Pimpinero: sangre y gasolina es una de las películas más esperadas del año. Aborda temas universales y poderosos, como las fronteras y los lazos familiares y, según sus productores, cautivará a audiencias de todo el mundo.'
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El talentoso elenco incluye a Alberto Guerra (Griselda), Alejandro Speitzer (La cabeza de Joaquín Murrieta), Laura Osma (Goles en contra) y el multiganador del Grammy, Juanes, quien hace su debut en una producción cinematográfica. La película revela las tensiones y conflictos entre los clanes de la región fronteriza entre Colombia y Venezuela, centrados en un peligroso e ilegal trabajo de contrabando de gasolina que desata una serie de rivalidades.
La película se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), el 9 de septiembre. Allí acudieron todos sus protagonistas y recibieron una gran ovación. La cinta tiene previsto su estreno en cines colombianos el 10 de octubre y luego podrá ser vista por la plataforma de Prime Video.
Fue creada y dirigida por Andrés Baiz, también conocido como Andi Baiz. Como director, su primer largometraje fue Satanás, basado en la novela del mismo nombre del escritor colombiano Mario Mendoza. Su cortometraje Hoguera fue seleccionado para la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes de 2007.
También dirigió 22 episodios de las series Narcos y Narcos: México, donde además fue productor ejecutivo durante siete años. Recientemente, dirigió y produjo la serie Griselda, protagonizada por Sofía Vergara y estrenada este año.
Pimpinero: sangre y gasolina es su cuarto largometraje, en el que participó como coguionista, productor y director.
Es, quizás, la película más ambiciosa realizada en Colombia, rodada durante 51 días en más de 20 locaciones desafiantes del extremo norte del país, entre ellas: Valledupar, Villanueva, Riohacha, Tigreras y Manaure.
La filmación, por las zonas en las que se llevó a cabo, enfrentó numerosas dificultades debido a las complejidades de los terrenos.
A las grandes distancias, altas temperaturas e intensas tormentas de arena en el desierto de La Guajira se le sumaron los exigentes horarios de madrugada y trasnochadas. Sobre esta producción hablamos con Andrés Baiz.
¿De dónde surge la idea de esta película y por qué?
Yo estaba rodando la serie Narcos en Palomino, en la Troncal del Caribe, en Colombia. Había trabajado siete años en Narcos y Narcos: México. En 2014, mientras estábamos en Palomino, vi una fila muy larga de carros Renault 18 que pasaban a toda velocidad, conducidos por jóvenes y cargados de bidones de gasolina. Me sorprendió y le pregunté a un amigo de la zona qué estaba ocurriendo. Me explicó que era un fenómeno de contrabando de gasolina. Aunque yo sabía que eso existía por ser colombiano, nunca lo había visto de primera mano. Esa imagen me pareció muy cinematográfica: un oficio ilegal, peligroso y lleno de adrenalina. En ese momento, pensé, aquí hay una película. Me gusta mucho Sorcerer de William Friedkin y Thief de Michael Mann, y sentí que había algo en esa imagen que conectaba con ese tipo de cine: un análisis del contrabandista como un oficio riesgoso y éticamente gris. Luego, contacté a un periodista y fotorreportero llamado Julián Lineros, que había hecho un reportaje sobre los ‘pimpineros’ en el 2007. Sus fotos me inspiraron mucho. En el 2015 hice mi propia investigación en varias ciudades y pueblos donde el contrabando era común. Pasé por varios escritores hasta que encontré a María Camila Arias. Con ella, finalmente logramos una historia más humana que iba más allá del contrabando, abarcando otros temas más urgentes. Cuando tuvimos esa historia, Javiera Balmaceda se emocionó y nos dio luz verde para realizar la película.
Me mostró que el universo del contrabando de gasolina, aunque cinematográfico, debía dar un giro y enfocarse en algo más profundo. Gracias a su perspectiva, encontramos la historia y la humanidad que estábamos buscando.
Dijo que la idea comenzó en 2014-2015, y son diez años de investigación. ¿Hubo momentos en los que pensó en abandonar el proyecto?
Definitivamente, en estos procesos creativos hay momentos en los que te sientes tentado a abandonar. Tuvimos varias páginas escritas, pero en algún punto pensé, no encuentro la historia. Sin embargo, decidí contactar a María Camila y lo más lindo fue que ella me mostró que el universo del contrabando de gasolina, aunque cinematográfico, debía dar un giro y enfocarse en algo más profundo. Gracias a su perspectiva, encontramos la historia y la humanidad que estábamos buscando.
¿La coyuntura actual entre Colombia y Venezuela ha hecho que el tema de la película sea más relevante? ¿Le asusta o le emociona?
No me asusta, pero tampoco diría que me divierte. Me emociona que pueda sumarse al debate actual, aunque no hago cine con la intención de aleccionar o cambiar el mundo. Mi cine, de alguna manera, siempre tiene un trasfondo político. Si esta película puede contribuir a la conversación, estaré encantado, pero lo principal para mí es que el público se emocione y conecte con los personajes.
Después de tanto tiempo investigando y rodando, ¿qué ha aprendido?
Aprendí que en Colombia y en Latinoamérica estamos más que preparados para hacer películas ambiciosas y robustas. También aprendí de las personas con las que trabajé, porque una película es como una familia temporal. En La Guajira, donde rodamos, la comunidad wayuu nos abrió sus puertas y aprendí mucho de ellos. Además, entendí lo importante que es estar presente en el momento, especialmente como director, porque es la única forma de transmitir verdad y belleza en una película.
Al viajar y conocer otras formas de existencia te enfrentas a tu propio ego y te das cuenta de lo afortunado que eres. Me quedo con lo positivo, con lo que aprendí de la comunidad.
¿Cómo fue grabar en La Guajira, conviviendo con una comunidad que vive en condiciones difíciles, y luego volver a la vida normal?
Es parte de la vida. Al viajar y conocer otras formas de existencia te enfrentas a tu propio ego y te das cuenta de lo afortunado que eres. Me quedo con lo positivo, con lo que aprendí de la comunidad. También me recuerda que la vida se trata de dar, incluso en pequeñas acciones. La Guajira es una región olvidada y con muchos problemas, pero espero que la película pueda ayudar a dar visibilidad a esta hermosa zona.
¿Cómo fue dirigir a alguien como Juanes, que es una estrella en su campo, pero nuevo en la actuación?
Juanes es increíblemente humilde y maneja muy bien su ego. Llegaba al set con una actitud generosa, dispuesto a aprender. Aunque estaba nervioso al principio, poco a poco, con orientación, logramos que dejara de “actuar” y encontrara su naturalidad. Estoy muy contento con el resultado, porque tiene una presencia hermosa en la película.
Todos sus proyectos tienen temas difíciles y desafiantes. ¿Cuál fue el mayor desafío en esta película?
El desafío logístico fue enorme. Tantas locaciones, tantos actores, acción con vehículos en una región con poca infraestructura. Pero el mayor reto fue no perder de vista la humanidad de la película. Aunque hay oscuridad, esta historia trata sobre la fraternidad, no solo entre los personajes, sino entre dos países. Para mí era crucial que ese amor y compasión estuvieran presentes en todo momento.
Por último, ¿cómo describiría Pimpinero en tres palabras?
Adrenalina, compasión y resiliencia.
ÚRSULA LEVY
Para EL TIEMPO
@Uschilevy