Cartagena: El espíritu de Getsemaní revive en una ruta turística

En el corazón de Cartagena, donde los rayos del sol pintan las fachadas con un oro antiguo, el barrio Getsemaní ha tejido sus historias en los adoquines que sostienen su esencia. 

El llamado barrio de bravos leones, donde se gestó la independencia de Cartagena aquel 11 de noviembre de 1811, es símbolo de la cartageneidad. El mistisismo y alegría que se respira en sus calles lo hace un lugar obligado para el visitante.

Esas memorias y esas historias encontraron un nuevo canal para navegar el tiempo: la Ruta Legado El Getsemanicense.

Las calles de nombres que resuenan como versos —Calle del Arsenal, Calle San Juan, Calle Larga, callejones angosto y ancho, calle de la Tripita y Media...— se despertaron bajo la sombra de un nuevo tributo, marcado no por monumentos altivos, sino por humildes placas con códigos QR que, al ser escaneados, abren portales al alma del barrio. 

Las historias que alguna vez llenaron las páginas de la revista El Getsemanicense, ahora en su edición número 45, se transformaron en guías digitales que invitan a los visitantes a pasear entre relatos. Literatura y periodismo hechos ruta para el turismo cultural.

Jorge Ruiz González, getsemanicense de cepa, lo expresó con una mezcla de orgullo y nostalgia: “Es como si las paredes de nuestras casas hablaran y contaran secretos de nuestra historia. Ahora todos pueden escuchar lo que hemos vivido aquí, lo que significa ser parte de este lugar”.

La Fundación Santo Domingo y San Francisco Investments, con el aplauso de instituciones culturales y la participación de negocios locales, lanzaron la ruta como un tributo a las raíces del barrio. 

Verónica Trujillo, una de las cabezas del proyecto, destacó: “Getsemaní es más que un barrio. Es un legado vivo, un patrimonio que no debe dormirse en los libros”.

Al recorrer la ruta, el visitante no solo ve un barrio tradicional cartagenero, sino que lo siente, lo escucha y huele. Cuando ingresa con el código QR de su celular, de inmediato escucha los ecos de los tambores que alguna vez resonaron en sus esquinas, revive la resistencia de los getsemanicenses que desafiaron al tiempo para preservar su identidad; pero a la vez se interna en la cultura la música salsa y la champeta. 

La noche del lanzamiento, el barrio parecía respirar profundo, como si comprendiera que, a través de este esfuerzo, sus historias vivirán no solo en la memoria de quienes las contaron, sino en los ojos de quienes ahora las descubrirán. Getsemaní, siempre vibrante, ha encontrado un nuevo camino para ser eterno.

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