Llevo años usando cada ocasión posible de instar a la Unión Europea y a sus Estados miembros a aumentar la inversión en defensa. Cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, lanzó su invasión de Ucrania a gran escala, pregunté muchas veces (como miembro del Parlamento Europeo) qué otra prueba necesitábamos para reconocer las amenazas que enfrenta toda Europa. ¿Qué haríamos como europeos si nuestra seguridad se viera amenazada mientras nuestro aliado más cercano, Estados Unidos, estuviera ocupado en otra parte?
Es exactamente la situación en la que estamos. Los funcionarios estadounidenses están diciendo sin rodeos que no tienen intención de dedicar la mayor parte de su tiempo y de sus recursos a ocuparse de cuestiones que consideran europeas. Según el secretario de Estado Marco Rubio, Estados Unidos tiene “otras prioridades que atender”.
Una apreciación con la que coincido. La superpotencia global tiene responsabilidades globales, y todo indica que la cantidad de áreas de conflicto donde puede ser necesaria la atención del Gobierno estadounidense irá en aumento. A los problemas en el hemisferio occidental, la inestabilidad en Medio Oriente y las graves tensiones entre dos potencias nucleares (la India y Pakistán) se suma el objetivo primordial de redefinir la relación con China. Además, según la doctrina oficial de planificación de su Departamento de Defensa, Estados Unidos ya no puede librar más de una guerra importante a la vez.
El mensaje ha sido claro
El nuevo Gobierno estadounidense lleva tiempo anunciando su postura en forma clara. En febrero, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, declaró en Bruselas: “Hemos venido a expresar en forma directa e inequívoca que duras realidades estratégicas impiden a Estados Unidos centrar su atención en la seguridad de Europa”. Y el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, fue todavía más directo, cuando afirmó que “toda la infraestructura de seguridad de Europa... ha estado subsidiada por Estados Unidos”, a pesar de que a ninguna de las dos partes le conviene “que Europa sea vasallo permanente de Estados Unidos en temas de seguridad”. Y el presidente Donald Trump ha acusado varias veces a Europa de “aprovecharse” de Estados Unidos.
Aunque a los europeos estas afirmaciones puedan no gustarnos, no podemos fingir que no las oímos. Tenemos que prepararnos para la posibilidad de que Estados Unidos se desentienda no solo de Ucrania, sino también de Europa. Como sostuvo hace poco Sylvie Kauffmann (Le Monde): “Prepararse para lo peor es una apuesta más segura que esperar lo mejor”. Podemos y debemos hacer ambas cosas: esperar y prepararnos. Confiar pero verificar.
Hemos venido a expresar en forma directa e inequívoca que duras realidades estratégicas impiden a Estados Unidos centrar su atención en la seguridad de Europa
Pete HegsethSecretario de Defensa de EE. UU.
Desde que Trump anunció su candidatura presidencial en 2015, ha habido dos escuelas de pensamiento sobre cómo interpretar sus palabras. Algunos sostienen que hay que tomarlo en serio pero no literalmente, mientras que otros recomiendan lo contrario: tomarlo en forma literal, pero no siempre en serio. Creo que lo más razonable y respetable es tomar cualquier cosa que diga el presidente de Estados Unidos en forma literal y en serio.
En la situación actual del mundo, esto implica que Europa enfrenta una elección existencial. Podemos entrar en el juego global unidos como un competidor de peso o condenarnos a la marginación.
Se han dado pasos importantes
Para convertirnos en un contendiente de peso, mucho se ha hecho ya. Desde 2016 (justo antes del primer mandato de Trump), los miembros de la Otán, con exclusión de Estados Unidos, han aumentado un 98 % el gasto anual en defensa, de 255.000 millones a 506.000 millones de dólares. Además, tras tres años de guerra de Putin contra Ucrania, la UE y sus Estados miembros han demostrado que están dispuestos a aumentar todavía más el gasto y a adoptar un enfoque más cooperativo, racional y eficaz para la planificación y la contratación en materia de defensa. El nuevo acuerdo conjunto entre la UE y el Reino Unido es un paso más en la dirección de demostrar esta nueva solidaridad estratégica.
Disuadir a Rusia no está fuera de nuestro alcance. No hace falta que igualemos las capacidades militares de Estados Unidos; solo necesitamos lo suficiente para obligar a Putin a reconsiderar sus posibilidades de ganar en una confrontación con una comunidad europea de Estados nación democráticos unida.
Las encuestas son claras
Está claro que la ciudadanía de Europa nos está pidiendo una postura de defensa europea renovada. Según la Comisión Europea, el 71 % de los ciudadanos de la UE consideran que el bloque debe fortalecer su capacidad de producción de equipamiento militar, mientras que el 77 % apoya una política común de defensa y seguridad. Esto da a los líderes europeos un mandato para pensar y actuar en forma audaz.
Pero ¿cuánto tiempo hará falta para devolver la paz a Ucrania y la estabilidad a Europa? Creo que debemos actuar sobre la base de tres premisas. En primer lugar, hay que ver la situación como una guerra entre una antigua metrópolis imperial y lo que considera una colonia rebelde; y la historia indica que las guerras coloniales suelen durar más o menos diez años. Si esta durara menos, bienvenido sea.
En segundo lugar, hay que entender que para que el país invasor empiece a negociar de buena fe, tiene que llegar a la conclusión de que la invasión fue un error. Debe reconocer que los costos de la guerra y de mantener a la excolonia sometida superan los beneficios que esta pudiera aportar. En tercer lugar, y en vista de lo anterior, debemos recordar que por lo general las guerras coloniales no las terminan los mismos líderes que las iniciaron.
Es verdad que aumentar las capacidades de defensa europeas y al mismo tiempo ayudar a Ucrania costará dinero. Desde el comienzo de la guerra de agresión rusa, la UE y sus Estados miembros han aportado más de 165.000 millones de dólares para dar apoyo a Ucrania y su pueblo. Es una cantidad importante, pero sigue siendo menos del 1 % del PIB combinado (unos 19 billones de dólares) de los países que integran la UE. Es evidente que podemos hacer más.
Y mientras reforzamos las defensas de Europa, no debemos perder de vista por qué lo hacemos: actuamos por nuestra propia seguridad; no para debilitar la relación transatlántica, sino para mejorarla. Para evitar un dilema estratégico, los europeos tenemos que ser capaces de ayudar a Estados Unidos a defender a sus aliados, asumiendo la parte que nos corresponde de la carga de la seguridad.
RADOSLAW SIKORSKI - © PROJECT SYNDICATE - POZNAN
Ministro de Asuntos Exteriores de Polonia