Fútbol y sombra de apuestas ilegales: ¿y la Fiscalía, qué...? (Meluk le cuenta)

hace 1 semana 14

Hace 30 años, la llamada entraba todos los lunes entre las 9 y las 10 de la mañana a la redacción de Deportes de este diario. 

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Era de un hombre de acento paisa que, periódico en mano, preguntaba: “Ustedes dicen que el primer gol de la fecha fue en el minuto 14, pero ayer dijeron que fue en el 16 en Todofútbol –programa radial de la época–. Es que tenemos un grupo con los que apostamos unas platas y uno no quiere pagar y tenemos el acuerdo de que nos guiamos por la página de síntesis de EL TIEMPO...”.

Y así, todos los lunes, preguntaba por el número de amarillas en el primer tiempo o si el primer gol fue de un visitante o si el último había sido de un defensa, un volante o un atacante...

Hace 25 años iba a cubrir los entrenamientos de los equipos de Bogotá. Una vez, un jueves, cuando se hacían las prácticas de fútbol, vi a los jugadores ensayar con desgano. Pregunté a varios por su evidente apatía. Me contaron que ya les habían dicho que hicieran lo que hicieran su partido del domingo en El Campín terminaría 0-0 y que un duelo clave en otra plaza acabaría 2-1 a favor de un determinado equipo.

Las apuestas ilegales en el fútbol colombiano no son nuevas

El domingo, en Bogotá hubo un penalti no pitado, otro que un jugador visitante pateó a las nubes y un gol anulado por un fuera de lugar inexplicable. Y en el otro partido uno ganaba 0-1 en el minuto 38 del segundo tiempo y perdió 2-1 en el descuento...

En el 2002, en la pugna arbitral entre la Federación y la Difútbol por el control del arbitraje, se reveló la polémica ‘Operación Nasar’ (No a sobornos arbitrales) en la que se acusaba a árbitros de recibir dineros para acomodar marcadores y jugadas. Según esa operación, adelantada por Difútbol, se apostaba a todo: al saque inicial (qué equipo lo hacía y si con la pierna derecha o izquierda), a saques de banda, córneres, goles de cabeza, tarjetas, autogoles, tiempos... Claro: a marcadores.

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Foto:Daniel Thornberg / Alamy Stock Photo

Hace poco más de 30 años, antes de empezar a trabajar en EL TIEMPO, una fuente inmejorable me mostró dos hojitas tamaño carta anilladas entre cubiertas de cartulina gris brillante –como los trabajos estudiantiles de la época– en las que unas agencias nacionales e internacionales aseguraban que la derrota de un superequipo local de fútbol, superfavorito para todo y por todos, sufrió una superderrota inesperada porque, según decían los papeles, un cartel nacional habría apostado en su contra en los mercados ilegales de apuestas asiáticos (no recuerdo con exactitud si era de Filipinas o Tailandia) y para lograr su objetivo habría amenazado a técnicos y jugadores para desestabilizar al equipo y enviado a mujeres hermosas como hinchas a los lugares de estadía del equipo para que los futbolistas perdieran la concentración y las llevaran a la cama antes de los partidos...

¡Hace 35 años mataron al árbitro Álvaro Ortega por haber anulado un gol! Esa sí, quizás, la página más horrorosa y perversa de la historia del fútbol nacional.

Eran épocas sin VAR, sin apuestas legales patrocinando la Liga, de la ley del plomo o plata, en las que amenazaban y compraban árbitros, jugadores, técnicos, directivos y periodistas; épocas en las que mataron a algunos de ellos...

Hoy, como ayer...

He dicho antes aquí que no soy ingenuo ni tonto, que el fútbol es un espejo de la sociedad y que en este país todos sabemos que la palabra ‘corrupción’ bien podría estar en el escudo nacional entre las garras del cóndor. En este país ha pasado, pasa y pasará hasta lo inimaginable.

El informe publicado ayer en estas páginas sobre la amenaza de las apuestas ilegales locales e internacionales sobre la Liga de fútbol profesional es real, es seria y está presente. Además del desafío de las apuestas ilegales locales, el reto de enfrentar las mafias internaciones –de China, México y Rusia, como lo denunció y lo asegura Eduardo Pimentel, el dueño de Boyacá Chicó– es inmenso para el fútbol, y en eso es determinante la participación de la Fiscalía General y de la Interpol.

Por eso fue revelador que el presidente de la Dimayor, Fernando Jaramillo, haya hablado de los contactos con la Interpol. Si pasa en todas partes, ¿vamos a estar inmaculados y más conociéndonos como país? El asunto es grave y no se puede menospreciar. Si en la A se ha probado que jugadores, por ejemplo, han conspirado y ofrecido dinero a sus compañeros de equipo para cometer infracciones para penaltis y así alterar resultados, es aterrador pensar lo que puede estar pasando en la B con jugadores de salarios cortos, árbitros desconocidos y juegos sin TV.

Apuestas tiros de esquina

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Foto:Michael Rosenwirth / Alamy Stock Photo

No hay que caer en la justificación barata de que los que descienden o no clasifican lo hacen por una mano negra que mueve hilos sucios sobre ellos, como en una especie de equipos perseguidos. Son berridos de hinchas de pola, jeta y bofe en el Palacio del Colesterol. Natural en ellos.

Pero tampoco hay que evadir. En Colombia el amaño de partidos deportivos no está tipificado como delito en el ordenamiento jurídico. Quizás un buen penalista lo pueda asemejar a una estafa. La Fiscalía debe actuar. La Interpol también. Pero más que nadie, el propio fútbol, que no puede echarles tierrita a las porquerías como los gatos...

Gabriel Meluk

Edittor de deportes de EL TIEMPO

@MelukLeCuenta

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