Apocos metros de un río Cali que llega asfixiado a la ciudad por contaminantes en su descenso desde las montañas de los Farallones y cuyo caudal deja ver más piedras que agua, el ingeniero suizo Mathis Wackernagel se muestra optimista.
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El cocreador de la huella ecológica, una de las teorías aplicadas en todo el mundo desde hace más de 30 años para medir el impacto del consumo y la demanda que hacen los seres humanos de bienes y recursos ecológicos, sigue mirando el río. "Está mejor que como lo vi dos días antes" y luego pregunta por la icónica iglesia La Ermita, imagen de postales que ruedan por el mundo en manos de turistas, como hoy lo es el ingeniero Wackernagel.
El investigador, de 62 años, nunca había estado en Cali y llegó por primera vez la semana pasada, desde que la ciudad se volvió más concurrida que nunca por ser la sede de la COP16 y albergar a unas 18.000 personas de delegaciones provenientes de 196 países. El principal propósito no es solo traer un mensaje sobre un planeta sostenible sin agotar sus recursos. El analista e investigador fue condecorado por el Congreso de la República, en la jornada de 'Congreso a la calle',que se realizó en Cali, el 24 de octubre, en el hemiciclo del Concejo de la capital del Valle del Cauca.
Cali está emocionada y no es para menos, pues ha salido masivamente, más que durante algunas de sus ferias decembrinas, para apropiarse del paseo Bolívar, del Bulevar del Río y de los alrededores de La Ermita, todos juntos formando la Zona Verde de participación ciudadana de la cumbre más importante en todo el globo terráqueo, en la que al final de esta semana se esperan decisiones sobre el futuro de la biodiversidad que asegure la supervivencia de la humanidad.
Mientras, en el Centro de Eventos Valle del Pacífico, en la vía de Cali a Yumbo, se reúnen a negociar los jefes de Estado, la ciudadanía, entre propios y foráneos, se tomó la Zona Verde como un espacio gratuito para aprender y tomar conciencia sobre el cuidado del medioambiente.
En el puente Ortiz, el investigador suizo afirma que todos los habitantes de la Tierra están 'sobregirados' con el planeta, es decir, están utilizando más de lo que hay.
Wackernagel cuenta que en los años 90, William Rees y él propusieron la huella ecológica para hacer dicha medición sobre cómo toda la sociedad humana le está demandando al planeta más del 75 %, -ni siquiera más del 100 %-, de lo que puede dar, por lo que los recursos escasean y busca más en otros territorios, al tiempo que la atmósfera acumula más dióxido de carbono.
Pero Wackernagel afirma que la huella era para que el mundo tuviera conocimiento, un contexto y de ahí empezar un verdadero cambio, pero no desde la visión de la fatalidad sin ejecutar acciones para evitarla, sino de mirar este momento de deuda ambiental como una oportunidad.
Explica: "Los seres humanos utilizamos el equivalente a 1,7 planetas Tierra, cuando para poder vivir estables, ese número debería ser 0,5", dice el defensor del desarrollo sostenible. Al mirar rápidamente cómo el mundo ha evolucionado desde los años 60 hasta este 2024, luego de la advertencia con la huella ecológica, a comienzos de los 90, el investigador suizo dice que ha aumentado el doble de ese consumo. Lo preocupante es que se mantiene el vaticinio que hizo en una última entrevista a EL TIEMPO hace 13 años, durante otra visita al país: si el mundo sigue así se necesitarán dos planetas Tierra en 2030 y tres, en 2050.
También menciona otro concepto: la biocapacidad de la Tierra como la capacidad de los ecosistemas para regenerar biomasa.
"No podemos vivir sin comer y no podemos comer sin biocapacidad. La infraestructura electrónica necesita energía que depende de la biocapacidad", dice. Cuando habla de biocapacidad se refiere a la capacidad de los ecosistemas de regenerar biomasa, capacidad de recomponerse y sanar. Esa biocapacidad está en alrededor de un 1,6 hectáreas por persona. Pero vuelve la advertencia, como lo hizo hace más de 30 años con el investigador Rees: en dos décadas de historia del planeta, los seres humanos han quemado el 45 % de la energía fósil.
¿Y qué es lo primero que la sociedad debe hacer?, pregunta Wackernagel: entender, reconocer la existencia de un problema, pero "los recursos se agotan y para la gente eso es normal" y no debería serlo, recalca, mientras sigue caminando por el Bulevar del Río. Explica que no se puede seguir justificando el desproporcionado uso de los recursos para generar dinero.
Considera que el problema radica en que la población asume el desarrollo en términos de dinero y solo le da valor a ese crecimiento económico, cuando el valor debería estar en la capacidad de vivir, de poder obtener comida de la tierra. La riqueza no tiene que ver con que si se hay más poder adquisitivo, sino cómo asumir los recursos del planeta, sin acabarlos para producir ingresos, pues el capital son esos recursos presentes en bosques, terrenos para cultivar o los que ofrecen los mares. Pero si dicho capital se consume en su totalidad, sin comprender las consecuencias, habrá más pobreza en el mundo. Y deja esta nueva inquietud: ¿"Cómo tener más dinero, cuando se acaban los recursos?".
Wackernagel, quien ha trabajado en materia de sostenibilidad en diversos países con sus gobiernos y empresas privadas, además de Organizaciones no Gubernamentales (ONU) en todos los continentes, sigue caminando y luego por el paseo Bolívar, en medio de multitudes de visitantes en la Zona Verde. Dice que habría una falla en el mercado, uno que sobreutiliza por esa mirada del deseo de acumular más, a costa de fuentes de la naturaleza que no dan abasto en la demanda de la gente.
No todo está perdido
Es así que el mundo está sobregirado, teniendo en cuenta que el consumo de recursos se excedió, en este año, a partir del pasado primero de agosto. Cada año, la organización Global Footprint Network, que preside el investigador Wackernagel, calcula el Día del Sobregiro de la Tierra, pero todo depende del ritmo del consumo de los recursos ecológicos. Inclusive, en cada país es diferente por su propia dinámica social.
Mientras algunas personas, como una familia le pide tomarse una foto con el defensor de la sostenibilidad, expresa que no todo está perdido. Se muestra optimista, como cuando le dio una ojeada al río Cali. Dice que si hay acciones desde ya, si la población tiene confianza en sí misma y si hay consenso de parte de las naciones, ese sobregiro puede dar marcha atrás.
Asegura que hay esperanza para Colombia, por ejemplo, al aseverar es un país rico porque su capacidad para regenerar los recursos ecológicos está por encima del índice global.
Repite que estar en sobregiro con la Tierra no es una mala noticia, "se debe pensar en oportunidades".
Este analista y defensor de un planeta sostenible sin extinguir sus existencias habla de que su interés por el medioambiente viene desde que era un niño por crecer en un país que aunque no se involucró con la Segunda Guerra Mundial, ser vecino de aquellos que la sufrieron desencadenó racionamientos de comida durante todo un año. En ese momento empezó a preguntarse, por qué tanta riqueza financiera y los recursos ecológicos eran pocos.
También le preocupa, como lo hizo en su infancia, por los campesinos. Coincide con indígenas y campesinos del país en que trabajan de sol a sol para sembrar y cosechar, y ser la despensa de la sociedad, pero no reciben suficiente retribución de las ciudades. De hecho, se sorprende de que es una situación vivida hace más de medio siglo en su Suiza natal, y que es muy parecida a que la hoy afrontan comunidades de Colombia y de Latinoamérica.
¿Qué es la huella ecológica?
La huella ecológica es “una medida agregada que representa la cantidad de área biológicamente productiva requerida para proveer los recursos consumidos y asimilar los residuos generados por una entidad. Es decir, mide la carga impuesta por una determinada población sobre la naturaleza”.
En cuanto al cálculo del Día del Sobregiro de la Tierra, se logra “dividiendo la biocapacidad del planeta (la cantidad de recursos ecológicos que la Tierra es capaz de generar ese año), por la huella ecológica de la humanidad (la demanda de la humanidad para ese año), y multiplicando por el número de días de un año”. Esto quiere decir, que el resto del año equivale al sobregiro global.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Cali