Juan Pablo Raba es de los pocos actores colombianos que han tenido una carrera en Hollywood y que, en los últimos años, han formado parte de las mejores series de streaming. Su presencia es imponente, pero lejos de mantener una mirada desafiante, decidió usar su voz para hablar de las debilidades y las fragilidades masculinas en un pódcast que indaga sobre la crisis de la mediana edad, la depresión o qué significa envejecer.
En su último día de rodaje de la película Los 33, la producción de Hollywood basada en la historia de los mineros chilenos atrapados bajo tierra por más de dos meses, Juan Pablo Raba lo dio todo en el set. Su última escena fue un abrazo largo y sentido de un minero con su hermana, interpretada por la francesa Juliette Binoche. Sus ojos son agua, sus gestos y sus palabras son una amalgama de alegría, incredulidad y miedo. “Ella siempre había sido una de las personas con las que yo más quería trabajar”, confiesa Raba, que también cuenta que sus sentimientos salieron a flor de piel en esos últimos momentos del rodaje. Cuando terminaron de filmar, la actriz se acercó a él, le puso una mano sobre su brazo y le dijo: “Mírate, eres una bestia emocional”.
Esta es la nueva portada de Revista BOCAS. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Ese es uno de los cumplidos que más recuerda el actor colombiano. Puede que también esas sean las mejores palabras para describir a Juan Pablo Raba, tanto cuando está frente a las cámaras como cuando no: alguien que siente inmensamente, que no le da miedo conectar con sus emociones. Como un nerd de su oficio (en sus palabras), esa habilidad es lo que le ha permitido traer a la vida a personajes como Jhon Jeiver, en Distrito Salvaje, o Gustavo Gaviria, en Narcos. “Amo el proceso de la creación y la preparación de los personajes”, dice. “Es casi un ejercicio antropológico, en el que tengo la oportunidad de conocer otras vidas. Tienes casi que la obligación de empatizar con modos de vida con los que de otra forma no llegarías a conocer. Se convierte en un gran ejercicio de empatía”.
Es difícil imaginar que este actor de Hollywood que ha participado en producciones junto con John Cena (Freelance) o Liam Neeson (El protector), que se eleva como un faro en cualquier habitación a la que entra por su estatura imponente y su actitud y sonrisa cálida que invita a sonreír de vuelta, haya pasado por una crisis de la mediana edad como todos nosotros, los mortales. Preguntándose qué significa ser un hombre, o qué quiere de la vida después de una carrera que para muchos es el epítome del éxito. Pero sí que la ha sufrido, ya desde hace años.
"Estoy repleto de cicatrices, huesos quebrados. ¡O sea, soy un mapa!" Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Su voluntad de explorar esa crisis puso sus emociones a la vista de todos en el pódcast Los hombres sí lloran, un show de conversaciones que armó en la sala de su casa —tras el impulso de su esposa, Mónica Fonseca— y al que trae a amigos y personalidades a hablar, a conversar con una candidez refrescante sobre temas como la depresión, la paternidad, e incluso lo que es la masculinidad. “Estas charlas me dieron mucha empatía”, reconoce con su tono calmado y siempre optimista. “Ahora, cuando veo hombres siempre los miro y trato de preguntarme qué estará pasando en esa vida. Porque ahora sé que todos pasamos por algo”. También cuenta que su pódcast fue el quinto más oído en el 2024 en Colombia, con una mezcla de orgullo y sorpresa, aún incrédulo de la popularidad de este proyecto que nació de su crisis de la mediana edad, de noches en las que le costaba dormir y pensamientos obsesivos alrededor del mundo en el que crecería su hija.
El show, en el que se muestra vulnerable al reconocer sus roces con la ansiedad y la depresión, es ahora una de las banderas con las que tantos hombres se replantean la forma en la que exploran sus sentimientos y su masculinidad. “Hay que descubrir qué significa para nosotros ser un hombre”, dice, una de las muchas reflexiones a las que ha llegado en medio de su proceso. “Para nosotros, no para los demás. No es lo que te dijo tu papá, ni tu mamá, ni lo que la sociedad dice o espera de ti”.
"Hice Delirio para Netflix, filmé La casa de los espíritus… y empecé Los hombres sí lloran! Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Empático, sentimental. Ese siempre ha sido Juan Pablo Raba, siempre jugándosela con el corazón en la mano. Quizá por eso sus roles permanecen en nuestra memoria, y quizá esa es la razón por la que sus conversaciones se sienten como una mano amiga en un mundo de silencios masculinos. “La vulnerabilidad es una gran fortaleza”, dice.
¿En qué momento se dio cuenta de que quería, de que podía ser actor?
En el momento en el que el maestro Edgardo Román me recibió y me hizo una audición de talento para su escuela. En ese momento yo tenía veinte o veintiún años. Él me puso una serie de actividades, y en el último ejercicio me dijo “usted ha sido una persona muy exitosa toda su vida, se casó con el amor de su vida, tiene una hija, tiene un trabajo soñado… y yo soy un miembro de las Farc. Nosotros le secuestramos a su hija y a pesar de que usted pagó el secuestro, pues igual le quitamos la vida. La policía me atrapó y me tiene acá, sentado al frente de usted. Usted no me puede tocar, pero tiene 30 segundos para decir lo que quiera”. Y yo, que no había actuado nunca, que no tenía ni idea de cómo hacer eso, me acuerdo que empecé a pensar en todo lo que le iba a decir y cómo le iba a insultar. Y a medida que más pensaba, mientras más trataba de hablar, menos podía. Me quedé quieto, paralizado. Empecé a apretar los puños y empecé a llorar, porque no me salía nada más. Y el maestro se me acercó y me dijo “eso es actuar”. Ese fue el momento en el que sentí que podía hacer algo con mi cuerpo, con mis emociones, con mi voz, con mi sensibilidad; el momento en que sentí que podía crear algo desde cero, que podía crear arte.
Usted no había tomado ningún entrenamiento actoral, no había estudiado nada al respecto. ¿Qué lo llamó a ir a una audición?
Yo venía de vivir en España. Estaba en Colombia un poquito perdido, no tenía realmente los recursos económicos para hacer lo que quería. Estábamos distanciados con mi papá y él no me quería prestar dinero para estudiar aviación, que era lo que quería. Una amiga con la que estábamos en su casa me dijo “tengo que ir a preparar un casting para una película española”. Yo la acompañé a la academia del maestro Román. El compañero de mi amiga se tuvo que ir y el maestro me dijo: “oiga, chino, hágame un favor”. Le digo que no tengo ni idea de actuar, y me dice “tranquilo que yo no voy a pararle bolas, voy a estar es pendiente de ella”. Y empezamos a hacer la escena y recuerdo que tuve un pensamiento que hoy por hoy considero mi primer pensamiento artístico y actoral, y es que cuando estaba leyendo las líneas, yo me dije “si yo me concentro mucho y lo hago muy bien, la voy a ayudar”. Y esos son los grandes principios de la actuación, que es trabajar para el otro. Y cuando terminamos, el maestro me dijo “yo creo que usted tiene talento, ¿por qué yo vine a una audición?”
¿Y cómo fue ese inicio en la vida actoral?
Los primeros papeles fueron de mucho aprendizaje, porque realmente no se me entendía cuando hablaba, no sabía muy bien lo que estaba haciendo. Y empecé con papeles pequeños; no es una historia de megaéxito inmediatamente, ni mucho menos. De hecho, yo tuve que aprender a lidiar con el rechazo muy rápido, porque después de tomar papeles pequeños de repente quedé castigado en un proyecto muy importante y yo era el protagonista. Y después de meses de que todo el mundo sabía que yo sería ese protagonista, de que todo el mundo de alguna forma pensara que yo sería el siguiente gran galán o joven talento de la televisión… faltando poco para empezar a filmar me lo quitaron. El director me puso a hacer improvisación con Paola Rey y yo no había improvisado nunca, ¡no tenía ni idea de lo que estaba haciendo! Me quitaron ese papel y ahí es cuando con más seriedad me empiezo a formar, ahí empiezo a volverme muy, muy estudioso. Porque antes, a pesar de que me gustaba, el primer objetivo era sobrevivir. Pensaba “qué es lo primero que puedo agarrar para trabajar”, sin preguntarme si estaba listo. En ese ínterin llegué a ese casting y al principio yo preguntaba: “¿están seguros? Yo tengo muy poca experiencia”. Y me decían “sí, eres tú, eres tú”. Y me creí el cuento, y después me fui de jeta contra el planeta.
"¿Por qué los hombres nos sentimos tan solos y no tenemos espacios para hablar?" Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Después de una carrera bastante buena aquí y en Venezuela tomó la decisión de irse a vivir y trabajar en Estados Unidos. ¿Se sintió intimidado ante la idea de buscar papeles en Hollywood?
No, para nada. Simplemente me di cuenta de que nada del trabajo que yo había hecho hasta ese momento, o la figura que yo fuera considerada, o lo que hubiera conseguido a nivel laboral… nada de eso servía. En ese entonces se diferenciaba mucho lo que era la televisión acá a una serie de HBO, y mostrar una novela, así tuviera calidad actoral, pues no cumplía esos requisitos de calidad. Tenía diez años de carrera, pero estaba empezando desde cero.
¿Cuál fue el primer papel que consiguió allá?
El de [la película] Los 33.
¿Recuerda esa audición?
En la primera audición no me fue bien. Yo sabía que no había ido bien, y la directora de casting me dijo incluso que no la habían terminado de ver. Pero a los dos meses me llama ella y me dice que me va a volver a mandar la audición. Y yo digo “¿pero para qué, si ya la hicimos?”. Pero me dijo que esta vez era un personaje definido, que trabajara mi personaje. En ese tiempo, por cosas del destino, yo estaba bajando de peso, estaba pesando como 75 kg porque me estaba preparando para un proyecto. Estaba muy delgado, con la cabeza rapada, una barba larga. Le pedí a una artista de maquillaje que me “caracterizara” y me fui al casting en personaje, algo que hago muy poco, pero ese día sentí el impulso. Hice la audición en la mañana y en la tarde me llamaron a decirme que me había ganado el papel.
Con una carrera exitosa con tantas producciones internacionales, ¿por qué decidió volver a Colombia?
Pues nosotros siempre veníamos a Colombia. Fíjate que a pesar de estar viviendo allá, yo venía acá para Distrito Salvaje, Narcos, Noticia de un secuestro, Freelance (la película que hice con John Cena y Alison Brie)... O sea, Colombia siempre ha estado ahí en mi carrera, de una forma u otra. Vinimos en marzo del año pasado por una película. La película se atrasó, terminé haciendo otra película y una serie en República Dominicana, y pasa el tiempo. Y mientras estoy haciendo la serie arranca la huelga de actores en Los Ángeles, dije “ya pasamos pandemia allá, ¿y ahora a pasar protestas?”. Aprovechamos más bien estar acá para que los niños aprendieran más español, pasaran más tiempo con los abuelos…
Como lo relata, estos últimos años de su vida han sido muy buenos en cuanto a su carrera… sin embargo, su pódcast Los hombres sí lloran nace de una ansiedad muy personal, de una crisis de la mediana edad justo por esta época. ¿Cómo empieza a manifestarse esa crisis?
Se manifiesta a los 42 años, cuando nació mi hija. Yo empiezo a sentirme muy angustiado, a tener muchos episodios de ansiedad, a pensar mucho en el futuro. Me hago muchas preguntas: ¿quién soy? ¿Qué he hecho? ¿Qué tipo de persona quiero ser? El hecho de que mi hija sea niña también me hace preguntarme muchas cosas, como qué tipo de hombre soy, o qué tipo de hombre quiero ser para esa niña.
"Los primeros papeles fueron de mucho aprendizaje, no se me entendía cuando hablaba" Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Pero muchos hombres viven con estos sentimientos por años, pero los esconden, no hacen nada al respecto. ¿Hubo un punto en el que dijo ‘necesito hablarlo, necesito ayuda’?
Estos pensamientos me llevan hacia una idea en particular que es lo que desemboca en todo esto: pienso en un momento que tal vez si no estoy en este plano físico, todo sería más fácil. Si no estoy acá en este mundo, la ansiedad se acaba; si no estoy acá no me tengo que preocupar ya por quién le va a pagar la universidad a mi hija, por ejemplo. Y ese pensamiento es el que me hace realmente pedir ayuda. Si bien eso nunca se materializó en un plan para… no estar en este plano, el solo hecho de pensarlo me asustó. ¡Porque yo había sido toda la vida todo lo contrario! Yo era como la persona que me comía la vida, pensaba que yo podía con todo. Ahí sentí que necesitaba ayuda.
¿Fue algo que decidió charlar solo en su círculo más íntimo, con su profesional y con su esposa, o que se atrevió a hablar más abiertamente con amigos, con otros hombres?
Una vez yo empiezo a ir a terapia y empiezo a hablar de esto con Mónica (Fonseca), mi esposa, también me atrevo a romper el statu quo. Cuando hablaba con mis amigos, inclusive con conocidos, y me preguntaban cómo estaba, en vez de conformarme con una conversación superficial les decía “no tan bien, estoy pasando por una crisis de mediana edad tremenda”. Veía cómo reaccionaba mi interlocutor, con la sorpresa primero, después la preocupación de no saber qué hacer, de no saber qué decir, y finalmente en todas esas ocasiones ver a estos hombres decirme “yo estoy pasando por lo mismo”. Me decían que su papá estaba deprimido desde hacía veinte años, que su mejor amigo se acababa de suicidar. Yo les preguntaba con quién hablaban de esto y me decían “no, con nadie”. Hay algo aquí que no funciona y que está mal, porque si supuestamente los hombres somos más fuertes, más preparados, los que tenemos más oportunidades, ¿por qué está pasando esto? ¿Por qué nos sentimos tan solos y no tenemos espacios para hablar? Y empiezo a investigar un poco sobre las cifras y me doy cuenta de que realmente la salud mental masculina es un tema del que se habla muy poco. Le conté entonces a mi esposa sobre esto y ella me dijo una vez “tienes que hablar de esto, deberías hacer un pódcast”. Hace tres años me lo dijo. Y yo le dije que qué pereza, todo el mundo está haciendo pódcast (risas).
¿Pero entonces qué lo empuja a convertir estas charlas en un pódcast?
Bueno, llega un viaje espiritual a Bután, un viaje que yo tenía guardado desde hace más de veinte años por una visión que tuve…
Un momento… ¿por una visión?
Sí, en medio de una meditación se me apareció un monje y me dijo “tienes que venir a Bután”. Yo meditaba justo en esa época en la que era joven y estaba muy perdido, cuando no sabía qué quería hacer y empiezo con lo de la actuación. Me pasa lo de la visión y dejo de meditar, porque me da susto. Y claro, yo estaba empezando mi carrera como actor y dije “no me puedo ir ahora hasta allá”. Fue algo muy fuerte… pero esa visión, veinticinco años después, me lleva a Bután.
¿Y qué hizo en Bután?
En ese viaje le dije al guía que yo solo quería caminar mucho, vivir como los butaneses y visitar la mayor cantidad de templos. Caminaba seis horas para llegar a algún templo en una montaña, y allá, en una de mis meditaciones llegó el mensaje muy claro: “Ya deja el ego. Haz un pódcast. Habla de esto”.
"En una de mis meditaciones llegó el mensaje: “Ya deja el ego. Haz un pódcast. Habla de esto”. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
¿Cómo fue producir ese pódcast?
Pues 2023 y 2024 fueron años complejos, arranqué haciendo muchas cosas: la serie en República Dominicana, hice Delirio para Netflix, filmé en Chile La casa de los espíritus… ¡y en el interín de todo esto empezamos a hacer Los hombres sí lloran! Empecé a grabar en diciembre del 2023, con el teléfono. Pero luego dije “no, esto hay que hacerlo muy bien hecho”, así que empezamos a hacerlo audiovisual, a adaptar todo en la casa para grabar. Para amortizar costos, a veces yo grababa tres o cuatro veces en un día. Entonces, además de los viajes internacionales y el trabajo, de vez en cuando tenía que sentarme y hacer tres o cuatro charlas seguidas.
Mucho compromiso para un proyecto enteramente personal…
Sí, era algo absolutamente personal. Yo me lo pagué con un amigo, realmente no hicimos ninguna planificación de nada. ¡Yo lo que quería era tratar de entender mi propia crisis!
¿Y se esperaba la recepción que ha recibido el pódcast, siendo uno de los shows más escuchados este año en Colombia?
Nunca nos imaginamos que iba a tener esta repercusión. Yo intuía que era una cuestión importante, pero no que iba a ser tan bien recibida y que se iba a sentir tan necesaria.
Imagino que tiene que ver con lo que describía: poder darles un espacio a sentimientos que muchos hombres sienten que no pueden compartir. Eso seguro conecta con la gente, la ayuda…
Yo simplemente estoy utilizando la plataforma y mi voz y mis propias experiencias para tratar de ayudar a otros hombres que estén sintiendo lo mismo o que estén navegando una crisis. Me llegan mensajes muy bonitos de agradecimiento de gente diciendo que el pódcast le salvó la vida, que gracias al pódcast comenzó a ir a terapia, que gracias a él ya no se sienten tan solos… y de repente alguien pregunta “oye, que tengo ese tema, ¿qué hago?”. Ahí está la capacidad de distinguir entre lo que puedes y lo que no puedes hacer. Me digo muy honestamente que de pronto tengo algo que quisiera decirle a esa persona, pero lo responsable es solo decir “me encanta que el pódcast te llegue, pero yo no soy la persona que te puede ayudar a salir de ese agujero. Tienes que buscar ayuda profesional”.
Pero esos mensajes y esa popularidad son una reafirmación de que usted no está solo en su crisis, en sus preguntas. Al final, muchos hombres quieren y buscan espacios como estos para conversar.
Pues mira que lo interesante es que es un ejercicio muy sencillo: poner a dos personas al frente y tener una conversación. Punto. La verdad es que lo que estamos haciendo lo puede hacer todo el mundo… ¡Lo que pasa es que no lo hacemos! Hace poco tuve un amigo en el pódcast, y ya cuando llevamos como cincuenta minutos hablando le dije: “parce, vivimos al lado, somos mejores amigos hace 35 años, ¿y hace cuánto tiempo no nos sentábamos solo a hablar?”. Creo que tenemos que ser más deliberados en la acción de interesarnos por las otras personas. Y si tenemos algo de qué hablar, asegurarnos de que alguien se va a interesar por lo que tenemos para decir.
El primer maestro de Raba fue Edgardo Román. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
Esos momentos de vulnerabilidad son los que han traído un tema a su pódcast y a la conversación general: la depresión. ¿Es algo que siente que podía hablar con libertad antes de crear este espacio de exploración?
No. Es que antes de mi crisis, para mí la depresión no existía. Mi papá me crio diciéndome que la depresión era flojera, que era falta de amor, falta de ingenio. Hasta que yo pasé por mi crisis, para mí la gente que estaba deprimida era por falta de oficio. Yo decía que ser feliz es una decisión… y sí lo es, lo que pasa es que también hay que dedicarle trabajo. Pero desde que empecé este trabajo, para mí estas conversaciones dejaron de ser tabú.
BOCAS tiene otra portada en esta edición: una de las mejores sommeliers del mundo; Laura Hernández. Foto:Alejandra Quintero / Revista BOCAS
En varias entrevistas ha reconocido que la gente no solo lo ve como un actor exitoso, sino atractivo. ¿Cómo cambia esa percepción con la edad?
Yo realmente nunca le he dado tanta bola a eso. Nunca ha sido tampoco mi objetivo verme de determinada forma, no lo pienso tanto. Hago mucho ejercicio, pero porque me fascina montar bicicleta, y además estoy repleto de cicatrices, huesos quebrados, cicatrices. ¡O sea, soy un mapa! Para mí la carrera siempre fue hacia el talento, porque la pinta o la apariencia, que claramente me ha abierto la puerta a ciertos personajes… eso se va. Lo que me va a quedar es realmente las habilidades o capacidades que tengo como actor. El cuerpo cambia: salen canas, el pelo, es más difícil quemar la grasa. Pero nunca me he apoyado en mi apariencia para mi trabajo.
Y después de este ejercicio de exploración, de un año de conversaciones y reflexiones, ¿siente que tiene más claridad sobre esta crisis, sobre quién quiere ser de ahora en adelante?
Pues ahora sé que quiero ser suficiente. Eso es fácil de decir, pero bien difícil de sentir y de conseguir. ¿Cómo llego a ser suficiente? Trabajando todos los días para ser mi mejor versión.
“Hay que descubrir qué significa para nosotros ser un hombre”. Foto:Hernán Puentes / Revista BOCAS
¿Y cómo se manifiesta eso en su carrera como actor?
En el imaginario, un actor es exitoso o un actor es suficiente en la medida en que tenga fama y tenga dinero. Pero puedes conseguir esas dos cosas y de todas formas no sentirte suficiente, porque te das cuenta de que estás simplemente trabajando para ser validado por los demás, o porque crees que es lo que ellos esperan de ti. Entonces mi trabajo hoy día es más honesto, es más real, porque no persigo esas metas. Solo me concentro en hacer el día más agradable, de mi trabajo con un personaje más agradable, de la vida de los demás más agradable. De disfrutarlo. Desde hace mucho tiempo pensaba que lo único que yo podía hacer era ser actor, pero ahora con esto que está pasando del pódcast me doy cuenta de que simplemente soy humano. Soy una persona que trabaja como actor, como productor, como director de televisión, que le gusta la bicicleta; soy padre, soy esposo, soy amigo. Interpreto muchos roles. ¿Y para dónde va toda esta vaina? No tengo la menor idea.
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