En apariencia, Ann Foley llevaba una vida completamente normal en Cambridge, Massachusetts. Se desempeña como agente de bienes raíces a tiempo parcial, es madre de dos hijos y esposa de Don Foley y parecía representar a la perfección el estilo de vida de la clase media estadounidense. Sin embargo, la realidad era otra: Ann era en realidad Elena Vavilova, una espía rusa entrenada por la notoria agencia de inteligencia soviética, el KGB. Su esposo, Donald Heathfield, tampoco era quien decía ser: se trataba de Andrei Bezrukov, también agente encubierto.
No era un caso aislado, en Nueva York, Anna Chapman, otra agente rusa, también se camuflaba como agente inmobiliaria. Su estilo de vida era muy diferente: voluptuosa y pelirroja, Chapman era conocida por seducir a hombres poderosos en busca de información.
Pese a las diferencias, compartía un mismo objetivo: espiar para Rusia. En 2010, Chapman fue arrestada junto a otros nueve espías rusos, en la que fue considerada una de las mayores operaciones de desmantelamiento de redes de espionaje desde el fin de la Guerra Fría.
Casos como el de los Foleys ejemplifican el nivel de preparación: Vavilova y Bezrukov fueron reclutados cuando estudiaban en Tomsk, en Siberia. Tras años de entrenamiento, emigraron por separado, se reencontraron en Canadá fingiendo no conocerse y se casaron nuevamente como parte de su tapadera. Se trasladaron a Cambridge, donde él estudió en la Escuela Kennedy de Harvard y ella adoptó el rol de madre de familia mientras, en secreto, descifraba mensajes de Moscú.
La doble vida no estuvo exenta de costos personales. Sus hijos crecieron sin saber la verdad. De hecho, su hijo Alex no creyó en la verdadera identidad de sus padres hasta que le mostraron fotografías de ellos vestidos con uniformes del KGB. “Finalmente comprendió que toda su crianza había sido una mentira”, escribe Walker, quien señala que "no había nada comparable en la historia del espionaje".
Elena Vavilova, conocida como Ann Foley, y Andrey Bezrukov llamado a sí mismo Donald Heathfield Foto:www.bbc.com
El periodista Shaun Walker, en su libro The Illegals: Russia’s Most Audacious Spies and their Century-Long Mission to Infiltrate the West, revela detalles de este programa encubierto, que lleva décadas intentando infiltrar Occidente.
“Desde los primeros días de la Unión Soviética hasta la invasión de Ucrania por parte de Putin, Rusia ha enviado espías a América y a otros lugares para obtener información secreta a través de operativos encubiertos”, escribe Walker.
"Los ilegales": el mayor programa de espionaje ruso en Estados Unidos
El programa, conocido como "los ilegales", fue la operación de espionaje más ambiciosa de la historia, según Walker. En los años 50, el KGB dedicó años a entrenar a ciudadanos soviéticos para convertirlos en occidentales creíbles, enseñándoles idiomas, modales y costumbres.
“Los ilegales eran los únicos ciudadanos soviéticos que podían moverse libremente en Occidente sin supervisión: alrededor de 100 personas, de una población de 290 millones”, señaló el autor, de acuerdo a New York Post.
La conciencia pública sobre los "ilegales" comenzó a crecer a raíz del caso de Ethel y Julius Rosenberg en 1953, quienes fueron ejecutados tras ser acusados de transmitir información secreta a la Unión Soviética.
Posteriormente, el juicio de Rudolf Abel, cuyo verdadero nombre era William Fisher, en 1957, dejó en evidencia la magnitud del programa soviético. Descrito en Life como “un espía magistral que logró insertarse en la vida estadounidense”, Abel fue condenado a 30 años de prisión.