Bostezar al mismo tiempo que otro no es casualidad. Cuando alguien lo hace, las llamadas neuronas espejo se activan, generando un efecto automático. Lo mismo sucede cuando una persona con ansiedad o angustia entra en escena: su estado emocional se transmite sin que los demás lo adviertan.
A mediados de los años 80, los investigadores Howard Friedman y Ronald Riggio, de la Universidad de California, identificaron este fenómeno. Descubrieron que si alguien dentro del campo visual muestra ansiedad o una expresividad intensa —ya sea verbal o no verbal—, quienes están cerca tienen una alta probabilidad de experimentar emociones similares.
‘Personas cortisol’: un nombre con base científica
A estas personas se les llama ‘personas cortisol’ en alusión directa a la hormona del estrés, debido a la carga emocional que pueden transmitir. La presencia de alguien así puede provocar palpitaciones, sudoración, respiración rápida y tensión muscular, generando un impacto fisiológico real en quienes lo rodean.
“El cortisol se activa como respuesta biológica frente a una amenaza, pero cuando se sostiene en el tiempo, termina generando desgaste físico, emocional y vincular”, señala Micaela Zappino, psicóloga especialista en salud mental.
Según ella, se trata de personas que viven en alerta constante, como si todo lo que ocurre a su alrededor representara un peligro. Y añade: “Lo que en principio fue una defensa, se convierte en su modo de existencia”.
Un entorno emocional que agota
La influencia de estas personas puede condicionar el ambiente. “Estar cerca de una persona que constantemente percibe el mundo como hostil puede generar una especie de clima emocional en el que uno también termina operando desde el miedo”, afirma Zappino.
Este efecto tiene respaldo científico. La revista de salud de la Universidad de Harvard explica que, ante el estrés, la amígdala cerebral activa una señal al hipotálamo. “Esta zona del cerebro funciona como un centro de mando, comunicándose con el resto del cuerpo a través del sistema nervioso para que la persona tenga la energía necesaria para luchar o huir", comunica.
Además, investigaciones publicadas en 2017 advierten que “la comunidad médica necesita tener una mayor apreciación del papel significativo que el estrés puede desempeñar en diversas enfermedades”.
El cortisol se relaciona con el estrés. Foto:iStock
Historias emocionales que no se resuelven
Para la psicóloga clínica Lucila Bergonzi, detrás de una conducta constantemente estresante hay una historia personal marcada por inseguridad.
“Suelen ser individuos que crecieron en ambientes inseguros o impredecibles y su sistema nervioso se quedó fijado en poder sobrevivir”, señala. Y agrega: “Es como si hubieran vivido tanto tiempo con tormentas que, incluso cuando sale el sol, siguen caminando con el paraguas abierto”.
Por su parte, la psicóloga Ailen Lescano, especializada en trauma, indica que estos comportamientos son frecuentes en personas ansiosas. “Viven en un completo estado de alerta que no le permite al sistema entrar en relajación, o activación vasovagal”, desarrolla.
Este patrón también se encuentra en quienes viven situaciones de alta exigencia, como cargas familiares, laborales o enfermedades crónicas.
Las personas que tienen un alto nivel de cortisol tienen varios patrones. Foto:iStock
Consecuencias en cuerpo y mente
El desgaste que provocan estas personas no solo recae sobre sí mismas, sino también sobre quienes las rodean. Viven irritables y con una fuerte carga emocional que deteriora el entorno. Bergonzi destaca que esa forma de vivir afecta el sueño, la concentración, el ánimo y, por supuesto, la salud mental.
Desde el enfoque psicoanalítico, Zappino advierte: “Desde el psicoanálisis podemos pensar que cuando el ‘yo’ queda tomado por la angustia, ya no puede simbolizar ni tramitar lo que lo atraviesa. Ahí, el cuerpo empieza a hablar en su lugar”. Y concluye: “Cuando el estrés deja de ser funcional, el cuerpo y el psiquismo lo gritan”.
Características comunes entre ‘personas cortisol’
Quienes conviven con estos individuos pueden notar ciertos patrones de comportamiento que se repiten. Algunos de ellos incluyen:
- Tendencia a victimizarse, generando culpa o lástima en los demás.
- Competitividad emocional, intentan sobresalir al precio de hacer sentir mal al otro.
- Comportamientos dependientes y dominantes, lo que hacen es manipular con elogios y reaccionan con agresividad ante una negativa.
- Uso de terceros para generar tensiones o conflictos sociales.
- Falta de autocrítica. Aunque provocan conflictos, no suelen asumir la responsabilidad.
Factores que los refuerzan
Zappino también pone la lupa sobre el contexto social. “Vivimos en una sociedad que celebra la hiperproductividad, la vigilancia y la autoexigencia, lo cual refuerza este tipo de posiciones subjetivas”, sostiene.
Además, la personalidad juega un rol importante. Según Bergonzi, las personas muy sensibles, impulsivas o con poca tolerancia a la frustración tienden a reaccionar de forma intensa, sin medir el impacto emocional que ejercen en los demás.
Cuidarse no implica cortar la relación
Ante la cercanía con una ‘persona cortisol’, lo primero es reconocer el impacto emocional que produce. “Entender qué es lo que está alimentando ese estado”, recomienda Bergonzi. Ella insiste en que “el objetivo no es cortar, sino protegerse emocionalmente”.
En ese sentido, aclara que poner límites no es egoísta. Frases como “no puedo”, “necesito” o “me hace mal esto” son herramientas clave para no justificar en exceso y establecer distancia sin romper vínculos.
Estrategias para protegerse emocionalmente
Entre las acciones recomendadas, destacan limitar el tiempo de interacción o reducir la profundidad de ciertas conversaciones. También puede ser útil prepararse emocionalmente antes de un encuentro con estas personas.
Zappino y Lescano sugieren técnicas corporales como respirar, caminar, estar en el presente, practicar grounding o yoga sensible al trauma. Además, recomiendan fomentar relaciones sociales que generen bienestar, ya que “activa la actividad vasovagal”, como explica Lescano.
Encuentre el equilibrio. Foto:iStock
Aunque aclaran: “No sirven como recetas mágicas, sino como pequeños cortes en la lógica del automatismo”.
Estas personas, explican las expertas, suelen buscar regulación externa. Necesitan a alguien que les acompañe y mitigue su malestar. Si se les da lugar sin conciencia, pueden lograr que los demás adopten su misma carga emocional. “Hay que ponerles un límite interno y no engancharse emocionalmente”, aconseja Bergonzi.
La Nación (Argentina) / GDA.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información publicada por La Nación (GDA), y contó con la revisión de la periodista y un editor.