En una esquina discreta de Colonia Valdense en Uruguay, una pequeña panadería llama la atención. La “Panadería Alemana. Delicias de Manu” abre sus puertas cada tarde a las cuatro, marcada por un modesto cartel y un pizarrón que anuncia su horario.
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La vivienda que alberga este negocio es sencilla: paredes de cemento, un techo inclinado y un jardín con rosas que enmarcan la entrada, donde Manu recibe a sus clientes.
Colonia Valdense, una ciudad fundada por inmigrantes valdenses en el siglo XIX, es un lugar donde todo parece estar a poca distancia. El ritmo de vida es pausado, como lo muestra el día que Manu abre su panadería: mientras el sol cae sobre la avenida principal, apenas se observa a una mujer en bicicleta, adolescentes caminando sin prisa y un auto anunciando un evento político. La sensación de que el tiempo no apremia se respira en cada rincón.
Manu llegó a Uruguay en 2017 desde Berlín. Antes de mudarse, había vivido en Alemania junto a su hija y su expareja, tras haber trabajado en diversos oficios, incluido uno en una oficina donde dirigía a muchas personas. Sin embargo, la vida en Alemania empezó a desagradarle.
“Antes la gente era cálida, con corazón, pero cambió mucho en los últimos 20, 25 años, las personas se volvieron muy frías y eso no me gusta mucho”, relata Manu, señalando que no veía un futuro prometedor para su hija en su país de origen.
Una decisión de vida basada en la búsqueda de tranquilidad
Manu comenzó a buscar un destino donde pudiera ofrecer un futuro más cálido y esperanzador a su hija. Fue entonces cuando un conocido le sugirió Uruguay, describiéndolo como un lugar lleno de naturaleza y con poco estrés.
En 2016, viajó para conocer el país y exploró Montevideo, las playas de Rocha y Maldonado, y finalmente el departamento de Colonia, donde algo en Valdense le recordó a Alemania. Le atrajo la tranquilidad del lugar y su proximidad al mar, lo que la llevó a decidir que sería su nuevo hogar.
Tras su mudanza, Manu trabajó un año online para la empresa alemana que la había empleado, pero luego de renunciar y enfrentar dificultades económicas, decidió apostar por lo que mejor sabía hacer: la cocina. Con el poco dinero que le quedaba, compró ingredientes y comenzó a preparar las recetas que había aprendido de su abuela y madre. Así nació su panadería, que hoy es un punto de encuentro para niños y jóvenes del liceo cercano.
La panadería de Manu es un reflejo de sus raíces. Rubia, de ojos azules y piel clara, prefiere no aparecer en fotos, dejando que sus productos hablen por sí mismos. Desde detrás de su mostrador, ofrece tortas con frutas frescas, galletas y panes hechos a base de harina de triticale y semillas. Cada cliente es recibido con una sonrisa y una explicación amable sobre los ingredientes de sus creaciones, siempre elaboradas con esmero.
La búsqueda de una vida sin prisa
Hoy, Manu es parte de la comunidad. La gente de Colonia Valdense la conoce y la saluda con afecto. Ella, por su parte, afirma que ha encontrado en Uruguay el valor que se le otorga a las cosas, algo que sentía perdido en su país natal.
“Creo que en Uruguay las cosas todavía se valoran, no se descartan, no se reemplazan”, expresa Manu. Su vida en este pequeño rincón de Uruguay, donde todo parece suceder con una lentitud buscada, le ha permitido hallar la tranquilidad que tanto anhelaba.
Soledad Gago
El País (Uruguay) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El País, y contó con la revisión de un periodista y un editor.