Detrás del colegio Concentración de Desarrollo Rural, en el municipio de Saravena, Arauca, un pedazo de tierra usado como basurero contiguo a la quebrada La Pava renació como un bosque humanitario. Un santuario de memoria y resistencia que honra a los más de 2.700 casos de desaparición forzada en ese departamento y 80.000 víctimas de desaparición en Colombia, durante 60 años de conflicto armado.
Al cruzar la entrada, un sendero de tierra húmeda marca el camino entre noventa árboles de Yopo, cuyas copas entrelazadas filtran la luz del sol. Cada árbol del bosque, sembrado por 96 mujeres como Zorayda Forero y Yolanda Montes, víctimas de la violencia y fundadoras de Asofavida, lleva una placa con el nombre de un hermano, esposo o hijo desaparecido. Simboliza la memoria viva de la Asociación de Familias de Desaparecidos por la Defensa de la Vida, los Derechos Humanos, la Paz, la Convivencia y la Reconciliación en el Sarare.
Este incansable trabajo de memoria, apoyo y búsqueda ha traspasado fronteras. Es por eso, que en la versión XV del Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos “Antonio Nariño”, que entregan las Embajadas de Francia y Alemania en Colombia, Asofavida fue la homenajeada y ganadora.
Anoche, Día de los Derechos Humanos, la Asociación fue reconocida por la lucha valiente de estas mujeres que han afrontado en sus vidas la desaparición forzada, pero también por lo que representan para la dignidad de quienes aún siguen esperando a sus familiares.
El jurado estuvo conformado por la embajadora de Alemania, Martina Klumpp, el embajador de Francia, Sylvain Itté, un representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) y dos mujeres de la sociedad civil, entre ellas la editora de Género de EL TIEMPO, Jineth Bedoya Lima.
La guerra que no termina
El recrudecimiento del conflicto armado en el departamento de Arauca, especialmente durante el primer semestre del 2024, ha llevado a un aumento de casos. En solo seis meses, 73 personas fueron reportadas como desaparecidas, 38 más que en el mismo período del año anterior. A esta realidad se suman los informes de la Defensoría del Pueblo, que reportan al menos 78 homicidios en la región.
Desde 2019, esta Asociación integrada por mujeres que encabezan la lucha por encontrar a sus familiares, se reúne cada 30 de agosto en el bosque humanitario para memorar y propiciar un espacio de apoyo entre las víctimas. Dichos encuentros se enmarcan alrededor de la escultura La Mujer Buscadora, tallada con madera de la isla del Charo. La figura muestra a una mujer sentada sobre un tronco, con una mano apoyada en la cabeza y la otra hundida en la tierra, reflejando el dolor y la determinación de quienes buscan a sus seres queridos desaparecidos.
ASOFAVIDA en el bosque humanitario de Saravena Foto:Cortesía de ASOFAVIDA
Fue en 2021, cuando el esfuerzo de Asofavida por la batalla de esta violación de los derechos humanos encontró un eco institucional: la firma de un convenio con la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas. “Es muy complejo porque no contamos con las herramientas técnico forenses que tiene el equipo de la Unidad de Búsqueda. De la impotencia uno quiere irse con una pala a abrir un hueco y sacarlo, pero se sabe que no se puede”, sostiene Zorayda Forero, representante legal de la Asociación.
El colectivo se creó a raíz de la experiencia personal de Gladys Yolanda Montes Ovalle. “Un día de junio de 1993 un familiar escuchó que Omar Alfonso Montes Ovalle, mi hermano, había sido dado de baja en combate. La Alcaldía lo negó. Una familia nos llevó a una fosa común en Aquitania, que todavía estaba fresca, alquilamos una máquina de excavación y encontramos a 5 personas. El único que se pudo reconocer fue a mi hermano”, cuenta Yolanda.
“Casi siempre son las madres, hermanas o esposas quienes los buscan”, sostiene Yolanda. Esa es la explicación al enfoque de género de la Asociación, pues su historia ayudó a que muchas otras mujeres se sientan apoyadas e identificadas, tal como fue para Zorayda Forero. “Tengo un hermano desaparecido hace 25 años. En el año 1999, mi hermano Arnoldo Cubides desapareció en el barrio San Luis de Saravena y para el año 2003 los paramilitares asesinaron a mi otro hermano, Albeiro”, expresó Zorayda.
Estas dos mujeres lideran la sensibilización sobre la desaparición forzada, que ha trascendido las aulas y las ondas radiales en Arauca, tejiendo una red de apoyo. En este esfuerzo, surgió el programa radial Voces de la Desaparición Forzada. Por primera vez, los habitantes de Saravena tuvieron la oportunidad de escuchar sobre la existencia de una Asociación que comparte su dolor y les brinde un camino para alzar la voz.
La asistencia especializada
Campesinos y campesinas que nunca antes habían denunciado se acercaron a las oficinas de Asofavida con una fotografía y una historia, buscando apoyo en su búsqueda. Muchas de estas personas, enfrentando barreras como el analfabetismo o el desconocimiento legal, encuentran en la comunidad una guía para evitar ser víctimas de estafas y formalizar sus casos.
Yolanda Montes y su equipo reciben los documentos de quienes acuden en busca de ayuda. Una fotografía junto con un formulario diseñado por la organización que detalla datos personales, señas particulares como tatuajes, fracturas o marcas y cualquier información relevante sobre el caso. Si la persona no se ha realizado una prueba de ADN, Asofavida los acompaña en este proceso y también en la diligencia de denuncias pendientes.
Facilitan trámites como la expedición de registros en la Registraduría y garantizan que los afectados no asuman costos adicionales, ni siquiera por fotocopias. Cada caso se documenta en un expediente completo y se remite de inmediato a la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, fortaleciendo el vínculo entre las víctimas y la institucionalidad. Todo, para que esas víctimas no experimenten lo que ellas vivieron con sus casos personales.
Escultura "La Mujer Buscadora" en el bosque humanitario de Saravena Foto:Cortesía de ASOFAVIDA
La atención psicológica especializada es otro de los apoyos brindados a las víctimas, pues personas como Zorayda, nunca la recibieron. “Soy un claro ejemplo de superación. Hace dos años, en un momento muy difícil de mi vida, con el apoyo de Asofavida, Yolanda y la Unidad de Búsqueda, tuve la oportunidad de viajar a Málaga, Santander. Creíamos que los restos de mi hermano, desaparecido en Saravena, estaban allí. Después de años de investigación, excavaron en el cementerio, pero al final, la prueba de ADN resultó negativa”. Su madre y ella vivieron una afectación emocional profunda, ya que viajaron con la esperanza de encontrar algo de él, “así fuese solo un huesito”.
Casi siempre son las madres, las hermanas o las esposas quienes buscan a sus familiares dados por desaparecidos
YOLANDA MONTESFundadora de Asofavida
En la memoria de quienes dirigen esta labor quedan recuerdos de algunos casos particulares y rezagos de lo que genera acompañar otros procesos, en un territorio donde aún persiste la violencia.
Zorayda recuerda a una mujer de Saravena que emigró a Puerto Contreras en busca de una mejor vida en compañía de su hijo. Allí puso una tienda y lo envió a que hiciera un mandado. En el camino, el menor se encontró un costal, se lo subió al hombro y explotó en mil pedazos.
Camila o “la consentida de Asofavida” es una víctima a la cual le desaparecieron a su madre, padre y hermana. “Yo solo la abrazaba y decía: yo entiendo tu dolor, respeto tu dolor y aquí estoy para lo que necesites. Empezaba a organizar el archivo y yo salía tan cansada emocionalmente, sentía como una paliza”, mencionó Zorayda.
El contexto de Arauca
“Arauca enfrenta una realidad marcada por la corrupción, situándose como el departamento más afectado en este ámbito en el país”, afirma Yolanda. A pesar de las millonarias regalías petroleras que ha recibido, su desarrollo está estancado, con un 32 por ciento de desempleo. En lugar de invertir en progreso, el petróleo se convirtió en un botín para los clanes políticos que operan en la región. La ausencia de empresas y proyectos productivos deja a los jóvenes con opciones limitadas: unirse a grupos armados o caer en redes de microtráfico.
En las zonas donde hubo cultivos de hoja de coca, las personas han tenido mayor riesgo de desaparición. Sin embargo, el departamento ha trabajado para encontrar otros caminos como el de las artesanías, los cultivos de frutas y vegetales, comida y arcilla.
El día en que Zorayda y su madre regresaron del viaje de Málaga, en busca de los cuerpos inhumados, optaron por ir al río que marca el límite entre Arauca y Boyacá para despejarse del sufrimiento causado por los hechos revictimizantes vividos. Su madre comenzó a aplicarse barro en la piel, como hacen los indígenas para protegerse del sol. “Me sorprendió tanto la cantidad de arcilla que había, que comencé a llorar sin saber por qué. Fue un momento de liberación y aunque no lo entendía, algo dentro de mí comenzó a cambiar”.
Víctimas en el bosque humanitario de Saravena Foto:Cortesía de ASOFAVIDA
Ahora usa la arcilla todos los días, investigó sobre sus propiedades para la piel y vio cómo su rostro se transformaba. De ahí nació su emprendimiento, que ahora produce jabones orgánicos, mascarillas líquidas y en polvo hechas de arcilla.
“Lo que comenzó como un escape de mi dolor, hoy es un negocio que ha transformado no solo mi vida, sino también la de muchas otras personas en mi comunidad”, recalca Zorayda. Siendo un negocio popularizado, Yolanda también se sumó al pequeño gremio y, además de su lucha por los derechos humanos, se dedica a actividades que la despojan por momentos del dolor.
Aparte de emprendedora, es poeta. Su obra ‘Olor a Sándalo’ es el himno de las víctimas de Saravena de Asofavida. Con tono pausado, un nudo en la garganta y orgullo profundo, narra esas tres estrofas que inspiran y sanan:
“¿Cómo se entienden las huellas en el alma? ¿Cómo se leen? ¿Cómo se entienden? Treinta mujeres hablaron de sus ausentes, de la forma como los buscan, y la manera como los esperan, enteros o en trozos… pero que vengan a ellas”.