Las primeras casas de madera aparecen tras dejar atrás el bullicio de Cali en medio de una carretera que serpentea entre las montañas hacia Buenaventura. La música tropical de alguna emisora ameniza el recorrido. “¡Llegamos!”, grita el conductor del bus y es la señal para el descenso. La vía lleva hasta el sitio de encuentro que se conoce como el de las ‘brujitas’.
Conforme a los criterios de
El objetivo es encontrar las míticas cuencas de los ríos San Cipriano y Escalerete, cuyos principales moradores son serpientes, osos perezosos, ranas, tucanes, mariposas, libélulas, el paletón, el gallito cabecinegrosa, tortugas y gran variedad de peces como sabaleta, el camarón muchillá, guabinas, mojarra, el corroncho, entre otros.
Las ‘brujitas' es como se le llama al medio de transporte de la zona: motos con modificación mecánica que pueden transitar sobre una antigua línea férrea.
Mientras se espera por uno de ellos, una mujer recibe a decenas de personas y hace un relato fantástico, que pareciera sacado de algún libro. Se trata de Lida Riascos, una de las lideresas del lugar que defiende a diario la biodiversidad de la región. Ella asegura que desde 1979, San Cipriano fue declarado como zona de reserva forestal por su variedad de bosques y fauna. Y enfatiza que no fue sino hasta después de varias décadas que se logró que la comunidad se uniera para consolidar una vida ecosostenible: las casas de madera se volvieron hospedajes, se educa en conservación ecológica y varios jóvenes se volvieron guardabosques para proteger la reserva. Como la de ella, hay varias historias de quienes luchan a diario por proteger el medioambiente y dar soluciones a la estructura económica de los hogares del departamento.
El hombre que sigue al oso andino
Se dedica a plantear formas para proteger ecosistemas. El palmirano Francisco Gómez Barreiro lleva 21 años trabajando por la conservación de la cuenca del río Amaime y la subcuenca del río Nima.
Durante su vida ha recorrido páramos, bosques, lagunas y un enclave subxerofítico, un ecosistema árido de baja humedad —uno de los tres que hay en toda la región— que parece un desierto en el corazón del Valle del Cauca. Con el tiempo, su principal enfoque se convirtió en seguirles las huellas al oso andino, llegando hasta los 3.500 metros sobre el nivel del mar. “Los campesinos lo han visto”, cuenta.
Él es el presidente de la fundación Ambiente Colombia y se conoce gran parte del Parque Natural Regional de Nima, cubierto de 355 hectáreas de bosques andinos, 1.715 de subandinos y 937 de páramos, y de 127 nacimientos de agua. “Hay baquianos que le han tomado fotos al oso en esa parte alta”, continúa. Gómez, quien se sabe de memoria de arriba a abajo el río Amaime, trabaja cada día con la comunidad para preservar la fauna de la reserva natural y los ecosistemas. “Ha habido aceptación de los campesinos para impulsar procesos en equipo; es buscar el bienestar de todos los que le profesan amor al agua y la tierra, y quienes se han sentido muy solos”, dice.
Entre sus aspiraciones está que el Estado y los líderes que vienen a la COP16 se comprometan de forma real con el medioambiente.
El fotógrafo magistral de aves
Un pajarero revela la magia de estos animales. Paciencia fue la clave para que el caleño Carlos Mario Wagner-Wagner encontrara, tras varios años, a un ave de cabeza dorada cuyo cuerpo cubierto con las tonalidades del mar lo había desvelado desde que era un adolescente: la tángara multicolor.
“Era un macho y fueron cuatro segundos”, recuerda. Pero no debía ir muy lejos. A menos de mediahora del centro de Cali están las 900 hectáreas del bosque de niebla San Antonio, que colinda con el hogar de su familia, en lo alto de la cuenca del río Cali, y donde este zootecnista suele internarse para avistar aves.
De ahí que su corazón palpita por ser pajarero, una vocación que empezó de niño cuando recorría las montañas del corregimiento El Saladito. Su fascinación radica en observar estos animales por horas, con culto, y tomarles fotografías —tiene imágenes de más de 500 especies, de las más de mil que ha avistado durante su vida, y varias han sido publicadas en medios internacionales, como National Geographic. Dice que lo hace con el fin de dejarse embelesar y mostrarle al mundo la riqueza natural para protegerla y conservarla. En la última década ha trabajado en proyectos de investigación, en el Chocó, las cordilleras y el Parque Nacional Natural Farallones de Cali.
Las mujeres que nutren el ciclo vital de mariposas nativas
El país alberga el 20 % de las especies del planeta. Un emprendimiento verde busca conservarlas.
Patricia Restrepo y su hija Vanessa Wilches se inspiraron en un mariposario de exhibición al público donde se podía admirar la belleza de las mariposas importadas de zonas tropicales, similares a las que volaban en las montañas de Palmira.
Su vocación familiar de ayudar a la comunidad rural y proteger la riqueza natural de la zona donde estaba su finca fueron el impulso para que surgiera Alas de Colombia, Mariposas Nativas, constituida como sociedad el 24 de septiembre de 2001. Su objetivo es la cría y conservación de mariposas y es una alternativa de desarrollo sostenible con los habitantes de El Arenillo, a menos de una hora de Cali. Vanessa Wilches explica que la zoocría se emprende con parejas de cada especie, obtenidas del medio silvestre. Los parentales depositan sus huevos en plantas hospederas específicas para cada especie donde las larvas obtienen su alimento.
Los huevos se recolectan y se trasladan a diario a un laboratorio donde se les proporciona alimento y cuidado necesarios para que ocurra la metamorfosis y se conviertan en pupa o crisálida (estado anterior al imago o adulto), y después en mariposa. Y asegura que el proceso involucra el cuidado de la flora circundante, lo que repercute en la conservación de los bosques.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Cali