El ancho pie de Policarpo Julio Blanco se afianza con más fuerza sobre el pedal de su bicitaxi, en la parte posterior de su particular vehículo lleva a dos hermosas turistas que disfrutan de sus vacaciones en el puerto sucreño de Tolú, en la región del Golfo de Morrosquillo.
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Policarpo detiene la marcha de su ‘caballito de acero’ en una de las esquinas del malecón que lleva hacia la zona de la playa y recuerda los días de preocupación y las noches de desvelo que pasó por la falta de un trabajo fijo que le permitiera sostener a su familia.
Hoy, gracias a una bicicleta, la que posteriormente acondicionó para convertirla en una bicitaxi, en la que transporta a los turistas por los entornos de las playas de Tolú y Coveñas, su situación mejoró.
El día que tomó la decisión de pedalear por las calles de Tolú se levantó más temprano que de costumbre. La noche anterior se había acostado sin probar bocado, ya que lo poco que había conseguido a duras penas alcanzó para alimentar a sus dos pequeños hijos y a su mujer.
La situación se había tornado difícil en el puerto de Tolú, a donde llegó procedente de San Onofre (Sucre) en busca de mejores horizontes. Tuvo que salir de su tierra natal y abandonar su trabajo en el campo obligado por la violencia que se apoderó de la zona.
San Onofre se había convertido en epicentro de la presencia de paramilitares que dejaban a su paso una estela de muertos. Eran los tiempos en los que nada se movía en el pueblo sin la voluntad de hombres sanguinarios que llegaron a copar varias esferas de la sociedad, la política y las autoridades en Sucre.
Muchos, como Policarpo y otros más decidieron abandonar la tierra que los vio nacer en busca de un lugar lleno de esperanza, lo que encontró con el sonido de las olas, las aguas tibias del mar de Tolú, la brisa suave y el canto de las gaviotas.
De la conversación con un chino nace la idea
Esa mañana pensó que tenía que hacer algo más productivo que las marañas que hasta entonces le permitían conseguir algo de dinero para el sustento diario.
Después de recorrer las morenas playas toludeñas, apreciar el azul del océano y ver llegar sus aguas tranquilas, Policarpo observó, sentado en una de las bancas ubicadas en el camellón que da frente al mar, a un hombre de baja estatura, ojos pequeños y cara redonda. Era un hombre de origen oriental, de los muchos que llegan al puerto en los barcos cargueros de petróleo.
En un español algo precario se comunicó con Policarpo, un espigado moreno, que llegó hasta él en busca de ayuda.
Entre preguntas, comentarios y recuentos de las situaciones de la vida aquí y en otras partes del mundo, el oriental, cuyo nombre nunca entendió Policarpo, le sugirió que aprovechara la visita de los turistas ofreciéndoles algo diferente a lo que siempre encontraban en Tolú.
Le explicó que en su tierra Cantón, en la China utilizan la bicicleta para transportarse de un lugar a otro, y que, además, les servía como medio para ganarse la vida llevando a los turistas a diferentes partes de la ciudad.
El oriental dijo que Tolú era un lugar propicio para implementar aquel medio de transporte, algo que les permitiera a los turistas, a cualquier hora disfrutar de otra forma de los días sofocantes y las noches frescas que invitaban a pasear por los sitios más acogedores del puerto.
Después de varias horas de charla, el oriental le propuso a Policarpo que se encontraran en la tarde, con la promesa de tenerle una gran sorpresa.
La primera bicitaxi
Efectivamente, en medio del sol de las tarde en la playa, la diminuta figura se apareció ante Policarpo con una de aquellas bicicletas o tricicletas, que más tarde fue bautizada como la bicitaxi que le había mencionado.
Le explicó cómo funcionaba, cómo hacer para transportar a los turistas de un sitio a otro y así lograr que el proceso fuera productivo.
El oriental le dejó la tricicleta a Policarpo con el acuerdo de que le pagara su valor cuando comenzara a recibir ganancias.
Basados en ese primer modelo, los nativos se las ingeniaron y lograron construir otras bicitaxis, con lo que se inició este nuevo tipo de transporte para los turistas que visitan Tolú.
Desde el día en que el oriental le entregó la primera bicitaxi a Policarpo han pasado 25 años. Hoy en Tolú operan cerca de 600 bicitaxis, convertidos ahora en bicicar.
La carrera mínima por persona en uno de los vehículos en aquel momento comenzó costando 500 pesos. La mayoría de los bicitaxistas transportan entre cuatro y cinco turistas en cada viaje.
En un día normal se ganan diez mil pesos, y en los llamados días buenos, de mucha afluencia de turistas, obtienen entre 60 y 80 mil pesos.
Hoy en día las carreras mínimas cuestan entre 3.000 y 4.000 pesos y en una noche de buena presencia de turistas en el balneario pueden ganar una suma importante de dinero, suficiente para mantener a una familia.
La bicar
Una bicitaxi, o bicicar puede costar entre un millón y cinco millones de pesos y mucho más, ya que con el fin de volverlas más atractivas, algunos conductores les han adicionado equipos de sonidos y otros accesorios que las hacen más llamativas.
La moda ahora es la música, porque al visitante le gusta escuchar los discos de actualidad y tomarse sus tragos durante el recorrido
“La moda ahora es la música, porque al visitante le gusta escuchar los discos de actualidad y tomarse sus tragos durante el recorrido”, dice Policarpo.
Tanto ha sido el éxito de las bicitaxis que, además de tener ya su propio vocabulario, se organizaron en su momento en asociaciones, como Asobistol y Asobisturtol. Los afiliados portaban sus carnets y tenían acceso a asesoría en salud y préstamos para arreglo de bicicletas, entre otros beneficios.
En estos momentos en Tolú, una bicicar puede transportar hasta 20 pasajeros, con dos y tres personas que pedalean y hasta los turistas hacen de bicitaxistas, lo que les permite disfrutar más del paseo.
Policarpo Julio Blanco logró estudiar en el Sena y se convirtió en guía turístico en Tolú (Sucre). Tiene tres hijos, dos mujeres y un varón, todos profesionales, gracias a 25 años de pedalear una bicitaxi.
Después de contar su historia, Policarpo, el primer bicitaxista de Tolú, sube a su vehículo sonriendo para continuar su marcha, mientras le sube el volumen a su equipo de sonido.
Sobre el hombre de baja estatura, cara redonda y ojos pequeños que le entregó la bicicleta, o tricicleta no volvió a saber, pero le agradece en el alma por aquel regalo.
Su vida cambió gracias a una bicitaxi de origen oriental, un transporte que puso de moda en Tolú (Sucre) y por el cual más nunca se acostó sin comer
Francisco Javier Barrios
Especial para EL TIEMPO
Sincelejo