En Buenos Aires, a comienzos de la década de 1960, la privacidad de los moteles estaba lejos de estar garantizada. Luis Margaride, comisario inspector y jefe del departamento de Seguridad Personal de la Policía Federal, lideró una campaña moralista que incluía allanamientos masivos a estos establecimientos, conocidos como “telos”.
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Estos operativos generaron polémica por su enfoque en la supuesta protección de las buenas costumbres, pero también por el alto nivel de humillación que causaban a los involucrados.
Las redadas en los moteles
Entre 1961 y 1962, Margaride organizó cientos de redadas. Los operativos irrumpían de forma sorpresiva en los moteles, forzando a las parejas a salir de sus habitaciones, muchas veces sin tiempo para vestirse, y trasladándolas en camiones policiales. Una vez en la comisaría, enfrentaban un nuevo nivel de humillación: se contactaba a familiares o allegados, y en casos de infidelidad, los esposos o esposas de los detenidos eran notificados, exponiendo públicamente sus aventuras extramatrimoniales.
El comisario llevaba su cruzada al extremo al exigir la presentación de la libreta matrimonial a las parejas sorprendidas en las habitaciones. Este requerimiento, claramente malicioso, buscaba avergonzar aún más a los clientes, quienes, por obvias razones, no cargaban con este documento.
Más allá de los moteles
La obsesión de Margaride con la moral pública no se limitó a los moteles. Extendiéndose a lugares como los bosques de Palermo, conocidos como “Villa Cariño”, los operativos policiales interrumpían los encuentros de parejas en autos estacionados. Reflectores iluminaban a los sorprendidos, paralizando cualquier escarceo amoroso. Además, los clubes nocturnos y boites también fueron blanco de sus redadas, intensificando su misión de velar por "las buenas costumbres".
En una entrevista de 1963 con la revista 'Primera Plana', Margaride defendió su accionar. “No fue nunca una campaña. Es obligación permanente de la Policía Federal velar por el orden y la moralidad públicos dentro de una sociedad sana y conservadora”, declaró.
Negó haber realizado los famosos llamados a los cónyuges y aseguró: “No veo cómo un policía pueda, no ya como policía sino como hombre de bien, y me considero como tal, suscitar un drama en cualquier hogar”.
Intensificó su vigilancia
En 1966, durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, Margaride asumió como Director de Inspección General de la Municipalidad de Buenos Aires. Desde este cargo intensificó su vigilancia sobre aspectos que consideraba ofensivos para las buenas costumbres.
Jóvenes con pelo largo eran forzados a cortarlo, mientras que mujeres con minifaldas "demasiado cortas" debían alargar el ruedo de sus faldas. Incluso pantalones estilo Saint Tropez y botamangas amplias se convirtieron en blancos de su cruzada.
Las parejas que demostraban afecto en público tampoco escapaban de su moralismo. Policías interrumpían sus muestras de cariño y los detenían bajo pretextos legales, como "averiguación de antecedentes".
La persecución también alcanzó a la comunidad homosexual. Apodado por ellos como “la tía Margarita”, Margaride lideró redadas en bares y cines, deteniendo a personas basándose únicamente en su orientación sexual. En una entrevista de 1966 con la revista 'Gente', justificó estas acciones: “Puedo secuestrar publicaciones o cerrar determinados locales ante presunción de hechos delictuosos. No se trata de esperar que se cometa el delito o se difunda la inmoralidad para castigarla después. Hay que actuar sobre el hecho, inmediatamente, sin dilaciones. No solo se secuestra una publicación porque tenga una tapa inmoral, sino también puede tener material obsceno en su interior”.
Más adelante, en la misma charla, el excomisario inspector ensayaba una explicación de lo que era inmoral para él: “Las exhibiciones de mujeres desnudas o la pornografía encubierta. Un caso típico son las notas que aparecen en revistas pretendidamente serias y que propugnan, abiertamente, el amor libre, la disolución del matrimonio, etc. Todo eso es inmoral porque favorece la destrucción solapada del matrimonio, de la unidad familiar, de los valores cristianos más puros. Y eso es una maniobra clásica del comunismo: romper las vallas morales de la sociedad cristiana”.
Durante la época en que Luis Margaride se convirtió en una figura destacada por sus rígidos operativos moralistas, su notoriedad trascendió al ámbito de la sátira, llegando incluso a inspirar varias historietas y caricaturas. Un ejemplo destacado es una caricatura publicada en el diario 'Crónica' en 1966, que ridiculizaba los métodos del comisario, y señalaba con humor mordaz la exageración de sus redadas y el alcance desmedido de su cruzada por las buenas costumbres.
Un tercer periodo de poder y su trágico desenlace
En 1974, Margaride volvió a la Policía Federal como jefe de la Superintendencia de Seguridad Federal. Poco después fue ascendido a subjefe de la institución bajo el gobierno de Juan Domingo Perón. Este nombramiento generó controversia, pues grupos de izquierda, como los Montoneros, denunciaron su relación con la ultraderecha y la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).
El 23 de diciembre de 1974, sufrió un atentado con explosivos en el barrio de Balvanera, cuando una camioneta bomba estalló cerca de su vehículo oficial. Margaride sobrevivió, pero el ataque causó la muerte del cabo Mario Chioni y dejó gravemente heridos a dos policías.
Tras dejar la jefatura en agosto de 1975, Margaride se retiró de la vida pública. Falleció en febrero de 1999, a los 86 años, en el Hospital Churruca, víctima de una neumonía. Su paso por la Policía Federal dejó una huella controvertida, recordada por los "procedimientos en albergues transitorios" y su férrea persecución a las libertades personales en nombre de la moralidad.
Germán Wille
La Nación (Argentina) / GDA.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.