Alejandro Dutto, un argentino apasionado por el buceo, lleva años dedicando su vida a la exploración de naufragios históricos. Este interés comenzó en 2006, durante unas vacaciones en Brasil, donde un amigo lo convenció de sumergirse en el mundo submarino
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Desde entonces, la vida de Dutto, oriundo de Venado Tuerto, Santa Fe, Argentina, estuvo marcada por la aventura bajo el agua. Hoy, radicado en Miami, Estados Unidos, es un experimentado instructor de buceo técnico que ha explorado emblemáticas embarcaciones de la Segunda Guerra Mundial en algunos de los lugares más peligrosos del planeta.
El experimentado dijo a 'La Nación cómo se sintió la primera vez que buceo: “Estábamos de vacaciones con amigos y uno de ellos que buceaba nos insistía para que lo acompañáramos. Acepté. Cuando puse la cabeza bajo el agua me dije: ‘¡Lo que me estuve perdiendo todo este tiempo!’. Fue amor a primera vista”.
Así fue la expedición
A mediados de este año, Dutto realizó una de sus exploraciones más riesgosas: bucear en el Atolón Bikini, un conjunto de islas en el Océano Pacífico, parte de las Islas Marshall.
Este lugar es mundialmente conocido por ser uno de los sitios más contaminados por radiación, ya que Estados Unidos probó decenas de bombas termonucleares allí entre 1946 y 1958. A pesar de los riesgos, Dutto lideró un equipo de buzos especializados que descendió a más de 50 metros de profundidad para explorar los restos de embarcaciones que participaron en la Segunda Guerra Mundial.
Entre los barcos explorados se destacan el portaaviones estadounidense USS Saratoga y el acorazado japonés Nagato, famoso por haber sido parte de la planificación del ataque a Pearl Harbor. “Hasta donde yo sé, soy el primer argentino en bucear en este lugar”, afirma con orgullo.
Así nació la idea
El viaje al Atolón Bikini no fue una decisión espontánea. Según Dutto, la idea surgió antes de la pandemia, cuando él y su equipo planearon una serie de viajes a distintos destinos complejos, siendo Bikini el más desafiante.
“La idea de ir allá empieza antes de la pandemia. Teníamos delineados varios viajes. Íbamos a empezar por cuestiones más sencillas hasta llegar a Bikini, que en el ranking de los lugares complicados es el número dos. Pero la pandemia nos cambió los planes”, explica Dutto. Finalmente, lograron concretar la expedición en junio de 2024.
El primer barco que exploró de la Segunda Guerra Mundial
"En Aruba, en el Caribe, hay uno también icónico que se llama el Antilla. Está a muy poca profundidad. Era un buque de carga alemán que estaba anclado en esa isla que pertenecía a los neerlandeses. Cuando los alemanes invaden Holanda, en mayo de 1940, el barco pasa a ser de bandera enemiga y los holandeses de la isla deciden hundirlo. Actualmente, el barco tiene partes buenas y partes malas, porque a las naves que quedan a poca profundidad, como esta, el clima los afecta mucho. Mientras más profundo están, mejor se conservan", dijo el hombre.
Eñ Atolón Bikini, ubicado en el archipiélago de las Islas Marshall, en el Pacífico, tiene un profundo significado histórico debido a las pruebas nucleares realizadas por Estados Unidos entre 1946 y 1958.
Este conjunto de islas, formado por un anillo con una laguna en el centro, fue testigo de la Operación Crossroad en julio de 1946, un evento clave en la historia de las armas nucleares. El gobierno estadounidense buscaba evaluar el impacto de ataques nucleares sobre una flota de guerra, utilizando 95 barcos inactivos ubicados en la laguna.
La primera explosión, llamada Able, fue lanzada desde un avión. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. "Detonó a unos metros de la superficie, pero fue una prueba fallida porque le erraron al blanco. No salió bien y no hundió muchos barcos", relató Alejandro Dutto. La segunda explosión, conocida como Baker, se produjo con la bomba atada al casco de una nave, a unos 27 metros de profundidad.
¿Cómo llegó?
"Primero volamos hasta Hawai. De ahí tomamos un avión de United que se hace llamar Island Hopper, que hace básicamente cinco paradas entre Hawai y Guam, en diferentes atolones. Bajamos en el atolón Kwajalein, que es famoso porque en la Segunda Guerra allí se llevó a cabo una batalla que duró una semana. Ahí aterrizamos en una base aérea de los Estados Unidos y, como no nos podíamos quedar allí, nos movimos a una isla que está al lado que se llama Ebeye. Ahí esperamos dos días hasta que llegara un barco que nos llevara a Bikini", aseveró a 'La Nación'.
Un barco equipado para protegerse de la radioactividad
"Vivíamos en el barco, que estaba súper bien equipado. Fuimos a la isla Bikini, que le da el nombre al atolón, pero solo para conocerla", contó.
También, dijo: “Todo lo que crece está radiactivo”.
Igualmente, detalló sobre lo peligroso del lugar: "Sí, porque si bien en el aire no hay radiactividad, el suelo está radiactivo, todo lo que crece en la isla también lo está. No puedes moverte mucho hacia el interior de la isla porque sube el nivel de radiactividad. Fuimos solo a la playa, comimos ahí, en lo que solía ser el hotel de Bikini".
¿El agua tiene radioactividad?
"No. Sí la hubo, pero con las corrientes y demás, eso se limpia. Bueno, se desparrama. El agua en sí del mar no tiene una radiactividad considerable, lo que sí sigue siendo radiactivo son las superficies de los barcos, los objetos que hay dentro. Por eso nadie saca nada y todo lo que tiene que ver con los peces, que es impresionante la variedad que hay, pero no es lo ideal comerlos", expresó.
¿Cuánto tiempo se tarda en sumergirse unos 50 metros en el mar?
"El descenso es rápido, no hay problema, lo que se tarda en ecualizar los oídos. El ascenso es el que tarda. Hay que descomprimir. Los tejidos se llenan de gas inerte y entonces tienes que ir liberándolos de ese gas a medida que vas subiendo. Para que te des una idea, dentro de las dos horas o dos horas y media que llevan estos buceos, casi la mitad, o poco menos es el ascenso. Vas subiendo techos. Vas hasta cierta profundidad, esperas una cantidad de minutos. Subís tres metros más, y esperas otros minutos... está todo planificado", afirmó.
A lo largo de su carrera, Dutto ha aprendido que el buceo técnico requiere años de experiencia y entrenamiento, mucho más allá de las inmersiones recreativas. “Es muy diferente bucear en el Caribe entre pececitos que hacer las locuras que hacemos nosotros”, comentó sobre las exigencias de esta actividad.
La Nación (Argentina) /GDA
Germán Wille
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información publicada por La Nación (GDA), y contó con la revisión de la periodista y un editor.