Es como Dorian Gray ante el espejo, siempre joven, siempre bello, el embrujo de una belleza efímera y la realidad de las miserias que oculta.
Colombia se presenta con equipos en teoría reforzados, en teoría competitivos, en teoría fuertes a cada edición de la Copa Libertadores con ese aire de suficiencia, ese saco enorme de favorito que no termina de llenar y ese auto impuesto halo de superioridad, que a la primera prueba se desinfla.
Y puede pasar que el pinchazo de Santa Fe no termine siendo definitivo y que en Bogotá le de vuelta al 2-1 que sufrió contra Iquique en esta fase inicial de la Copa 2025. Pero el punto es que nos quedamos en que el rival venía de caer goleado en el inicio de la liga local y que era ‘el comodín’ a la hora del sorteo y era ‘obligación’ dejarlo en el camino casi que de pura camiseta. Así, una y otra vez, sin corregir y, lo peor, sin aprender nada. En la grilla de salida nos sentimos invencibles y esa es la expectativa que después se vuelve amargura y frustración.
Independiente Santa Fe Foto:EFE
Aquí no hay inocentes. Este no es un rasgo exclusivo de los cardenales sino una característica transversal a los clubes colombianos cada vez que superan la migración en Eldorado. Ahora, con el espíritu de un interminable Puch a sus 38 años y con un equipo pleno de sacrificio al que tampoco le sobra mucho talento, bastó para reducir y someter a Santa Fe, el que más puntos sumó en el 2024 en el fútbol colombiano.
Ya el año pasado se desinflaron los equipos colombianos en la Libertadores
Pero antes fueron Palestino y Bolívar humillando a Millonarios, Colo Colo y la sombra de Vidal desnudando al Junior que goleó al Botafogo campeón continental, Nacional de Paraguay goleando al dos veces ganador de la Copa, Atlético Nacional… y así. El golpe seco de realidad sobre el siempre bien alimentado ego tricolor.
Palestino vs. Millonarios. Foto:AFP
Está bien que hay que creerse campeón como cuota inicial para serlo. Pero ojalá tantas decepciones dejaran alguna vez una declaración de humildad, un reconocimiento del error, un mea culpa que no vaya al VAR ni al clima ni al otro para explicar los fracasos sino que ponga a Colombia en su sitio regional, el de un país que va a completar una década sin pelear un título de Libertadores y no tiene rigor moral para reclamar el milagro de los cuartos de final del modesto Pereira. Es pedir demasiado, por supuesto.
Deportivo Pereira en la Libertadores 2023. Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO
Pero cuánto bien haría dejar de auto proclamarse potencia, como Dorian ante su espejo, y empezar por fin a mirarse los defectos sin que eso convierta a nadie en enemigo nacional.
Opinión
Jenny Gámez
Editora de Futbolred
@JennyGamezA