‘Ciudad de Dios: la lucha no para', los detalles de la serie que nació de un clásico del cine y va más allá de la violencia o la nostalgia

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Veinte años después, la recién estrenada serie de Max sigue el rastro de los inolvidables personajes de la película de culto de las favelas de Río de Janeiro, del director Fernando Meirelles. EL TIEMPO habló con su protagonista y su nuevo  director, entre otros.

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El actor brasileño Alexandre Rodrigues, que encarnó en 2002 al inolvidable Buscapé, cuando se estrenó la película ‘Ciudad de Dios’, del director Fernando Mirelles, ya no es ese joven inocente de las favelas de Río de Janeiro.

A través de Wilson -nombre real del personaje en la cinta-, Mirelles retrató, como ninguno otro en su momento, la violencia, la miseria y el dolor de las comunidades de la peligrosa y pobrísima favela ‘Ciudad de Dios’ de la costera ciudad brasileña.

El protagonista narró esa vida de violencia y delincuencia, de la década de los años 60, 70 y 80, de este barrio carioca, que adolecía hasta de servicios públicos. En ese lugar no solo creció Buscapé sino su hermano Marreco, que conformó el famoso ‘Trío Ternura’, con Cabeleira y Alicate, que se dedicaba a robar camiones de gas, entre otras cosas.

Ahora, con 41 años, Rodrigues proyecta la tranquilidad y la experiencia que dan los años, como se lo explicó a EL TIEMPO, durante la grabación de una de las escenas finales de la recién estrenada serie de Max, que ahora se titula ‘Ciudad de Dios: la lucha no para’.

Se trata de uno de los proyectos más cuidados de esta plataforma digital, que se arriesgó a llevar al formato de serie una de las películas de culto del cine brasileño.

Es un día nublado y húmedo, en el interior del humilde Centro Cutural de la favela Jardim Iporanga de Sao Paulo, y Rodrigues luce una bata de toallas sobre su ropa, luego de una sesión de maquillaje. Él, junto con otros miembros de esta gran producción, aprovecha uno de los descansos, entre escena y escena, para explicarle a este diario el desafío que significó regresar a este proyecto.

La serie se inspiró en una producción brasilera que marcó historia

La producción analiza las batallas de los pobladores de una favela.

Foto:RENATO NASCIMENTO

“Buscapé sigue siendo el narrador de la historia, pero ahora interactúa con más personajes. Contamos su historia, pero hoy vemos un hombre maduro y con más experiencia”, explica el actor. Él encarna a un veterano reportero gráfico periodístico, que ha cubierto con su lente la guerra, las bombas y la violencia, pero se siente sin rumbo en su vida. El dolor y la amargura de los años pesan como una plomada sobre sus hombros.

En esa búsqueda interior, Buscapé contará con la compañía de Lilia (encarnada por la actriz Eli Ferreira), que le dará el valor que necesita para regresar a la comunidad de su favela de infancia, en donde vive su hija.

“Cuando me llamarón, me sorpendí de que pudieran repetir ‘Ciudad de Dios’, con una historia paralela y sentí miedo, pues era regresar a un personaje que ya había dejado su legado”, anota Rodrigues (1983). Dice que se tranquilizó cuando leyó el guión y encontró que se trataba de otra historia, contada desde un novedoso punto de vista, distinto al de la película original.

Corre el año 2004, han pasado dos décadas, y Wilson ya no quiere que le digan más Buscapé. La vida le ha enseñado mucho y ahora tiene una hija, que siente lejana.

Los ojos de Rodrigues conservan la misma inocencia y transparencia de ese joven que saltó a la fama sin ser actor profesional, cuando Fernando Meirelles lo fichó y llevó de la mano como un actor natural, en la primera versión de la historia.

Por eso, regresar a este nuevo proyecto de la serie de Max le ha permitido mirar en retrospectiva su crecimiento actoral, que ha tenido que combinar también, en el rebusque, con trabajos como lector de audiolibros y hasta conductor de Uber.

“Hay una paradoja, porque al mismo tiempo de la película, yo también miro la historia de cómo ha sido mi vida en estos veinte años. Y entonces siento que la inocencia es un refugio donde se puede esconder y buscar protección, para no ser destruido emocionalmente, como ya lo está mi personaje en esta serie”, explica.

Producción: una joya cuidada

Aunque Fernando Meirelles tuvo conocimiento del proyecto, esta nueva serie está bajo el mando de nuevos talentos, entre los que se destaca el director Aly Muritiba, quien resalta algunas diferencias con la película original. Entre ellas, el punto de vista que se cuenta, como las innovaciones en la narrativa visual, que permiten las nuevas herramientas de la filmación contemporánea, como los drones.

“No queríamos rejuvenecer ni envejecer los personajes. La película pasa en 1984 y nuestra serie empieza en 2004, que fue un año de disputa política en Brasil. Los personajes tienen un deseo de hablar del Brasil contemporáneo, de la aparición de las milicias, pero también de la reivindicación del movimiento negro”, explica Muritiba. En ese sentido, la serie no se enfoca solo en la violencia, sino que saca a la luz la rica movida artística y musical de estas comunidades, y le da mayor protagonistamo de las mujeres.

La serie se inspiró en una producción brasilera que marcó historia

El director Aby Muritiba dice que su reto fue dar nuevo vida y trama a una historia muy conocida y querida.

Foto:RENATO NASCIMENTO

Para el director, el reto de esta serie implicaba enfrentar una audiencia diferente a la de la película, mucho más educada frente a las nuevas propuestas audiviosuales. Anota que la posibilidad de contar con seis horas de grabación, por capítulos, permitió darle vida a nuevos personajes, con voz propia. Sin embargo, la serie conserva la misma dinámica y ritmo frenético del filme original. Incluso, se establece un diálogo con está, a través de ‘flasbacks’ que recuperan algunas de las escenas dirigidas por Mirelles hace dos décadas.

Uno de los desafíos que tuvo la producción de la nueva serie fue el encontrar una locación que permitiera recrear exactamente la favella de Río de Janeiro, sin exponer a los actores y al resto del equipo a la peligrosidad e inseguridad que se vive en su interior.

De allí, como explica su productor ejecutivo Wellington Pingo, que él y su equipo visitaron más de 20 favelas, que le permitieron finalmente escoger y cerrar acuerdo con cuatro de ellas para rodar la producción. Acuerdos que incluyeron la participación de las propias comunidades de las favelas en escenas y en la misma producción.

“Necesitábamos una comunidad plana, y para ello miré cuadro a cuadro la primera película, para que cuando buscáramos la locación, fuéramos lo más parecidos para encontrar los ángulos”, comenta el productor, al destacar que la serie se filmó un 95 por ciento fuera de estudio. Para tener una dimensión de lo que fue este proyecto, cuenta que en un solo día de grabación, por ejemplo, se cuenta con un “ejército invisible” de más de cien personas, entre camarógrafos, maquillaje, alimentación y montaje.

Justamente, este también era uno de los ejes principales del del propio director. “Yo en particular tengo una predilección en trabajar en locaciones reales y con actores reales, que le dan valor a la serie. Al grabar en esos lugares ves cosas que puedes creer, lo que no se logra en una ciudad escenográfica”, explica Muritiba.

Al recordar sobre el honor que significó contar con la compañía del propio Fernando Meirelles durante el rodaje, Muritiba anota con humor lo tentado que estuvo el director de la película original de “meter su mano”. “Entonces le dije a Fernando: ‘tú dejaste ya la novia, pero esa novia es ahora mía’”, concluye.

CULTURA-EL TIEMPO

*Por invitación de Max

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