En días pasados vi la nueva serie '¿Y ahora qué? El futuro según Bill Gates', la cual consta de cinco capítulos en los que el filántropo fundador de Microsoft aborda los mayores desafíos de la humanidad moderna: la inteligencia artificial, el cambio climático, las enfermedades, la desigualdad social y la desinformación.
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Este último tema, cómo no, me atrajo poderosamente. Un capítulo en el que el propio Gates narra cómo ha sido víctima y protagonista, desde hace décadas, de la construcción sistemática de mitos y mentiras alrededor suyo como una forma deliberada de atacarlo.
El abordaje de este episodio es fantástico. Explica no solo el fenómeno, sino cómo las poderosas redes sociales, Facebook y Twitter especialmente, se han escudado por años en las normas de libertad de expresión y de opinión, esquivando así su responsabilidad directa por lo que la gente hace, dice y distribuye en tales plataformas.
Y no, no es una discusión sobre libertad de expresión. Se trata de cómo unas corporaciones han creado tecnologías, algoritmos, que han alentado e intensificado la desinformación como la base de un negocio megamultimillonario. De cómo las verdades a medias, los hechos manipulados y las mentiras se volvieron ‘droga’ para millones de personas a las que manipulan en sus miedos, paradigmas, les refuerzan ideales basados en falsedades, con el único objetivo de mantenerlas ‘pegadas’ a una red para monetizarlas, vender sus datos, preferencias, gustos y comportamientos, sin importante el gravísimo efecto de ello.
En Colombia la desinformación en redes sociales galopa libre y vigorosa, sin pena ni gloria, sin que al Congreso o al Gobierno, ni a nadie, les importe. Un día ‘revelan con pruebas’ que el alcalde Carlos Galán es dizque empleado de una empresa de gaseosas y “les entregó el agua de Bogotá”; al otro, que la Superintendencia de Salud publicó una “circular para hacerles cirugías de cambio de sexo a menores de edad”, por mencionar dos recientes, ambas mentiras del tamaño de una catedral que aún circulan en redes en forma de ataque.
Mientras los medios debemos cumplir con regulaciones, controles, cuotas, horarios, etc., en Facebook, que tiene decenas de veces más audiencia e influencia en la población colombiana, circulan toneladas de desinformación, estafas en forma de pauta publicitaria, sin que nadie haga nada. ¿Hasta cuándo?
JOSÉ CARLOS GARCÍA R.
Editor Multimedia
@JoseCarlosTecno en redes