedece?
Creería que vemos casi todas las galerías más importantes del mundo. Trabajamos juntos para ver qué es lo que creemos mejor para la colección privada y para los edificios. Con lo de hacerles caso… cuando alguna pieza me gusta mucho y quiero algo de un artista lo compro para mí colección privada. Yo creo que hay grandes maestros que algunas veces no han sido tratados como deben de tratarse. Por ejemplo en el caso de Botero. Muchos de los curadores me dicen que es muy comercial, pero Botero es uno de los grandes artistas del siglo XX. No me importaba mucho lo que me dijeran, yo iba a comprar mis esculturas monumentales y mis cuadros de Botero, especialmente los del principio de los años 70. Me encantan los Boteros de blanco y negro.
En su tarea de coleccionar tiene que estar estudiando todo el tiempo, ¿qué cosas explora para unirlas a su proyecto?
La colección privada no tiene que ver con la colección inmobiliaria, para la que sí tengo que estar estudiando todo el tiempo. Cuando estoy haciendo un proyecto inmobiliario no solamente estoy pensando en el artista, sino que tengo que pensar en el comprador. Aunque el arte habla por sí mismo, pienso cómo le va a llegar al comprador y cómo le afecta lo que voy a poner. Si tenemos un proyecto dirigido a las personas de menos de cuarenta años buscamos algo contemporáneo y vivo. Mientras que si estoy haciendo algo para personas un poco mayores busco maestros que ellos han conocido toda su vida.
¿Cómo es su colección privada?
A veces puede ser muy fuerte porque el arte es arte y yo creo que nunca se debería censurar. La colección cambia mucho porque yo no me fijo en una sola cosa. Ahora, gran parte tiene que ver con asuntos sociales, pero al mismo tiempo tiene que ver con los grandes del expresionismo abstracto como Mark Rothko o Cunningham, por ejemplo. También está el arte de Doris Salcedo, que es un arte conceptual en el que ves una silla de concreto y si no sabes de arte no entiendes. Esto también me encanta. Me encanta estudiarlo porque sin estudiarlo no lo puedes comprender.
¿Cuáles han sido sus obsesiones más difíciles de adquirir?
Yo tengo una colección del expresionismo abstracto americano, al que considero como el movimiento más importante en el siglo XX. Hace 50 o 60 años muchos de los grandes artistas decían que no había una gran mujer que fuera artista y yo me puse a coleccionar mucho arte de ellas. Especialmente lo que hicieron Elaine de Kooning, Joan Mitchell, Deborah Remington… Buscar piezas de estas mujeres, cuando todavía no se reconocían, fue una historia linda porque tuve que ir hasta las familias. La recompensa ha sido muy buena porque tenemos una de las grandes colecciones de mujeres abstractas. Hoy en día no podría comprar ninguna de estas piezas.
No hice pregunta. Es la continuación de la respuesta anterior.
Si te compras hoy en día un Picasso nadie te va a decir que encontraste algo. Ahí ya no encuentras nada porque está proclamado. Siempre me ha gustado buscar a los genios que no han sido descubiertos o que no han tenido crédito. Me ha gustado coleccionar cosas que no valían 3 pesos y que ahora todos los museos quieren tener. Me da mucho orgullo haber investigado bien y acertado. Creo que todavía me queda el espíritu competitivo de querer ganar. No en el sentido que vale mucho dinero porque nunca lo voy a vender, sino ganar porque has hecho algo diferente a todo el mundo y lo has hecho bien.
JUAN JOSÉ RÍOS ARBELÁEZ
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO