“Masas” fosilizadas, encontradas en Illinois, eran un rompecabezas de 310 millones de años.
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Los paleontólogos decidieron que se trataba de unas extrañas medusas llamadas Essexella asherae. Pero la anatomía de la criatura no se parecía a la de ninguna medusa actual.
Roy Plotnick, un paleontólogo en la Universidad de Illinois, en Chicago, volteó de cabeza un espécimen de Essexella al realizar una investigación. Inmediatamente, la verdadera identidad de la masa aparentemente amorfa comenzó a tomar forma.
Lo que los científicos creyeron que era una medusa flotando libremente resultó ser una criatura oceánica totalmente diferente.
Los fósiles de Essexella datan del período Carbonífero, cuando partes del norte de Illinois se cernían justo por encima del ecuador.
Un delta de un río local desembocaba en el mar, creando una red de humedales salobres que albergaban escorpiones marinos, ciempiés y anfibios primitivos. Muchas de estas criaturas quedaron sepultadas por deslaves de lodo, lo que protegió sus restos de los carroñeros y la descomposición.
En el siglo 19, mineros de carbón comenzaron a excavar una zona conocida como Mazon Creek, y los fósiles aparecieron en sus montones de desechos.
Coleccionistas han estado hallando los restos de estas criaturas en los yacimientos de fósiles de Mazon Creek durante más de un siglo. Fósiles de Essexella aparecieron por miles y a menudo se vendían en mercados de pulgas o se desechaban.
Científicos publicaron la primera descripción científica detallada de estas masas en 1979. Los fósiles de Essexella se componen de dos estructuras —una parte texturizada en forma de barril y un bulbo liso. Los investigadores plantearon que el área texturizada representaba una cortina similar a una falda que envolvía los tentáculos de las medusas. La parte redondeada era la campana de la medusa.
Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, esta descripción les pareció extraña a muchos investigadores. “Realmente la estábamos forzando para que encajara con el modelo de las medusas”, señaló Plotnick.
Ninguna medusa viva tiene cortinas alrededor de sus tentáculos. Una cortina tal haría que nadar y alimentarse fuera complicado. La forma uniforme de los fósiles de las masas también dejó perplejo a Plotnick.
“Si fuera una medusa la que cayera al lecho del mar, simplemente se esparciría en todas direcciones como un trapeador viejo en el piso”, comentó.
Plotnick puso a prueba otras hipótesis para explicar las masas —como criaturas gelatinosas con forma de barril llamadas sálpidos o congregaciones coloniales de criaturas diminutas conocidas como sifonóforos— pero ninguna de las nuevas identidades logró explicar la anatomía anómala de Essexella.
En el 2016, Plotnick y un colega, James Hagadorn, un geólogo
en el Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver, en Colorado, investigaron la veta madre de masas en el Museo Field en Chicago, un depósito de fósiles de Mazon Creek que tiene la colección de Essexella más grande del mundo.
Una de las masas llamó la atención de Plotnick. Mientras hacía girar el fósil boca abajo, le sorprendió la claridad que ofrecía el cambio de perspectiva.
“Lucía como la parte inferior de una anémona”, dijo Plotnick.
Cuando revisó la anatomía de la anémona de mar, las masas ambiguas tomaron forma. En lugar de ser la campana de una medusa, la parte redondeada de la Essexella era la base de la madriguera de una anémona. El barril texturizado no era una cortina que envolvía tentáculos, sino el cuerpo de la anémona.
El año pasado, Plotnick, Hagadorn y su equipo redescribieron la Essexella como una anémona antigua en la revista Papers in Palaeontology. Debido a sus cuerpos blandos, las especies de anémonas antiguas se conocen principalmente a partir de sólo un puñado de fósiles mal conservados.
Con miles de ejemplares de Essexella relativamente bien conservados, esta especie alguna vez desconcertante es ahora la anémona más conocida del registro fósil.