Wálter González se rebuscaba la vida y trabajaba en lo que le saliera. Tenía que hacerlo para llevar el sustento a la casa, a su familia, para que Leidy Barona, su esposa, Diana, Angelín y Brenda Juliana no tuvieran que pasar trabajos.
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Se empleó varias veces como maestro de obra. En Jamundí era muy requerido para que hiciera esa labor, pero a veces lo acompañaban sus hijos, especialmente Brenda, quien mostraba afínidad con su padrastro.
Ella era pequeña, pero le gustaba aprender de todo. Estudiaba, pero cuando le quedaba tiempo se iba con Wálter a trabajar. La vida para ella y su familia no fue fácil, pero eso le sirvió para aprender, para luchar por sus metas y algo de ese esfuerzo puso en práctica para ganar la medalla de oro en el pasado Mundial juvenil de judo, el que se llevó a cabo en Dushanbe, Tayikistán.
En la final, la nacida el 1.º de agosto del 2004 en Jamundí, municipio del Valle del Cauca, venció a la alemana Mathilda Sophie Niemeyer para colgarse la medalla dorada, hasta ahora, su primera gran victoria.
Brenda le ayudaba a Wálter a revolver la mezcla, a cargar bultos de cemento, a echar pañete, porque le servía. No era que su padrastro le diera plata, pero cuando ella necesitaba para una inscripción o para un viaje para una competencia él no escatimaba nada y le entregaba algo de dinero.
Era, de cierta manera, una buena oportunidad de rendirle tributo a Julián Andrés Olaya, su papá, quien fue asesinado cuando Brenda Juliana era muy pequeña.
“Poco me acuerdo de él. La verdad, no mucho. Nunca vivió con mi mamá, pero nos ayudaba y cuando faltó, pues su hermana, Otilia, siempre estaba pendiente de nosotros. La relación con él era muy buena, pero Wálter para nosotros es importante, porque cuando yo tenía unos cinco años comenzó a vivir con mi mamá”, contó Brenda Juliana, quien se graduó de bachiller en el colegio Institución Educativa técnico industrial España.
Como su padrastro hacía de todo, en alguna ocasión lo llamaron para que se fuera a cuidar una finca que estaba ubicada en el kilómetro 18, en la vía Cali a Buenaventura, y allí todos ayudaron.
Brenda Olaya también trabajó en el campo antes de ser campeona mundial
Brenda estudiaba por las mañanas en la escuela cercana, a la que iba a pie acompañada por su padrastro, pues no quedaba tan lejos de la casa.
En la tarde, llegaba de estudiar y se ponía a sembrar zanahoria, tomate, cuidaba los patos y los pollos, pero en medio de esa vida les tocó volver a Jamundí, pero las condiciones no fueron las mejores.
Brenda Juliana Olaya se considera una persona ‘sola’, de pocos amigos, no es de ahora, es de siempre, y recuerda que a su regreso a la población vallecaucana fue igual, pero la marcó un paso que dio su mamá, quien se fue a vivir a una invasión, algo que le pegó duro.
“Nunca fui muy social, más bien mantenía sola. Una que otra persona compartía conmigo, pero mi mamá se fue a vivir a una invasión, algo que fue difícil, porque vi muchas cosas malas, feas”, contó.
La judoca colombiana señala que si bien su familia no aguantó hambre, sí los vecinos padecían esos inconvenientes y eso la ponía mal de ánimo.
En ese barrio se veía mucha delincuencia, droga, era gente muy pobre, pero ella no cayó en esos malos caminos porque ya tenía definido su futuro, ese espejo que veía a diario le sirvió para seguir adelante y no mirar atrás.
“Siempre he sido una persona muy centrada. Ya en esa época estudiaba y estaba en el judo, eso me sirvió para evadir esos peligros. Se vivía un ambiente tenso, duro. Uno veía a personas que no tenían para comer y a uno como que le daba como pesar y eso me dio pie para pensar que tenía que sacar adelante a mi familia”, relató.
Con el tiempo, con los aportes de Wálter y de Leidy, las cosas cambiaron. Se fueron de la invasión y pasaron a un mejor barrio. Por esa época Jamundí estaba revolucionado, pues la judoca Yuri Alvear era una de las personalidades de la población.
En agosto del 2013, un año después de que Alvear logró la medalla de bronce en los -70 kilos del judo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, la deportista colombiana recibió su casa.
La Constructora IC Prefabricados S. A. le entregó a Yuri la vivienda que le prometió, en un barrio exclusivo de Jamundí, de tres pisos, cinco habitaciones, tres baños y un buen patio.
Mucha gente asistió a ese acto y las Olaya no se lo perdieron. Leidy y Otilia le propusieron a Brenda que fuera al coliseo a entrenar judo, le insistieron, pero ella no les copió, no les paró bolas.
A Brenda Olaya, inicialmente, no le llamaba la atención el judo
Días después y tras tanta insistencia, Brenda Juliana aceptó, fue a entrenar, pero no quedó convencida de que ese era su deporte.
“Ellas estaban emocionadas porque le habían entregado la casa a Yuri y me decían que me diera cuenta de que sí se podía salir adelante. Fui a entrenar para llevarles la idea, pero nada convencida, porque no me gustaba. En ese tiempo estudiaba, jugaba, era necia, no molestaba a la gente, pero tenía mucha energía y fui”, contó.
No era una buena estudiante. Brenda asegura que sí le gustaba estudiar, pero se la gozaba y para ella era mejor jugar con los pocos amigos. Dice que estaba en un grupo intermedio, de esos que no perdían materias, pero que no ocupaban los primeros puestos.
Era tan indisciplinada que Leidy fue varias veces citada al colegio, porque Brenda no se portaba bien, le gustaba más estar en la recocha, que en el mismo salón. “Sí, era muy indisciplinada”, contó la judoca colombiana.
El estudio, los entrenamientos y una que otra visita a casas para ayudarle a su padrastro en la construcción, así pasaba la infancia de Brenda hasta que le llegó la adolescencia.
“Insisto, no era que me gustara el judo, sino que yo iba como por hacer algo, pero no tenía mucha motivación. Todo eso cambió cuando cumplí 17 años. Me senté y pensé que era mejor tomar eso en serio. No me llenaba, no era juiciosa, tenía disciplina, pero no la responsabilidad. Un día sí, otro no, pero con el tiempo uno va cogiendo madurez deportiva”, precisó.
Varias veces dejó de ir a los entrenamientos. Brenda Juliana no se acuerda cuántas, perdió la cuenta, pero se ausentaba, no la llenaba el judo. Su tía y su mamá fueron clave, pero no más que María Elizabeth, su abuela, por quien tomó las cosas en serio. Sin embargo, lo difícil era reunir el dinero para ir a competir, para los desplazamientos, aunque Wálter le ayudaba, no era suficiente.
Olaya cuenta que los vecinos les ayudaron y que su mamá y su tía hacían rifas y vendían tamales para recolectar el dinero.
“Esas épocas fueron difíciles, pero recuerdo que mi primera entrenadora fue Lina González. Ella fue la que me recibió por primera vez en el coliseo, tal vez fue la que llevó el peso de mi desgano, pero luego me ayudó a superar todos esos miedos que tenía y me preparó para que llegara a las manos de Yuri Alvear”, rememora Brenda.
Era como algo inalcanzable. Cuenta la deportista vallecaucana que cuando tuvo al frente a la doble medallista olímpica, no lo podía creer, pero que también le sirvió porque aseguró que tenía, como fuera, que salir adelante.
Llegó a este certamen con un solo objetivo: llegar a la final y, si se daba, ganar el oro, pues venía de obtener la medalla de bronce en el Mundial anterior.
Así fue el camino de Brenda Olaya a la medalla de oro en el Mundial Juvenil de Judo
En la primera fase, en la ronda de 32, salió adelante tras derrotar a la española June Moreno, combate en el que la colombiana salió a arrollar con esa personalidad que le caracteriza, tanto, que la pelea solo duró un minuto.
Luego, al turno llegó la japonesa Kokoro Otawa, pero otra vez Olaya volvió a ser la mejor, a realizar su trabajo perfecto para el triunfo que la acercaba más a su objetivo.
“No tuve un combate fácil, pero sabía que no me podía confiar de nada ni de nadie, por eso siempre salía con toda”, contó Brenda.
La francesa Lila Mazzarino tampoco fue una fuerte oponente y cayó en la trampa de la vallecaucana, quien salió adelante en ese combate. En las semifinales, Brenda superó a la brasileña Dandara Camilo. En esa pelea logró dos Waza-Ari (lanzamiento del oponente), que le dieron el triunfo y la casilla en la final.
Y en ese combate decisivo contra Niemeyer, la vallecaucana subió al tatami tranquila y, sin mediar palabra, tomó las riendas de la pelea para finalmente ganar el oro y pensar en todo lo que ha vivido al lado de su DT, Yuri Alvear.
“Era mi ídolo. No, lo es, pero al mismo tiempo es una motivación muy grande. Sabe, entiende y estoy muy orgullosa de que sea mi entrenadora. Me ha ayudado a salir adelante y lo que he conseguido en el judo se lo debo a ella”, precisó Brenda.
Tras el oro en el Mundial junior, Brenda mira más lejos. Hoy, tiene 20 años, pero su perspectiva es mucho más alta. Sabe que este fue un primer paso y que vienen muchos más.
El judo colombiano, luego de Yuri Alvear, busca a un o a una deportista que vaya por el mismo camino, el de los títulos mundiales, el de las medallas olímpicas y Brenda Juliana va por ese camino.
“La sensación de la medalla fue la mejor. Como que no lo creía. Me bajé del podio y pensaba en todo por lo que he pasado, que no me gustaba este deporte y mire, me abre las puertas”, le contó a EL TIEMPO.
“La sensación de la medalla fue la mejor. Como que no lo creía. Me bajé del podio y pensaba en todo por lo que he pasado, que no me gustaba este deporte y mire, me abre las puertas”
Y agregó: “Es que para mí era como increíble lo que el deporte me ha dado. He tenido la oportunidad de conocer muchos países, varia gente importante y de ganar, de demostrar mi talento. Siempre le doy gracias a Dios y a los que me han apoyado. Hoy, todavía como que no asimilo lo que he ganado, pero eso me sirve para mejorar, para seguir por el camino correcto”, sentenció.
Así es Brenda Juliana Olaya Córdoba, la nueva joya del judo colombiano, la que pulen las manos de Alvear, uno de los íconos del deporte del país y quien le inculca a su pupila, mística, disciplina y amor por este deporte que necesita de mucho sacrificio, empeño, el mismo que la joven atleta ponía cuando acompañaba a Wálter a su trabajo, a mezclar el cemento y a empañetar paredes.
Lisandro Rengifo
Redactor de EL TIEMPO
@LisandroAbel