Esteban Cruz es un narrador constante y apasionado. Resguarda innumerables historias sobre el mundo paranormal, las creencias, las entidades místicas y, en general, sobre la cultura popular.
Esteban Cruz Niño es un antropólogo colombiano con un pie en la academia y otro en el mundo del misterio. Doctorado en Historia del Arte y Musicología en la Universidad de Salamanca, ha sido profesor universitario, asesor cultural y una voz clave en la radio y la televisión para hablar de lo paranormal y lo simbólico.
Es autor de Los monstruos en Colombia sí existen (2013, reedición en 2023), Vampiros, caníbales y payasos asesinos (2016), Expedientes X Colombia (2018), Vida después de la muerte (2020) y El libro negro de la brujería en Colombia (2022).
El nuevo libro de Esteban Cruz Niño, Pablo Escobar y los patrones de la brujería, promete revolucionar la manera en que entendemos la relación entre el crimen y las creencias populares en Latinoamérica.
En entrevista con EL TIEMPO, Cruz explica cómo fue el proceso de investigación para dar 'vida' a esta obra.
¿Qué lo motivó para escribir este libro?
Pablo Escobar es una figura muy controversial para Colombia. Es alguien que, de alguna manera, provoca repulsión. Cuando me mencionan a Escobar en lugares como Italia, Suiza, Perú, Ecuador, Bolivia o Honduras, siento que nos están humillando. Me ha pasado muchas veces: llego a un aeropuerto, incluso en El Salvador, y apenas saben que soy colombiano, lo primero que dicen es: “¡Ah, Pablo Escobar!”. Es como un golpe, como si me hicieran daño.
Una vez, estando en Medellín, en el cementerio Jardines de Montesacro, empecé a notar que mucha gente visitaba la tumba de Escobar. Se había convertido en una especie de atracción turística de primer nivel. Es algo así como lo que pasa en París, donde la gente va a la Torre Eiffel, pero también hay quienes visitan las tumbas de Jim Morrison o de otras figuras famosas. En Medellín pasa eso con Escobar: llegan turistas de todas partes, incluso pagan por tours para ir a ver su tumba.
Estando allí, presencié cosas que me impactaron. Vi a un muchacho que regó cocaína sobre la tumba y empezó a aspirarla. Luego, llegó otro, se arrodilló y le rezó a Escobar. Me pareció todo muy extraño. Noté también unas piedras blancas sobre la lápida —como de mármol— que algunas personas recogían. Le pregunté a uno de ellos por qué se llevaba una piedra, y me dijo: “Yo soy cobrador de gota a gota. Con esta piedra me voy a mandar a hacer un crucifijo, porque me protege. Cuando cobro en Caucasia y alguien no ha pagado, me toca darle pata. Yo necesito protegerme. Estas piedras, dicen, se calientan cuando el mal está cerca. Pablo me protege. Pablo me cuida”.
En ese momento supe que había algo muy raro ocurriendo, algo profundo. Empecé a investigar y descubrí que no era un caso aislado. En México, en Perú, en Chile… encontré manifestaciones similares. Y por eso el libro se llama Los patrones de la brujería.
Esteban Cruz Niño Foto:José Luis Rodriguez
¿Cuál fue el hallazgo más sorprendente de toda esta investigación que usted hizo?
El hallazgo más interesante fue descubrir cómo, además de los santos institucionales como el Niño del 20 de Julio o la Virgen del Carmen, existen santos sincréticos, populares, que no pertenecen al canon oficial, pero que tienen una fuerza enorme en ciertas comunidades.
Uno de los casos que más me impresionó ocurrió en Pachuca, Hidalgo —una ciudad muy bonita del norte de México. Allí, en un mercado común donde se vendía tomate, cebolla, carne… un señor montó un altar con un muñeco, y con el tiempo ese mercado dejó de ser un simple mercado. Se transformó en algo que hoy llaman el palacio de los siete demonios, o la catedral de la Santa Muerte.
Este señor decía que quería algo que Dios no pudiera quitarle. Y un día, según él, se encontró un muñeco —un feto plástico, con cuernos— al que identificó como un “bebé demonio”. Lo adoptó y lo llamó su “pequeño diablito”, su “diablo personal”. Dice que es su hijo. Así como hay quienes guardan el “feto ingeniero” o el “feto abogado”, él tenía su feto demonio. Lo vistió como mariachi, como Vicente Fernández, y lo puso en un altar.
Con el tiempo, todo el barrio retiró las cámaras de seguridad. Nadie quiere que se sepa quién entra a ese lugar. Y es que no solo van personas comunes: también van jefes de carteles, abogados, médicos… todos a pedirle favores al demonio, al que llaman el Angelito Negro.
Cuando alguien va a hacer un pacto, se arrodilla frente al altar. Entonces el señor Pelcastre —el que encontró al muñeco— entra en trance. Coge un cuchillo y empieza a cortar la espalda de la persona con símbolos que, según él, el demonio le proyecta en la mente. Les marca la piel, y esas marcas se convierten en costras, en cicatrices. A esos los llaman los rayados del demonio. Son los que han hecho pacto con el Angelito Negro, el pequeño hijo de Lucifer. Es impresionante. Puedes buscar las fotos. Es real y escalofriante.
¿Y cómo fue ese proceso de investigación?
Fueron tres años de trabajo intenso. Viajamos varias veces a México, y fuimos directamente a Culiacán, la capital del cartel de Sinaloa. Allí empecé a contactar con personas relacionadas con ese mundo. También en Medellín, pude entrar en contacto con las familias de Escobar, y en el libro se revelan cosas que nunca se habían contado antes. Por ejemplo, me puse en contacto con el embalsamador de Pablo Escobar, que ahora vive en Miami. Esta es la primera vez que su historia aparece en un libro. Él fue quien embalsamó a Escobar, recibió su cuerpo, lo limpió, lo peinó… y cuenta lo que sucedía en ese momento: las conversaciones de los agentes de la DEA, la familia, el ejército, y la gente que intentaba robarse el cadáver. Esos detalles son muy reveladores.
El proceso fue un trabajo completamente testimonial. Estuve investigando y hablando con testigos durante esos tres años. Fue un proceso muy profundo, con muchas entrevistas y testimonios.
¿Qué fue lo más difícil de realizar esta investigación? Porque, como menciona, estas creencias y situaciones están relacionadas con el crimen organizado
Lo más complejo fue entrevistar a los testigos que han sido testigos de situaciones paranormales relacionadas con estos santos. Hablar con las personas que manejan lugares como la capilla de Malverde, que es el santo del cartel de Sinaloa, no es tan difícil. Es algo público: uno llega, pide hablar con el encargado de la capilla, te lo presentan, y puedes ver todo: las paredes llenas de billetes, los huesos, las cadenas, el AK-47 de oro… toda esa cultura narco.
Pero lo más difícil fue hablar con personas que han presenciado fenómenos paranormales asociados con estos santos. La gente generalmente no quiere hablar de estas experiencias, porque muchos de esos prodigios ocurren dentro del mundo del crimen. Por ejemplo, en el libro incluyo la historia de una señora que me costó mucho entrevistar. Ella había cruzado la frontera con cocaína escondida entre medicinas. Cuando se acercaba al control de la frontera, pensó que la iban a requisar, y pensó: “Ya se acabó mi vida, me voy a ver en Orange Is the New Black”. En ese momento, dice que apareció un hombre vestido de blanco, con corbata, que habló en español y le dijo a los oficiales: “Deja a la abuela tranquila, déjala seguir”. Los oficiales, sorprendidos, le dijeron: “Está bien, señora, siga, bienvenidos”. La señora pasó sin problemas.
Ella le contó la historia a gente en Estados Unidos, y le dijeron que el hombre al que había visto era Malverde, el santo del cartel de Sinaloa. Nunca lo había conocido antes, pero asegura que ese día lo vio, y fue ahí cuando lo conoció. Sacarle la entrevista a esta señora fue muy difícil, pero finalmente logré grabarla. Tengo todas las grabaciones, todo el material.
¿Por qué cree que figuras como Pablo Escobar o el propio Chapo Guzmán recurren o recurrían a prácticas esotéricas o religiones populares? ¿Es una forma de protegerse, de pensar que, a pesar del crimen, están protegidos de alguna manera?
La mafia y las organizaciones criminales tienen poder porque manejan grandes sumas de dinero y cuentan con una estructura organizada. Sin embargo, hay dos tipos de poder que no tienen: el poder político y el poder simbólico.
El poder político lo logran corrompiendo a políticos, pero el poder simbólico, el poder mágico, es algo que no tienen por sí mismos. Ese poder simbólico lo tienen instituciones como la iglesia y el Estado. La iglesia, por ejemplo, tiene a los santos, al Vaticano, al Papa, los exorcismos, y todo ese simbolismo que crea una conexión con lo divino. Por otro lado, el Estado tiene el control sobre la ley, la justicia, el orden.
Entonces, al no tener estos dos tipos de poder, recurren a lo que sí pueden: la brujería, las creencias mágicas. Es una forma de obtener poder simbólico. Si observas, siempre que hay un narcotraficante, hay una imagen de un santo en la puerta de su casa: San Judas Tadeo, la Virgen del Carmen, el Niño de Atocha… Escobar, por ejemplo, quería mucho al Niño de Atocha, y Gacha tenía imágenes del Niño del 20 de Julio en todos lados. Es como una forma de decir: "También estoy con lo divino, no solo con lo criminal."
Además, recurren a los brujos porque la magia es poder. Si tengo dinero, magia y puedo corromper políticos, entonces mi organización se vuelve mucho más poderosa. La brujería no solo les da una conexión con lo divino, sino que también les da la sensación de estar protegidos o de contar con fuerzas que los respaldan.
Tuvimos casos de narcos que eran realmente brujos. Por ejemplo, Camilo Zapata, un narco que compró el Castillo Marroquín solo porque una bruja le dijo que ese lugar tenía una energía especial. Decía que tiraba siete perros negros, y estos perros corrían por todas partes. También estuvo el caso de Sarria, el marido de la Bonita Retrechera, conocido como el "Brujo de Antero", que viajó a Cuba solo para realizar una ceremonia de rayamiento del Palo Mayombe, una de las prácticas más oscuras de la brujería. Este narco decía que invocaba espíritus, y aunque ahora está preso, se dice que, después de su encarcelamiento, se hizo pastor religioso y reveló que sabía cómo invocar a los difuntos. Fue uno de los narcos más importantes del país en su tiempo.
¿Cuál es el papel de los santos populares, como José Malverde, dentro del crimen organizado?
El papel de los santos populares es similar al de los santos tradicionales, pero con una diferencia importante: los santos populares se asocian con lo marginal, con lo que está fuera de lo que la iglesia considera "aceptable". Por ejemplo, uno no puede pedirle a un santo tradicional, como la Virgen del Carmen, que te ayude a cometer un crimen, como transportar droga, sin que eso se vea mal. Pero con santos como Malverde, sí puedes pedir cosas que estarían fuera del alcance de los santos "normales".
José Malverde, por ejemplo, se convirtió en una figura muy popular entre los narcotraficantes. Amado Carrillo Fuentes, uno de los grandes narcotraficantes de México, fue uno de los primeros devotos de Malverde. Cada vez que pasaba un cargamento, iba a la capilla y contribuía económicamente. Con el tiempo, la capilla creció gracias a las donaciones de los narcos que buscaban la protección del santo.
Además de los narcotraficantes, Malverde tiene devotos en todos los estratos sociales: obreros, profesores, abogados, odontólogos… Es un santo que, al ser marginal, está asociado con lo que está fuera de la ley. Y es ahí donde su poder se vuelve atractivo para aquellos que están en actividades ilícitas.
Lo que hace que Malverde sea especial es que, al ser un santo que no pertenece a la iglesia oficial, se le puede pedir cosas que otros santos no podrían respaldar. Por ejemplo, se le puede pedir ayuda para que un enemigo reciba "balas", para que los gringos no te detecten, o incluso para proteger a tus hijos en situaciones peligrosas. A este tipo de santos, como Malverde, el Angelito Negro, la Santa Muerte, o Ismaelito, se les puede pedir cosas que están al borde de la moralidad, porque tienen un pie en lo bueno y otro en lo malo.
Por eso, figuras como Malverde son tan populares dentro del crimen organizado: ofrecen una conexión con lo divino, pero sin las restricciones de los santos "oficiales".
¿Qué patrones comunes encontraste entre los diferentes criminales latinoamericanos y sus creencias espirituales?
Un patrón común muy fuerte entre los criminales latinoamericanos y sus creencias espirituales es que todos piden algo a cambio. Cuando un criminal recurre a un santo o una entidad espiritual, siempre tiene que dar algo en retorno. Este intercambio es una parte fundamental de su relación con lo divino o lo esotérico.
Por ejemplo, Ismael Sánchez de Venezuela, conocido como el santo del Tren de Aragua, era un ladrón que después de su muerte se convirtió en una figura protectora. Si alguien quiere su ayuda, debe ofrecer algo en retorno. Se le puede pedir protección o ayuda en actividades ilícitas como el secuestro o la extorsión, pero a cambio, la persona debe cumplir con ciertos rituales. A veces, eso significa contratar un médium para que se posea por el espíritu de Ismael y hacerle ofrendas como marihuana, prostitutas o drogas, todo dentro de un acto simbólico de entrega. Si no se cumple con el pacto, el mismo santo puede vengarse.
Otro caso interesante es el de un santo popular de Venezuela llamado Petróleo Crudo. Este hombre, que era afrodescendiente, pasó por varias cárceles antes de morir y convertirse en un espíritu. Los prisioneros que desean escapar le rezan a él, ya que creen que les concede el poder de la fuga. Los testimonios dicen que, cuando Petróleo Crudo se aparece, huele a sudor y a sobaquina, y los prisioneros lo ven como un símbolo de su libertad.
De manera similar, en Bogotá, las mujeres que están en la prostitución o la explotación sexual recurren a un espíritu llamado el Negro Felipe, que se dice que las protege en los burdeles. Este patrón muestra cómo los santos populares están muy conectados con la marginalidad, ofreciendo protección a aquellos que viven al margen de la ley o de la moralidad tradicional.
¿Cree que estas creencias son causas propiamente del crimen o es consecuencia de las condiciones sociales en donde estos personajes vivieron?
No son santos exclusivos del crimen. Los santos populares, como Malverde, no pertenecen solo a los delincuentes, sino que también son venerados por profesores, políticos y personas de diferentes sectores de la sociedad. Por ejemplo, cuando Telemundo hizo una serie sobre Malverde y contrató a Pedrito Fernández para interpretarlo, él fue hasta la capilla de Malverde y le pidió permiso para hacerlo. Este acto no solo reflejaba su respeto hacia los devotos, sino también esa necesidad de acercarse a figuras que representan algo más allá de lo convencional.
Lo que sucede es que estos santos populares no son necesariamente más "eficaces" que otros santos tradicionales, pero muchos de los que recurren a ellos no encuentran lo que buscan en figuras como la Virgen de Guadalupe, la Virgen del Carmen o la Virgen de Chiquinquirá. Buscan algo más inmediato, algo que les permita obtener lo que necesitan, y en este sentido, recurren a los santos populares, que representan una magia más directa y "real".
¿Cómo cree que influyen estas creencias en la forma en que la sociedad percibe a los criminales, como Escobar por ejemplo?
Escobar, por ejemplo, se ha convertido en una figura mística para muchos, aunque su historia está llena de dolor. Escobar es una "estrella negra". Lo odio por lo que hizo, pero también es una figura que, para aquellos que no vivieron el sufrimiento del narcoterrorismo en los 80, tiene un aire de fama y popularidad. Cuando vas a Medellín, Cali, Barranquilla o Bogotá, puedes encontrar imanes con la cara de Escobar en lugares turísticos, como el Museo del Oro o el Gato de La Popa. Estos recuerdos no reflejan el sufrimiento real que él causó, sino solo la figura de la estrella, de la popularidad.
En mi libro intento mostrar que Escobar no es solo un personaje oscuro en la historia de Colombia, sino que incluso su tumba se ha convertido en un lugar de culto, un escenario para actividades que refuerzan su imagen como una figura mística. Es un santo oscuro, no luminoso. A las personas que se acercan a él, se les ofrece lo que los santos tradicionales no brindan. Mientras que otros santos representan lo positivo, lo divino, Escobar es una figura que se asocia con la oscuridad, el mal y la ilegalidad. En su tumba, por ejemplo, es posible ver personas involucradas en el consumo de drogas o en rituales marginales. Es un santo al que se le pide protección para actividades oscuras, y esto refleja cómo la sociedad ha transformado a Escobar en algo más que un criminal, convirtiéndolo en una especie de figura mística.
Precisamente al ser un libro oscuro, que habla de cosas oscuras, ¿ha recibido críticas de personas que no creen en esto?
Sí, he recibido críticas, especialmente de aquellos que no han leído el libro. Primero, porque aquí ya hubo un desgaste de estas figuras. En los años 2000, se volvieron muy populares en el ámbito comercial, gracias a personas como Gustavo Bolívar con Sin Tetas No Hay Paraíso o Alonso Salazar con La Parábola de Pablo. Ese tiempo ya pasó. Hoy no es el momento de seguir escribiendo sobre esos criminales, ni de hacerle un culto a esas figuras. Yo no quiero contar la historia de la vida de esos criminales. De hecho, los capítulos sobre Escobar en mi libro son apenas unas 20 páginas al final.
Lo que quiero es que la gente vea que hay muchas otras creencias oscuras que están alrededor de nosotros, como la magia, lo paranormal, creencias en santos o espíritus. Estas son cosas que muchas veces la gente conoce, pero prefiere ocultar. Cuando alguien ve el título Pablo Escobar, asume que es otro libro sobre él, lo que genera la crítica común: "¿Por qué escribir sobre ese señor otra vez? ¿Por qué no escribir sobre colombianos que han hecho algo bueno? ¿Por qué no hablar de los médicos, los trabajadores, los colombianos de bien?" Y esa crítica, por supuesto, es válida.
Pero lo que yo hago en mi libro no es contar la historia de la vida de Escobar. Mi enfoque es diferente. Lo que quiero mostrar es que existen muchas creencias que están asociadas con lo oscuro, como la invocación de espíritus, energías negativas y santos. Este es un aspecto muy latinoamericano: vivir al margen de la ley y recurrir a estas figuras, estas entidades del bajo astral, para pedir protección. El libro no solo trata de los criminales, sino de esas estructuras y creencias que, aunque a menudo se ocultan, son parte de nuestra cultura y de cómo algunos buscan ayuda en lo paranormal para manejar sus vidas en el margen de la sociedad.
CAMILO PEÑA CASTAÑEDA - EDITOR VIDA DE HOY