En la mañana del 29 de enero de 2024, Hind Rajab, una niña palestina de seis años, se subió a un carro junto con otros seis miembros de su familia –sus tíos Bashar y Anam y cuatro de sus primos– tratando de huir del barrio de Tel al-Hawa, en la ciudad de Gaza, tras una orden de evacuación del Ejército israelí que les pedía dirigirse hacia al sur.
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Unas horas después, la Media Luna Roja Palestina recibió una llamada de Layan, una de las primas de Hind que viajaba en el carro, indicando que el Ejército apuntaba directamente contra ellos. “Nos están disparando. El tanque está a mi lado”, se oyó gritar a la joven de 15 años antes de que su voz se apagara en medio de una ráfaga de 64 disparos en seis segundos.
Cuando la Media Luna Roja logró establecer contacto de nuevo, la única sobreviviente en el pequeño Kia Picanto negro que intentaba huir del norte de Gaza era Hind. “De verdad, tengo miedo. Llama a alguien para que venga y me recoja”, le dijo en repetidas ocasiones la menor al operador que la escuchaba al otro lado de la línea.
Hind, que estaba herida en la mano, la espalda y la pierna, murió al igual que los otros seis integrantes de su familia. Sus cuerpos fueron recuperados 12 días después en el auto lleno de marcas de balas y casi desbaratado. Tiempo después se supo que los dos paramédicos que fueron enviados en una ambulancia para rescatar a la menor también recibieron disparos y murieron a 50 metros del sitio donde ella esperó por ayuda durante horas.
El caso de la menor de seis años y sus desesperados pedidos de ayuda le dieron la vuelta al mundo. Pero la suya es sólo una de las miles de historias de la tragedia que vive Gaza desde el 7 de octubre, cuando Israel lanzó la denominada 'Operación Espadas de Hierro' en respuesta a la masacre perpetrada por Hamás en la que segó la vida de 1.200 israelíes. El objetivo: acabar con el grupo islamista palestino y devolver a los 250 rehenes que Hamás se llevó hacia el enclave.
Incluso ahora, todavía no sabemos si estamos soñando o es la realidad, porque lo que nos está sucediendo está más allá de la imaginación
“Ese fue el momento en que toda nuestra vida cambió. Incluso ahora, todavía no sabemos si estamos soñando o es la realidad, porque lo que nos está sucediendo está más allá de la imaginación”, le dice Youssef al-Barawi, un gazatí de 22 años, al diario británico The Guardian.
Un año después, el Ministerio de Salud de Gaza da cuenta de más de 41.700 muertos –una media de 130 personas asesinadas al día, según la ONU– y más de 96.700 heridos por los bombardeos. Aunque un estudio publicado a principios de año en The Lancet señala que la cifra de muertos podría ser hasta cinco veces más alta si se tienen en cuenta las muertes indirectas causadas por la desnutrición o la falta de atención médica. Los datos tampoco incluyen los más de 10.000 cuerpos que se cree están bajo los escombros.
La ONG Oxfam, además, asegura que en los bombardeos en Gaza han sido asesinados más mujeres y niños que en cualquier otro conflicto armado en las últimas dos décadas. Los datos de ONU Mujeres hablan de más de 10.000 mujeres asesinadas, mientras que la organización Save the Children da cuenta de más de 14.000 niños muertos en 12 meses.
Cifras del gobierno de Gaza, en manos de Hamás, señalan también que la ofensiva israelí ha matado a todos los miembros de al menos 902 familias palestinas, mientras que en otras 1.364 solo uno de sus integrantes permanece con vida y en otras 3.472 familias solo dos personas sobreviven.
Abu al-Qumssan, por ejemplo, perdió a su esposa, su hija de cinco años, su madre, dos hermanas y dos familiares más en un solo bombardeo en diciembre y hasta la primavera había documentado un total de 82 parientes asesinados en medio de los ataques. “No podía distinguir las calles de las casas. La gente y los cuerpos se evaporaron”, le contó a la AP sobre los bombardeos que acabaron con su familia.
Israel, no obstante, cuestiona las cifras y asegura que Hamás no distingue entre milicianos muertos y civiles. Dice, de hecho, que ha logrado dar de baja a 17.000 integrantes del grupo islamista, que pone en marcha medidas para mitigar la afectación a la población civil y acusa al grupo de usar a los gazatíes como escudo humano.
Desplazamiento, carpas precarias y hacinamiento: la vida en Gaza un año después
En palabras de Ajith Sunghay, director de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el Territorio Palestino Ocupado, Gaza es hoy “una crisis de derechos humanos de enorme magnitud y un desastre humanitario”.
Desde el inicio de la ofensiva israelí en territorio palestino, 1,9 millones de personas, es decir, el 90 por ciento de la población gazatí (2,3 millones), han sido víctimas de desplazamiento forzado. El Ejército del país hebreo ha llevado a cabo incursiones en los centros más poblados de la Franja, como Ciudad de Gaza, Jan Yunis y Rafah, por lo que la ONU asegura que solo el 14 por ciento del enclave ha estado exento de órdenes de evacuación y que algunas familias han tenido que moverse hasta 10 veces.
Maher Zino, su esposa Fatima y sus tres hijos, precisamente, aseguran que se han desplazado tantas veces “que ya es difícil mantener la cuenta”. De Ciudad de Gaza, donde vivían al inicio de la guerra, se han movido a Jan Yunis, luego más al sur hasta Rafah y nuevamente hacia el centro de Gaza, empezando de cero una y otra vez. A veces han encontrado un techo, otras han tenido que dormir en la calle.
“Monta una tienda, construye un baño y encuentra ropa porque has dejado todo atrás. Me convertí en un mendigo pidiendo mantas para calentar a mi familia y buscando cocinas de caridad que me den un plato de comida para mis niños”, le cuenta Maher a la AFP.
Y es que, Florencia Francisconi, obstetra argentina de Médicos sin Fronteras (MSF) que acaba de salir de Gaza, describe que por el desplazamiento los palestinos viven hacinados en carpas improvisadas y en condiciones precarias expuestos al calor o al frío.
Llega un momento en la noche donde no se ve absolutamente nada. No hay agua potable, no hay duchas, no hay ropa y están descalzos
“No hay electricidad. Llega un momento en la noche donde no se ve absolutamente nada. No hay agua potable, el agua que sale de la canilla es salada. Conseguir agua para el consumo, para tomar, para cocinar depende de la ayuda humanitaria. No hay duchas, no hay ropa y están descalzos. Es dormir en el piso. Es vivir en una carpa hecha de plásticos con 39 grados o inundada cuando es invierno”, cuenta.
Tal es el caso de Alaa y sus tres hijos –el cuarto falleció–, que hoy viven instalados en dunas de arena sobre la zona humanitaria de Al Mawasi, que también ha sido atacada. “Al principio abandonamos nuestra casa en Beit Lahia tras recibir órdenes de desalojo. Entonces fuimos a la escuela Fakhoura con la esperanza de que fuera un lugar seguro. Pero los ataques alcanzaron la escuela. Corrí por las calles con mis hijos, mientras las bombas caían a nuestro alrededor y todo se derrumbaba. Me resigné y monté una tienda de campaña sobre las dunas”.
La crisis en el enclave es tal que un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) señala que el desempleo en Gaza se disparó hasta el 79 por ciento, mientras que la pobreza multidimensional ya afecta a toda la población gazatí, en un territorio donde el 80 por ciento de sus habitantes ya dependían de la ayuda internacional antes de la guerra.
Desde que inició la ofensiva, sin embargo, Israel ha restringido el ingreso de ayuda humanitaria, alimentos y combustible, según una denuncia de Human Rights Watch. Raquel Martí, directora ejecutiva del comité español de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), le dijo a este diario que mientras antes de la guerra entraban 500 camiones con ayuda humanitaria al día –unos 10.000 mensuales–, en agosto ingresaron 2.018 camiones, solo un 20 por ciento de los que se veían antes del 7 de octubre, lo que ha causado una grave crisis de hambre e insumos.
El último informe del Integrated Food Security Phase Classification (IPC), de hecho, asegura que el 96 por ciento de la población de la Franja enfrenta niveles de inseguridad alimentaria aguda. Y aunque todo el territorio está clasificado en nivel de emergencia, más de 495.000 personas se encuentran en nivel de catástrofe ante la extrema falta de alimentos.
“El 96 por ciento de las mujeres y los niños de entre 6 y 23 meses no están cubriendo sus necesidades nutricionales básicas. Hay 346.000 niños menores de 5 años y 160.000 mujeres embarazadas que necesitan nutrientes adicionales y hay unos 50.000 niños que necesitan tratamiento para la desnutrición aguda provocada. Hoy en día toda la población de Gaza está sufriendo hambre y hay muchísimas personas que únicamente hacen una comida diaria porque no hay más alimentos”, narra Martí.
Enfermedades que se expanden y pocos centros médicos
La situación sanitaria es todavía más crítica. Francisconi narra que hoy en Gaza se expanden las graves afecciones de piel, afecciones respiratorias y hasta brotes de hepatitis por cuenta de la falta de condiciones de higiene apropiadas. El panorama es aún peor para las mujeres, que no cuentan con kits higiénicos para los ciclos menstruales o que, dice Martí, han tenido que cortarse el pelo por los piojos, la falta de champú o porque ni siquiera hay peines para el cabello.
La gente vive alrededor de estas basuras. Están creciendo las ratas, los mosquitos, los insectos y se están propagando las enfermedades infecciosas
“Hay más de 400.000 toneladas de basura sin recoger en Gaza. La gente vive alrededor de estas basuras. Están creciendo las ratas, los mosquitos, los insectos y se están propagando las enfermedades infecciosas. Hay aproximadamente 1.000.000 de personas con enfermedades infecciosas pulmonares, más de 600.000 personas con gastroenteritis aguda y más de 100.000 personas con ictericia. Hemos tenido que llevar a cabo una campaña de polio, que se había erradicado hace 25 años”, señala la líder de UNRWA.
Todo ello en un momento en que sólo 16 de los 36 hospitales del enclave siguen “parcialmente” operativos, por lo que están saturados y hay retrasos para tratar a los enfermos. Muchos centros médicos, además, han tenido que cambiar de especialidad para atender a los heridos o carecen de insumos básicos para prestar el servicio. A lo que se suma que más de 800 trabajadores sanitarios han sido asesinados, al igual que más de 200 trabajadores humanitarios, según la ONU.
“Hay algunos (miembros del personal médico) que durante toda la noche agarraron las cuatro cosas que tenían y trataron de montar una carpa en cualquier lugar que encontraron y al otro día estaban trabajando. Ellos mismos hacen parte de esa comunidad que desplazan, que matan, que se quedan sin casa, que se quedan sin familiares, que se quedan sin hijos y están ahí todo el tiempo y si tienen que sonreírle a un paciente todavía les queda ánimo de sonreír”, describe la doctora de MSF.
La obstetra argentina también destaca como especialmente difícil la situación de las 155.000 mujeres embarazadas y madres primerizas en Gaza, que se han visto obligadas a parir bajo las bombas, en tiendas de campaña o en edificios destruidos, en múltiples casos sin asistencia médica.
“Imagine ser una mujer embarazada o puérpera. No pueden ducharse, no pueden lavarse, no pueden lavarse las manos. Es agotador estar desplazándose todo el tiempo, estar buscando dónde están los centros de salud. El control prenatal es bastante dificultoso. Tras el parto, el periodo de observación ideal para una mamá y un recién nacido es de 24 horas idealmente. Muy poquitas aceptan quedarse en promedio unas 4 o 6 horas porque tienen mucho miedo de que algo pase y quedar separadas de su familia”, cuenta Francisconi.
Del mismo modo, es crítico el caso de los bebés y los niños. Conseguir pañales se hace imposible y cuando se encuentran son costosos. No hay leche de fórmula o la falta de agua dificulta poder lavar los biberones y otros elementos. En el caso de los niños mayores, según Martí, hay 17.000 de ellos que están separados de sus familias y en los que la reagrupación se ha hecho imposible.
“No sabemos si es porque se han perdido durante los bombardeos o durante las órdenes de desalojo que emite Israel o que sus padres simplemente han sido asesinados. Muchos de ellos son niños que no tienen la edad para hablar, con lo cual no se les puede identificar. También hay 600.000 niños en Gaza que no van al colegio desde hace un año. Hemos sacado un informe con la Universidad de Cambridge en el que se concluye que esta situación les va a hacer retroceder 5 años en su nivel escolar y que además va a ser prácticamente una generación perdida”, narra.
42 millones de toneladas de escombros en Gaza
La crisis gazatí se ve asimismo en cada calle o edificio destruido. Según los datos aportados por UNRWA, más del 60 por ciento de las viviendas han sido destruidas, al igual que el 57 por ciento de las infraestructuras de agua y saneamiento, el 75 por ciento de las redes de telefonía móvil, el 90 por ciento de las carreteras o el 63 por ciento de los edificios históricos y culturales del enclave palestino. Se calcula, además, que hay 42 millones de escombros por todo el territorio.
Al mismo tiempo, la UNCTAD indica que entre el 80 y el 96 por ciento de los activos agrícolas están devastados en Gaza, lo que incluye granjas, huertos, sistemas de riego, entre otros. El 82 por ciento de las empresas privadas también resultaron dañadas o destruidas durante el último año.
Y es que las cifras palestinas indican que desde el inicio de la guerra Israel ha arrojado unas 85.000 toneladas de explosivos por aire, mar y tierra en Gaza. Datos recopilados por la organización Acción contra la Violencia Armada (AOAV), además, señalan que un arma explosiva israelí alcanzó en promedio una infraestructura civil cada tres horas y que, además de la pausa humanitaria de casi una semana en noviembre, solo dos días del último año estuvieron libres de bombardeos en Gaza.
AOAV también encontró que en promedio una vivienda fue atacada cada cuatro horas, un refugio temporal cada 17 horas, escuelas y hospitales cada cuatro días, y centros de ayuda humanitaria, cada 15. Aunque Israel justifica sus ataques señalando que las milicias utilizan infraestructura civil como refugio.
Las agencias internacionales ya han alertado que reconstruir Gaza podría costar entre 30.000 y 40.000 millones de dólares y que necesitaría un esfuerzo sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Cuando acaben los bombardeos la gente en Gaza seguirá muriendo. Seguirá muriendo por las enfermedades, por todo lo que significa una posguerra en la que la gente no tiene recursos
Martí, no obstante, señala que no está claro quién pagará la reconstrucción, cómo se hará para sacar del enclave las 42 millones de toneladas de escombros producto de la destrucción o cómo se hará la detonación de los explosivos que aún ponen en riesgo a la población. Incluso, persisten dudas importantes sobre quién gobernará Gaza tras el conflicto y hacia dónde se reordenará la población mientras se reconstruye el enclave.
Más grave aún, la líder de UNRWA destaca que, incluso si la guerra llega a su fin mañana, la crisis en Gaza se mantendrá: “Cuando acaben los bombardeos la gente en Gaza seguirá muriendo. Seguirá muriendo por las enfermedades, por todo lo que significa una posguerra en la que la gente no tiene recursos, en la que los hospitales no van a tener suficientes recursos durante un tiempo hasta que se puedan reconstruir. En todas las guerras se sabe que una vez que acaban, el sufrimiento continúa. Vamos a hablar de una población totalmente traumatizada y esto va a crear unas secuelas enormes de por vida”, concluye.
Por lo pronto, la reconstrucción se vislumbra lejana para los gazatíes, y el rayo de esperanza de alcanzar un cese el fuego que permita que las bombas que pasan sobre sus cabezas se detengan al menos de forma temporal también se desvanece con cada nuevo día de la guerra. “A dónde vamos ahora”, se preguntan.
ANGIE NATALY RUIZ HURTADO - REDACCIÓN INTERNACIONAL - EL TIEMPO