En la tarde del lunes 18 de noviembre, en Río de Janeiro, durante las reuniones del G20, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, le comentaba a Sergio Díaz-Granados, presidente de CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina, algo que él ya le había escuchado antes: “El Fondo Monetario de hoy no es el Fondo Monetario de nuestros abuelos”.
Pero el comentario puede ir más allá de la evolución que ha tenido el Fondo en lustros recientes, sino que también puede ser parte del rumbo que tomará la banca multilateral en general.
Parte de esa transformación quedó consignada en la hoja de ruta convenida por 10 de esas instituciones. Algunas de las entidades estuvieron presentes en el G20, foro de las 20 mayores economías del planeta, y cuyos líderes acogieron el camino establecido.
En la ruta fijada se incluye la posibilidad de recurrir a activos de reserva del FMI, así como la actuación de las entidades con una visión de sistema y no solo individualmente, con el fin de tener un papel más eficiente, oportuno y con mayores recursos en la financiación del desarrollo.
En conversación con EL TIEMPO, Díaz-Granados explicó en qué consiste ese derrotero que establecieron los bancos y que el martes de la semana pasada obtuvo el respaldo de los líderes del G20.
En la práctica, señala el presidente de CAF, la hoja de ruta llevará a dos cosas concretas, poder ofrecer una mayor cantidad de recursos para el desarrollo y acelerar la velocidad con la que se responde para atender las necesidades de financiación para el desarrollo de los países.
“Es una hoja de ruta de los bancos de desarrollo a nivel mundial para aumentar su capacidad de respuesta, frente a las necesidades como en cambio climático o en transición energética”, dice el colombiano que dirige la entidad multilateral.
Menciona, en particular, el Acuerdo de París, y el cumplimiento de los compromisos de descarbonización, pero, en general, la hoja de ruta se aplica a toda la agenda de desarrollo, en momentos en que el sentido de urgencia se hace más patente, mientras la lucha contra la pobreza parece haberse estancado. En síntesis, dice Díaz-Granados, “aumentamos los recursos y la velocidad de la entrega o la disponibilidad de ellos”.
Una mano del FMI para impulsar al resto de la banca multilateral
Hay varias formas de aumentar esa capacidad de respuesta en los próximos años, afirma el directivo, y por eso lo acordado recoge varias recomendaciones como, por ejemplo, fortalecer la eficiencia de las instituciones; optimizar al máximo las hojas de balance o ayudar a movilizar más recursos del sector privado.
“En la Cumbre del Futuro de la ONU, en septiembre en Nueva York, tuvimos una mesa de trabajo, y una de las propuestas que surgió fue el uso de los saldos de los derechos especiales de giro (DEG) tras la pandemia, que podrían ser usados como capital en los bancos de desarrollo, donde los multiplicaríamos entre 4 y 7 veces”.
Los derechos especiales de giro se suelen ver como ‘la moneda del FMI’. En realidad no es una moneda, pero sí un activo para mantener reservas y su valor se determina con una cesta de las monedas de Estados Unidos, la Eurozona, Japón y China.
El colombiano Sergio Díaz-Granados lidera el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe. Foto:CAF
Díaz-Granados subraya el hecho de que en el caso de CAF, ya se había logrado que se usaran los DEG desde febrero del año pasado.
El martes 19 de noviembre en la mañana, durante las reuniones del G20, la idea sobre los DEG se mencionó “y hay una especie de consenso inicial”, lo que permitiría hacer más rápidos a los bancos de desarrollo.
Pero lo cierto es que cada una de estas entidades está buscando la manera de crecer: “nosotros -recuerda- hicimos la capitalización hace tres años, pero no es la única forma”.
También resalta cómo ha venido creciendo la presencia e importancia de los fondos soberanos, y ve cómo esos fondos van a servir cada vez más para el apalancamiento en el financiamiento del desarrollo.
Bancos multilaterales actuarían como sistema y no solo individualmente
Hay centenares de bancos de desarrollo a nivel mundial, de distintos niveles, agrupados en distintas instancias, dice Díaz-Granados, resaltando el hecho de que muchos son de carácter nacional, como por ejemplo en Colombia Bancóldex. “El más antiguo de todos, el Banco Mundial. Desde entonces se han creado más de 500 en el mundo”.
Durante las reuniones del G20, estuvieron en el grupo de trabajo nueve de esos bancos que concentran el 80 por ciento del financiamiento mundial para el desarrollo.
Y ese encuentro, junto con la hoja de ruta a la que llegaron, muestra cómo se han ido estableciendo alianzas entre la entidades de esta naturaleza “que permiten trabajar como sistema más que de manera individual o aislada”.
El Fondo Monetario de hoy no es el Fondo Monetario de nuestros abuelos.
“Esto -dice Díaz-Granados- ayuda mucho sobre todo en la preparación de proyectos, entre dos, tres o cuatro bancos. Se multiplica la capacidad catalítica de ellos y mejora su capacidad de respuesta”.
Este tipo de rumbo, con la banca multilateral tratando de actuar como sistema “claramente no” sería posible con el FMI de años atrás, sostiene el presidente de CAF, y recuerda la frase de Georgieva sobre el Fondo "de nuestros abuelos". Y complementa con una reflexión, también en estos días, de Jeffrey Sachs, macroeconomista y destacado en desarrollo sostenible, a quién le preguntaban sobre las diferencias entre el FMI y el Banco Mundial. Su respuesta fue: “La diferencia está en que el Fondo es un banco y el Banco es un fondo”.
Para Díaz-Granados, esa compenetración entre la banca multilateral es algo que se ha consolidado después de la pandemia. “Esto no pasaba hace ocho años”, dice y subraya cómo ahora se nota más complementariedad y un nivel de coordinación mucho mayor.
Cuánto vale la agenda de desarrollo y cuánto pone la banca multilateral
El presidente de CAF apunta que el volumen de financiamiento para el desarrollo requerido globalmente es de más o menos 3 billones de dólares, “y los bancos estamos proveyendo un poco más del 10 por ciento”, lo que muestra la necesidad de fortalecer y mejorar el cumplimiento de su tarea, y desencadenar la participación del sector privado.
El directivo señala, por ejemplo, que en la pasada COP-16 (Conferencia de las Partes) de biodiversidad, en Cali, se mostraron estimaciones de la japonesa NTT Data que apuntan a que para América Latina el costo de la protección de la biodiversidad en sus territorios puede llegar a entre 400.000 y 500.000 millones de dólares.
Durante la COP16, en Cali, se presentaron cálculos del costo de proteger la biodiversidad. Foto:
Entre tanto, y pensando en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano, en junio del año entrante en Niza, organizada por Francia y Costa Rica, se esperan estimaciones del costo de descontaminar los océanos.
“Si uno pone todo eso en una canasta se llega a los 3 billones de dólares para proteger el planeta, teniendo en cuenta, biodiversidad, transición energética, hambre, pobreza”.
El ritmo de los acuerdos políticos es distinto
Por lo pronto, los pasos que da la banca multilateral parecen ir a un ritmo mayor al de los acuerdos políticos necesarios para concretar los compromisos adquiridos por la comunidad internacional, por ejemplo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. “Las discusiones políticas -dice Díaz-Granados- están un poquito estancadas en respuestas y compromisos. Sí hay un descalce”.
Sinembargo, prefiere no lucir del lado del pesimismo: “Si uno lo mira en perspectiva, hemos avanzado en compromisos. En Estados Unidos, China o India se han tomado decisiones de reducción y erradicación. Gran Bretaña dijo que en septiembre del año entrante cierra la última planta de carbón. Hay que mantener la luz de esperanza”.
En ese sentido, dice, “es importante mirar la evolución de los compromisos, lo positivo del vaso medio lleno y, al tiempo, no perder el sentido de urgencia. Ese balance es necesario. Cada paso que damos estamos más cercanos a la decisión y a la solución”.
Es así como resalta avances significativos en la COP-21 de París, en 2015, donde se establecieron compromisos de a qué niveles se debía reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. O, también, en la COP-26, en Glasgow en el 2021, con el establecimiento de contribuciones específicas en la reducción de emisiones.
Se refiere, entonces, a los encuentros que siguen. Por ejemplo, la Conferencia Internacional de la ONU sobre la Financiación para el Desarrollo, en Sevilla en junio del año entrante. Y, especialmente, la COP en Belem, Brasil, también en el 2025, en desarrollo de la Convención Marco sobre Cambio Climático. Por su estrecha relación con el Amazonas, piensa que “la COP-30 será la madre de todas las COP”.