Colombiana en Estados Unidos cuenta por qué se devolverá al país: ‘Quiero vivir por mí y mi familia, no vivir para trabajar’

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Olga es una colombiana que lleva radicada desde hace aproximadamente siete años en los Estados Unidos. En este tiempo, ha tenido la oportunidad de vivir en dos estados, y como todo migrante que toma la decisión de abandonar su país, no la ha tenido nada fácil.

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En su diálogo con EL TIEMPO, Bohórquez quiso contar su historia y lo duro que han sido estos años viviendo en ese país. Se graduó de médico general de la Universidad San Martín, en el año 2002, e hizo un posgrado en Gerencia en la Salud, en la Universidad Santo Tomás, el cual terminó en el año 2010. Durante su estancia en Colombia trabajó durante 13 años en una empresa prestadora de salud.

Hace siete años tomó la decisión de irse a vivir a los Estados Unidos, ya que quien en ese entonces era su novio se fue a vivir allá. Después de un año de relación tomó la decisión de irse a vivir con él, casarse y formar una familia.

Olga ha vivido en dos estados: Virginia, donde duró tres años, y Texas, aquí se encuentra actualmente radicada, en la ciudad de Houston. Dice que su vida allá no ha sido como se la esperaba, ya que pensó que por tener una buena carrera como lo es la medicina y una especialidad iba a conseguir empleo fácilmente, pero la realidad fue otra.

“Uno como médico dice, ¡uy!, allá mejor dicho la haces, porque la medicina es muy bién paga. Yo venía con unas expectativas altísimas. Llevaba 13 años trabajando en una empresa de salud; mi último cargo fue la Dirección Nacional de Servicios Médicos o de Autorizaciones. Entonces, digamos que tenía muy buen sueldo, estaba muy bien acomodada, pero, pues pensé: ‘listo, llego a Estados Unidos y todo va a ser exactamente lo mismo cuando llegue allá’”, comentó Olga.

Cuando llegó, se dio cuenta de que las cosas no eran tan fáciles, ya que debía tramitar los papeles de residencia y el permiso de trabajo, y todo ese proceso duró aproximadamente un año y aunque intentó estudiar inglés en la universidad, también fue complicado.

“Desafortunadamente, en las universidades no lo dejan a uno estudiar, porque estudias con visa de estudiantes o tienes que tener tu permiso de trabajo. En ese tiempo no lo hice, tampoco pude conseguir ningún trabajo hasta que llegaron esos documentos que me permitían supuestamente estudiar. Intenté estudiar, pero uno tiene que llevar como mínimo un año viviendo en el mismo estado para que salga discretamente económico”, dijo.

Tener una buena calidad de vida en Estados Unidos ya no es tan fácil.

Al llegar a los Estados Unidos las cosas no salieron como ella pensaba.

Foto:iStock

Aunque tocó puertas en varias oportunidades para emplearse, no lo pudo hacer. Cuando comenzó a pasar hojas de vida en su rol como médico, no lograba conseguir trabajo. Olga no se iba a dar por vencida tan fácilmente y ahí fue que decidió “medírsele a lo que sea”, pero no dimensionó lo que esto significaría para su vida.

Esta colombiana nunca tuvo el sueño americano, ella se fue a ese país porque deseaba conformar una familia con su esposo y esa fue una de las principales razones por las cuales abandonó Colombia.

Su primer trabajo en los Estados Unidos lo tuvo en Virginia. Después de presentarse en varios sitios y ser rechazada, la aceptaron en un ‘Daycare’, en donde debía cuidar niños que estaban entre un año y año y medio. A pesar de tener un inglés básico y no tener hijos, para ella fue una experiencia muy fuerte, porque también debía realizar oficios básicos.

Los padres de familia deberán pagar más por los almuerzos.

Trabajaba cuidando niños.

Foto:iStock

“En ese momento a uno le comienza a afectar un poquito el ego y uno se pregunta: ‘¿yo estudié medicina, hice una especialización y trabajé tanto tiempo y ahora estoy acá cuidando bebés, cuyos papás son desagradecidos y ni siquiera me miran ni me dan las gracias cuando recogen sus niños?’ Entonces me dio superduro ver cómo la gente me trataba”, agregó.

En sus ratos libres, su forma de desahogarse era llorar y cuestionar la decisión de por qué se fue a ese país y de cuánto sería su ‘aguante’.

En ese empleo duró un buen tiempo, y después, con su esposo, tomaron la decisión de irse a un pueblo pequeño llamado Winchester. Ahí su experiencia fue poco grata, ya que tuvo que experimentar la xenofobia y recordó una anécdota que le ocurrió mientras asistía a una misa.

“Recuerdo una vez que fui a la iglesia; al momento de dar la paz, las personas simplemente se cruzaban los brazos y me miraban de arriba a abajo y no me daban la paz. Entonces digamos que uno dice: ‘bueno, estamos en una iglesia, tú deberías ser distinto’, pero no. Entonces dejé de ir a misa después de la segunda vez que me cruzaron los brazos”, afirmó.

Olga asegura que su paso por ese pueblo nunca lo olvidará, ya que vivió situaciones que ‘le dieron muy duro’. Se mudaron de ciudad y allí siguió pasando hojas de vida hasta que consiguió un trabajo en una empresa de salud, la cual era relativamente grande

Allí tuvo la oportunidad de conocer a una colombiana, quien le recomendó un curso cómo asistente médico, el cual realizó durante la pandemia; y luego trabajar allí en ese puesto.

Después de la pandemia, con su esposo tomaron la decisión de comprar un perro para que les hiciera compañía. Infortrunadamente, el racismo reapareció y no solo le hacieron ‘el feo’ por ser latina, sino por tener un perro negro.

Mi perro es negro, pero no es muy grande y la gente que iba en la calle y nos veía se cruzaba de andén. Si traían su perrito, si ellos veían que yo venía con mi perrito negro y ellos tenían un perrito blanco, no dejaban que jugara con el de ellos y sacaban su perro del parque si nosotros estábamos o no entraban”, agregó.

Esta colombiana, de 46 años, ha experimentado la xenofobia no solo de parte de los norteamericanos, sino también por ciudadanos de la comunidad hispana.

Su mascota ha sido su compañía.

Su mascota ha sido su compañía.

Foto:Cortesía para EL TIEMPO

Cuando regresaron a Houston, Texas, pensó que las cosas iban a ser más fáciles por ser una ciudad más grande, pero también fue difícil conseguir un empleo. Pasó por varios sitios, entre ellos un consultorio de un doctor especialista en columna y como asistente médico.

Trabajando en uno de estos lugares recordó un episodio que le dolió mucho: una hispana con bronquitis que le faltó al respeto cuando ella le pidió que se subiera el tapabocas para no contagiar a los demás pacientes. “A mí no me importa, usted aquí no es nadie”, le dijo la mujer a Olga, quien, según su relato, se salió del consultorio y se puso a llorar. Lo que más le dolió es que el insulto había venido de otra latina, de una mujer de origen mexicano.

Después de su paso por ese consultorio, se fue a vivir a una ciudad pequeña llamada Cypress, cerca a Houston, y allí tuvo la mala experiencia de trabajar con una cardióloga que le hizo la vida imposible y que la trataba mal y le tocó renunciar, porque ya no aguantaba los malos tratos.

Para ella no existe el sueño americano, ya que le ha tocado vivir toda una pesadilla. Una de las cosas que más duro le ha dado ha sido el trato con las personas, pues considera que quienes ella ha conocido en ese país no son nada empáticos y no respetan al personal de la salud.

“Muchos creen que Estados Unidos es como en las películas, que la gente es muy respetuosa, que se abre la puerta cuando uno sale. Eso no es cierto”, manifestó. 

Otra de las cosas que le ha costado a Olga es la soledad. Aunque está con su esposo y su mascota y habla todos los días con su familia, no es lo mismo. Extraña su vida en Colombia.

En Estados Unidos las personas no suelen hacer amigos, a nadie le interesa la vida de los demás. Fue ahí cuando más comenzó a extrañar a su país y lo cálidos que suelen ser los colombianos. Esa es una de las cosas que más le ha hecho falta.

Yo hablo con mis papás, mis hermanos y mis tíos están pendientes de mí, pero a pesar de todo la soledad es profunda. El no poder pertenecer a una sociedad en la que tú no hables con tu vecino y él no se interese por ti”, afirmó.

Cansada de la vida que tuvo que vivir, tomó la decisión de regresar a su país sin importarle que le toca comenzar de cero y que no será fácil. Aunque tiene miedo, está preparada para comenzar a tocar puertas nuevamente.

El apoyo de su familia ha sido fundamental para tomar esta decisión, ya que para ella lo más importante es su tranquilidad, volver a sonreír y compartir con sus seres queridos, a los que tanto ha extrañado durante estos siete años que ha estado fuera de casa.

Tomó la decisión de regresar a Colombia.

Tomó la decisión de regresar a Colombia.

Foto:iStock

“Sí, me voy a regresar, sé que voy a salir adelante. Afortunadamente, cuento con una familia maravillosa y sé que mis amigos y mis excompañeros médicos también me van a ayudar mucho”, cuenta con esperanza.

Aunque actualmente se encuentra viviendo en Houston, donde trabaja ocho horas diarias de lunes a viernes en un empleo remoto con una empresa a la cual le agradece la oportunidad de vivir bien que le ha dado después de muchos intentos fallidos, ya tomó la decisión de regresar a su tierra para volver a sentir una felicidad que siente que dejó escapar durante estos años como migrante.

“Mi tranquilidad y mi felicidad están por encima de todo, en este momento quiero vivir por mí y mi familia, no vivir para trabajar, como pasa acá”, concluyó.

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WENDYS PITRE ARIZA

REDACCIÓN ALCANCE DIGITAL

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