Que no estaba en el país, que no quería vivir en Bogotá, que el portero de su edificio no lo conocía, que mandaba a mandos medios a los estadios, que era un fantasma dominado por su agente. Eso y más dijeron de José Pékerman, culpable de llevar a la Selección Colombia a su mejor figuración en la historia de los Mundiales. Porque así somos, despiadados con todo el que se atreve a darnos felicidad.
Una eliminación de un Mundial (2022) después, finjamos sorpresa: ¡no aprendimos nada! Porque a Néstor Lorenzo, quien hábilmente aprendió a dejarse ver en cuanto escenario deportivo colombiano para acallar a la muchedumbre y fijo la residencia no se lo pidieron, ahora lo acusan de querer trabajar… ¿quién carajos nos entiende?
Un mal que necesita cura
Aquí hay una realidad que no requiere ese ‘sobre análisis’ tan taquillero de nuestros días: desde septiembre del 2024, aquel triunfo 2-1 contra Argentina en Barranquilla, nos olvidamos de gestas y golazos en las Eliminatorias y nos hundimos en un bajón de rendimiento, un agotamiento de la idea y del esquema, una extrema dependencia de muy pocos hombres y un modelo tan predecible que raya en el fastidio.
José Pékerman. Foto:MAURICIO MORENO
Del equipo intenso de la Copa América, el de las variantes y los definidores inesperados, quedó la lección que aprendieron todos menos nosotros: basta con aislar a Arias de James y a este de Díaz para matar de inanición al 9 de turno y reducir las ideas a su mínima expresión, y alcanza con presionar a Ríos y Muñoz para exponer la defensa y jugarle siempre mano a mano al portero. No es tan difícil.
Daniel Muñoz Foto:Getty Images via AFP
Desde el 15 de octubre de 2024 no le ganamos a nadie (si somos rigurosos deberíamos sumar a Chile, a quien le ganaron todos) y sería atrevido creer que hacer lo mismo de los últimos seis partidos, léase confiar en exceso en la individualidad, va a resolver algo de cara a los partidos contra Perú y Argentina, en los que hay que ganar al menos una vez para no tirar por la borda todo lo bueno que se había hecho hasta acá.
Tanto alboroto por Medellín en vez de Barranquilla
Parece un hecho que habrá un microciclo, es decir una especie de concentración de todos aquellos que estén disponibles, pensando en aprovechar los días de vacaciones que casi todos están dispuestos a sacrificar en pos de encontrar soluciones a la crisis de resultados, alternativas y nuevas ideas que rompan el tedio de pasar por James y tirársela a Lucho como único plan de juego.
El deportista colombiano tiene 32 años de edad. Foto:Vanexa Romero. EL TIEMPO - Instagram @jamesrodriguez10
Pero hay un detalle: lo plantea Lorenzo en Medellín porque les quiere dar a los que se sumen la opción de ir a dormir a sus casas después de cada jornada, de estar con los suyos, a los que en realidad ven poco a poco por el rigor de la competencia en sus respectivos clubes. A casi todos les suena porque tienen lujosas propiedades en la zona. El DT trabajó allí, cuando era asistente de Pékerman, y le quedó gustando. Todo cierra.
Y claro, vino la turba: ¿cómo es posible que piensen en cambiar a Barranquilla, la sede indiscutible, incuestionable, intocable? En realidad, cómo es posible que no, si Argentina y Brasil, hasta Ecuador, modifican sus sedes continuamente de acuerdo con la que más daño le hace al rival. Pero esa es otra discusión. Aquí la ofensa es que Barranquilla no tendrá el desfile de camionetas de lujo y vidrios polarizados e ‘influencers’ suplantando a las auténticas estrellas. Porque así somos, convertimos la urgencia de trabajar a tope y más tiempo del que permite la Ley, en un debate sobre el lugar, el terruño, el arcaico choque regionalista de los 90. Así nos va.
Los operativos de tránsito buscan agilizar la entrada o salida del Metropolitano. Foto:Alcaldía
Y si es por James, ¿qué?
Y si la molestia es porque en Medellín tiene una mansión James Rodríguez, ¿qué? No sobra recordar que cuando era marginal en su club y arrastraba la más penosa inactividad, fue Lorenzo el que le armó un equipo para recuperarlo y lo convirtió en MVP de una Copa América y nos devolvió a una final después de 23 años y nos ilusionó hasta el último suspiro. ¿Por qué lo vamos a acusar ahora de rendirse a su 10 si en su primera vez fue por eso que lo graduamos de ‘genio’?
Ospina, el mejor de Colombia en Montevideo. Foto:FCF
Si es porque de ahí son Ospina y Muñoz y Durán ¿qué? Si allá nació el ahora polémico agente de Lorenzo, ¿qué? Si el jefe tiene ganas de trabajar y sus discípulos le copian, ¿qué? Ya está bien de mezquinas victorias y superfluos intereses personales alrededor de la Selección Colombia. No puede ser que después de tantos tiros en el pie no aprendamos nada… O sí, tal vez lo único imperdonable a esta altura sea que no recordemos cuánto duelen.
Jenny Gámez
Editora de Futbolred