El difunto yacía envuelto en una manta de algodón, rodeado de rosas blancas y hortensias, figuras angelicales, velas encendidas e incienso. Una pantalla mostraba fotografías de él. Su compañera de 71 años, Kim Seon-ae, estaba bañada en lágrimas al despedirse. Al lado, funerarios uniformados se preparaban para su cremación.
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El elaborado y emotivo ritual era para un poodle blanco llamado Dalkong, que estaba acomodado en una cesta de sauce.
“Él era como un virus que me infectaba de felicidad”, dijo Kim, que vivió 13 años con Dalkong hasta que éste sucumbió a un mal cardiaco. “Éramos familia”.
No hace mucho, Corea del Sur acaparaba los titulares mundiales y provocaba la ira de los grupos defensores de los derechos de los animales por su tradición de criar perros para carne.
Pero en los últimos años, la gente se ha inclinado por las mascotas, especialmente los perros. Buscan compañía en un momento en el que cada vez más surcoreanos eligen quedarse solteros, no tener hijos o ambas cosas. Más de dos quintas partes de todos los hogares del País consisten ahora de una sola persona.
La pandemia también hizo mucho por traer mascotas a los hogares, ya que las personas encerradas en sus casas adoptaron perros y gatos de los refugios y de las calles.
Hoy una de cada cuatro familias en Corea del Sur tiene una mascota, contra el 17.4 por ciento en el 2010, según estimaciones del Gobierno. La mayoría son perros.
“En esta era de desconfianza y soledad, los perros te muestran lo que es amor incondicional”, dijo Kim Su-hyeon, la hija de 41 años de Kim, quien crió dos perros, pero no tiene planes para tener hijos. “Un niño humano puede contestarte y rebelarse, pero los perros te siguen como si fueras el centro del universo”.
Los hospitales y tiendas que atienden mascotas se han vuelto omnipresentes, mientras que las clínicas de partos prácticamente han desaparecido, ya que la tasa de natalidad de Corea del Sur se ha convertido en la más baja del mundo. En los parques y vecindarios, es más común que las carriolas lleven perros. Los centros comerciales en línea dicen que venden más carriolas para perros que para bebés.
Políticamente, los perros han dado lugar a un raro caso de bipartidismo en un País cada vez más polarizado. En enero, los legisladores aprobaron una ley que prohibía la práctica centenaria del país de criar y sacrificar perros para consumo humano. Además, han propuesto una legislación que prohibiría la subasta de cachorros y endurecería otras regulaciones para los criadores de perros.
Ahora, los perros son miembros de la familia que son objeto de derroche.
Sim Na-jeong dice que usa una vieja chaqueta acolchada de 38 dólares, pero que compró chaquetas de 150 dólares para Liam, un jindo que adoptó de un refugio hace cuatro años. “Liam es como un niño para mí”, dijo Sim, de 34 años, que no planea casarse ni tener hijos. “Lo amo como mi mamá me amaba a mí. Yo como comida vieja del refrigerador y guardo la pechuga de pollo más fresca para Liam”. Su madre, Park Young-seon, de 66 años, dijo que se sentía triste porque muchas mujeres jóvenes habían decidido no tener bebés. Pero dijo que había llegado a aceptar a Liam como “mi nieto”.
“Me siento más apegada a mis perros que a mi marido”, dijo Kang Hyeon-ji, de 31 años, que se casó en octubre pasado y estaba en Mirekusa, un templo budista en el centro de Corea del Sur, con su marido y dos pomeranos. Su marido, Kim Sang-baek, de 32 años, se encogió de hombros con una sonrisa apenada.
Seok Jeong-gak, la monje principal del templo, dio unas palmaditas a su propio perro, Hwaeom, mientras predicaba que los humanos y los perros eran sólo almas que llevaban diferentes “envolturas” en este ciclo de vida, que podrían cambiar de envoltura en su próxima encarnación.
Los visitantes habían reservado la estancia en el templo vía Banlife, una app para teléfonos inteligentes que ayuda a las personas a encontrar restaurantes, complejos turísticos y templos amigables con las mascotas.
Ko Jee-ahn opera Dogkingabout, un “centro integral de cuidado para perros” en Seúl que incluye guarderías, entrenadores, médicos y peluqueros.
La gente solía deshacerse de los perros si se portaban mal, dijo Ko, y agregó, “Ahora los tratan como miembros de la familia. Si se vuelven agresivos, no piensan en reemplazarlos, sino en cuál es el problema y qué pueden hacer para solucionarlo”.
Los funerales elaborados para mascotas, como el de Dalkong, no comenzaron hasta alrededor del 2017, cuando Pet Forest, una empresa de servicios funerarios para mascotas, los imaginó como una forma de ayudar a las personas a lidiar con sus sentimientos de pérdida.
“Desde entonces, los funerales de mascotas se han vuelto muy parecidos a los funerales humanos”, dijo Lee Sangheung, presidente de Pet Forest.
Actualmente hay 74 centros funerarios de mascotas autorizados en el País. Las familias seleccionan ataúdes y mortajas para sus mascotas.
Después de la cremación, las familias reciben las cenizas en una pequeña urna o las convierten en piedras parecidas a gemas y las llevan a casa. O pueden depositarlas en un salón conmemorativo, donde mantienen viva la memoria de sus mascotas con fotografías y notas escritas a mano, juguetes, refrigerios y flores. Una familia había visitado las cenizas de su perro siete veces desde que el maltés blanco “cruzó el puente del arcoiris” o murió, en el 2022, revelaron las notas que dejaron.
“No importa la edad que tenga el perro cuando muere, sigue siendo un niño para su familia humana”, dijo Kim Wonseob, un funerario de mascotas.