Cinco días. Este fue el tiempo que estuvo Cuba fuera de la lista de países financiadores del terrorismo; antes de eso, había estado por cuatro años, y desde antes de 2015 estuvo por tres décadas en esta clasificación, que significa un veto de Estados Unidos a Cuba en muchos ámbitos, especialmente el comercial.
Esa fue una de las primeras decisiones del presidente Donald Trump una vez asumió su nuevo mandato el pasado 20 de enero. Luego de devolver a Cuba a ña lista de la ‘infamia’, congeló por 90 días las ayudas internacionales a todos los países, lo que se traduce en más de 7.000 millones de dólares que la isla dejará de recibir. La garantía de que se devuelva la financiación es remota, pues Trump, quien ya demostró su rechazo al gobierno de Miguel Díaz-Canel desde el día de su investidura, tiene como secretario de Estado a Marco Rubio, un político de ascendencia cubana muy crítico con la isla, que buscará cerrarle el grifo.
Y es que los habitantes del décimo país que más impactos de tormentas tropicales recibe en el mundo –según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica– siguen sufriendo los efectos de desastres naturales que se suman a una larga lista de crisis.
El 20 de octubre, Oscar, un huracán de categoría uno que luego decreció a tormenta tropical, dejó a oscuras la isla durante cuatro días y causó 8 muertos; dos semanas después, Rafael, de categoría tres, golpeó el territorio. Sin que la naturaleza diera tregua, cinco días después, el 10 de noviembre, dos movimientos telúricos, de escala 6,0 y 6,8, causaron deslizamientos de tierra y otras afectaciones.
El resultado: decenas de horas a oscuras, al menos 34.000 viviendas impactadas con derrumbes parciales o totales, 200 kilómetros de líneas de alto voltaje dañados, al menos 100 instituciones del sector salud con percances y casi 40.000 hectáreas de producción agrícola duramente golpeadas.
El Gobierno señala que la situación fue controlada. Camila Concepción Martínez, secretaria de la Embajada de Cuba en Colombia, afirmó que, si bien los dos ciclones “provocaron serios daños en la isla”, estos fueron mitigados por la Defensa Civil. Esta postura la comparte Benjamín Quesada, climatólogo, profesor y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario: “El modelo de preparación a tormentas y huracanes de Cuba ha sido reconocido por varios organismos internacionales. No se debe a que los cubanos tengan suerte, sino a que están preparados”, explicó el académico.
Sin embargo, para el periodista cubano Boris González Arenas, el Gobierno “maquilla el daño real” de eventos naturales. “No es nuevo que lo hagan, solo que desde 2018 tenemos internet y por primera vez tenemos información que no es la del castrismo”, señala al explicar que “videos en redes sociales mostraban familias completamente abandonadas con agua atravesando sus viviendas, algo que antes no podíamos ver”.
Para June Carolyn Erlick, editora en jefe de ReVista, la publicación de la Universidad de Harvard enfocada en América Latina, y autora del libro Catástrofes naturales en América Latina y el Caribe: hacer frente a la calamidad, esta contradicción de visiones se debe a que, si bien Cuba tiene un buen modelo de atención, las dificultades sociales, políticas y económicas acumuladas por décadas han afectado este sistema.
“Hasta hace ocho o diez años, Cuba ha sido uno de los líderes en el mundo en cómo se responde a los desastres naturales. Pero, ante la situación política y económica actual, se ve que esos esquemas no están funcionando o están teniendo mucha dificultad para funcionar”, explicó Erlick.
Y es que en Cuba, el golpe del clima agrava los problemas ya existentes. El salario mínimo es de solo 87 dólares (360.000 pesos colombianos) mensuales, muy por debajo de los más de 300 dólares que cuesta una canasta básica para una familia. Esto llevó a que cerca de 9 de cada 10 personas estén en la pobreza extrema, según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos.
Los problemas energéticos en Cuba no son nuevos. Desde finales de agosto se registran prolongados apagones diarios. Previamente, a mediados de 2021 y en 2022, también se produjeron fallas. Pero la falta de luz no solo deja a oscuras, también detiene las fábricas, dificulta el funcionamiento de hospitales, pudre la comida y hasta el agua deja de llegar. Asimismo, la isla también enfrenta crisis de comida y escasez de medicamentos. “Te puedo garantizar que en Cuba en este momento las personas están muriendo de hambre, por falta de medicinas básicas, y no hablo de medicamentos de primera generación”, dijo Boris al respecto.
En 2023, la estatal BioCubaFarma –empresa que suministra fármacos– reconoció un déficit del 40 por ciento de los productos básicos en el país. Sobre la electricidad, la proveedora Unión Eléctrica atribuye la debilidad a la escasez de combustible importado –especialmente de Venezuela– y las reiteradas averías. Mientras que la falta de alimento y medicina es atribuida a la poca materia prima y a los bloqueos económicos de Estados Unidos.
Sin embargo, González Arenas argumenta que el Gobierno “tiene un monopolio de la distribución de alimentos y de las medicinas” que, desde el año 2020, se agravó “al punto que prácticamente hoy no existen”. Por eso, es común que quienes visitan turísticamente la isla regresen a sus países sorprendidos por la urgencia de las personas que, cual mendigos, les suplican por algún tipo de medicina.
Control productivo
El modelo cubano se centra en que el Estado controla la mayoría de los sectores productivos, lo que significa que la mayoría de los ciudadanos no cuenta con la capacidad adquisitiva para lograr recuperarse tras el paso de desastres naturales.
Al respecto, el cubano Reinaldo Escobar, periodista y editor jefe del diario 14ymedio, explicó que “se ha instaurado que es el Gobierno el que tiene la obligación de resolver, pero en la vida real lo soluciona de manera parcial, haciendo una gran publicidad al respecto”.
Lo cierto es que Díaz-Canel, quien heredó el poder de los Castro desde 2019, no ha logrado mitigar la crítica situación económica que se agravó después de la pandemia del covid-19, que llevó a la isla a una inflación del 77 por ciento en 2021, según la Celac.
El Departamento de Agricultura de EE. UU. explica que el problema económico se debe a una drástica caída de cultivos e importaciones. En los últimos siete años, la producción de maíz bajó de 404.000 a 250.000 toneladas (-38 por ciento), y la de arroz cayó un 58 por ciento, de 335.000 a 140.000 toneladas. Además, la exportación de azúcar, antes un gran activo en la isla, se desplomó de 1,1 millones a 110.000 toneladas (-90,5 por ciento). Y la situación no parece mejorar. Para este año, el Gobierno pronosticó que sufrirá una caída del PIB del 2 por ciento, el segundo año consecutivo en recesión. Para la doctora Laura Tedesco, directora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Saint Louis y experta en transformación política en Cuba, esta situación es prueba de que “el modelo no está funcionando para la población”.
Al respecto, Concepción Martínez argumentó que el déficit financiero “se atribuye principalmente a las 243 medidas de guerra económica que ha puesto el gobierno de los Estados Unidos”, medidas que flexibilizó Joe Biden, pero que Trump, quien fue el autor en su primer término (2017-2021) de una política de completo aislamiento a Cuba, volvió a instaurar.
Cada vez más pobres
Sin embargo, la doctora Tedesco expone que, más allá de las sanciones internacionales, la isla sufre de una falta de financiación nacional: “Cuba es un país pobre, que se está empobreciendo cada vez más por la falta de inversión, porque el poderío de las Fuerzas Armadas no es invertir en el país, sino en los hoteles. Pero eso se está acabando; ni siquiera pueden ahora ofrecer un turismo de calidad”.
Bajo este panorama, la crisis medioambiental agravará la dura situación de un país que, por su posición geográfica, es golpeado año tras año por temporales.
“El cambio climático va a aumentar la frecuencia de huracanes de categoría 4 y 5. De hecho, ha habido tantos huracanes de estas categorías en el Atlántico desde 2017 como en los 57 años anteriores”, explicó el climatólogo Quesada.
Los apagones por las lluvias convocaron a los ciudadanos a salir a las calles. En la oscuridad de la capital, las cacerolas golpearon con fuerza en la tercera noche del apagón de octubre. Rápidamente, Díaz-Canel advirtió que actuará con “rigor” contra “quienes traten de alterar el orden público”.
“Los cubanos quedaron muy asustados, los que están todavía en la isla enfrentan la represión que dejó el 11 de julio –masivas manifestaciones que, según ONGs, dejaron a más de 1.500 detenidos–. Por eso no salen a protestar”, expuso Tedesco.
Y es que, tras las protestas de 2021, un total de 554 cubanos continúan encarcelados, según la organización Justicia 11J. Pero el Gobierno considera que estas personas están justamente detenidas. “En Cuba no existen presos políticos; los presos del 11J son personas que realizaron actos vandálicos”, explicó la diplomática Martínez a este diario.
Según estimaciones de Juan Carlos Albizu-Campos, economista y demógrafo del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, de los cerca de 11 millones de habitantes que la isla tenía en 2021, a 2023 solo quedaban 8,6 millones; es decir, un 20 por ciento menos.
Entretanto, el inconformismo entre los que se quedan sigue caldeándose, pero la académica June Erlick sostiene que será más difícil ver un escenario similar al de 2021 con masivas protestas anticastristas.
“Realmente, cuando uno ve manifestaciones o resistencias grandes, es paradójico, pero no son cuando la gente está más hambrienta, porque tienen que dedicar sus energías a buscar la comida o medicina para sobrevivir”, explica.
La doctora Tedesco, por su parte, opina que la isla enfrenta “un fin de ciclo, no solamente del Gobierno, sino también de lo que es el modelo económico cubano”.
Sin embargo, aclara que este escenario es complejo. “Las transiciones democráticas en América Latina empiezan cuando, de alguna manera, en la sociedad hay algunos partidos o asociaciones que podrían reemplazar a los dictadores. Y lo que pasa en Cuba es que no existe esa alternativa. Entonces, es muy difícil pensar qué es lo que va a pasar el día que se muera Raúl Castro, porque ese día, algo va a temblar en Cuba”, concluyó.