El sabor de una revolución siempre busca campo para nuevos matices. En el amor, en el ámbito sociopolítico, en la gastronomía y en el alma de una mujer que vive atrapada en un especie de cárcel invisible familiar y encuentra en las recetas y algunos platos hechos por ella, el escape para encontrarse, para sentir y para romper paradigmas.
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Bajo ese contexto esencial gravita la obra literaria Cómo agua para chocolate, de Laura Esquivel, en la que Tita (su protagonista) tiene su destino signado solo al cuidado de su madre y encara la imposibilidad de amor. Pero a pesar de todo, ella explora de una manera casi mágica el don de transmitir sus emociones a través de algunas delicias gsatronómicas que van a la mesa y que, vale la pena recalcar, se convierten en el instrumento de su despertar, pero no solo amoroso y emocional, sino como una metáfora de una transformación que se siente en el contexto en el que ella se mueve (la Revolución Mexicana) y en el entramado alrededor del deber ser una mujer, mejor, una joven que crece y lucha por saltar muchos obstáculos.
Después de ser un referente de la mano de Esquivel, Cómo agua para chocolate conquistó la pantalla grande con una versión cinematográfica que en 1992 pudo coquetear con el realismo mágico, la delicia gastronómica y una pasión que se rehúsa a morir. Pero su historia, su columna vertebral pedía ser algo más que un melodrama intenso y tan poderoso que marcó un antes y un después para el cine mexicano. El sueño de hacer una serie con esta trama, se reveló como una alternativa eficaz, precisamente, para degustar todos el aliños de una historia y unos personajes con la capacidad para trascender y llevar a otro nivel la idea de esa revolución histórica, de esa tradición, asomando entre los prejuicios y el poder, al igual que marcando un nuevo hilo conductor para Tita y su fuerza femenina.
Un grito de libertad
De ahí salió Como agua para chocolate, la serie (que ya se puede ver en HBO y en la plataforma de streaming MAX y que apuesta por ese impulso a una narrativa con más texturas, dramas y reivindicaciones.
El viaje de Tita encontrando el punto perfecto para el mole, las torrejas (que enloquecen al hombre que ella ama –Pedro-) o las quesadillas, para de alguna manera exorcizar su destino, promete en cada episodio una exploración más profunda al sentimiento y al universo sociopolítico que encara un conflicto y una revolución de dimensiones épicas, pero que se entrelaza bien con la batalla de esa joven que siente que tiene que crecer y que consigue una conexión con Nacha, la mujer mayor que se encarga de revelarle los secretos de la gastronomía, pero se convierte a la vez en una guía que será trascendental en la transición de su discípula. Nacha ve en Tita la fuerza y el deseo que a ella en algún momento también le frenaron y no va a dejar que la historia se repita.
“Creo que todas están luchado por un tipo de libertad (…). Para mi personaje todo lo que le pasa la lleva a vivir una revolución dentro de su casa. Tita no está viviendo la Revolución Mexicana que se gesta en el exterior, sino que lucha por una libertad de ser, de expresarse y quiere dejar el deber ser”, recalca la actriz protagonista Azul Guaita.
“El poder de decisión que puede tener Tita, frente al caso de Nacha que no pudo salir y que a través de la cocina puede trasladar sus sueños o su creatividad. Ella lo transmite a una persona como si fuera su propia sangre, como si fuera su propia hija. Muchas de las mujeres de nuestros países han soportado muchas de estas opresiones, pero han colaborado para la visión de lo que tenemos ahora, la visión de ser mujer; entonces en ese sentido yo creo que Nacha transmite lo más noble de la tradicional al plantear una libertad creativa, a través de os alimentos y las emociones que estos pueden englobar, como es el amor o condolerse frente a la otra persona”, agrega, dando un contexto a su papel, Ángeles Cruz.
“La serie expone el intenso ejercicio de forjar el destino que quiero; sobre el deseo, sobre el cuerpo, ideas que tienen una relevancia sólida en la conversación cotidiana en la actualidad. La producción se alimenta de un argumento que no se siente de antaño y se le agregan elementos que consiguen conectar con nuevas generaciones y a la vez acercarlas a una idea acerca de la tradición y la transición que en muchos aspectos experimenta la sociedad. “Es rescatar la decisión sobre tu propia vida”, recalca Cruz.
Frente a la nueva narrativa y el elemento innovador que propone bajo el parámetro de convertirse en una serie, Azul Guaita describe que se “logró que se escuchara más la voz de Tita (…) Ella sigue las reglas impuestas por su madre, pero ella está sentimental y lo muestra, le responde “, dice Guaita, que a su vez revela que en la experiencia frente a las cámaras se logró “una conexión con Ángeles y que se extendió a la cocina, ya que Ángeles tiene mucho conocimiento, (así ella diga que no), me enseñó muchas cosas”.
La producción de HBO propone una estética más luminosa y una profundidad de campo que enriquece cada acción y emoción que se va asomando conforme pasan los episodios. “No hablamos de buenos y malos, hay claroscuros que hacen a los protagonistas más humanos. Ahora esos personajes se han complejizado y hay más luminosidad (…) Nos conectamos con el color y esta es una trama unida a nueva historia y lo que estamos viviendo ahora”, finaliza Cruz.
Andrés Hoyos Vargas
EL TIEMPO
@AndresHoy1