Los churros españoles más auténticos que se pueden encontrar en Bogotá, los venden en una modesta esquina de Chapinero, en un local que más bien pasa desapercibido entre la cantidad de negocios que se atiborran sobre la carrera 13. Hace más de 70 años que funciona allí La Castreña, en la intersección con la calle 58.
Fundada en 1953 por la familia Castro –de ahí su nombre-, la churrería empezó como un puesto en la calle. Con los años se ubicó en el local, donde instaló unas mesas, la freidora y la reina del sitio: la máquina para hacer su producto estrella traída directamente desde España. Elaborados a mano, con harina de trigo, agua y sal, se fritan en forma de aro y se les espolvorea azúcar por encima. Los churros se sirven acompañados con chocolate caliente. Aunque se vale con un café, que también venden en La Castreña.
La churrería La Castreña está ubicada en la esquina de la carrera 13 con 58, en Bogotá. Foto:Archivo EL TIEMPO
Seguramente en las panaderías de la capital se pueden encontrar churros de otra forma, mucho más gruesos y rellenos de arequipe, crema o chocolate, muy influenciados por las donuts; sin embargo, los churros de La Castreña, que también son conocidos como los santafereños, son hechos con la receta original española.
En promedio, en el local se venden a diario unos 200 paquetes de churros -vienen 15 aros en cada uno-, que pueden parecer muchísimos, pero que resultan suficientes o pocos ante su delicioso y tentador sabor. Cada porción cuesta 5.500 pesos.
Con seguridad, en Bogotá se pueden encontrar locales más suntuosos, pero para los clientes fieles de La Castreña eso es lo de menos: los churros de este lugar son de lejos los mejores de la capital.